Columnistas

Por más de 15 minutos el canal de Chano fue el único que transmitió el incendio del portón de la Embajada de los Estados Unidos de América. Se vio y trascendería en las redes sociales, a un individuo cubierto de pies a cabeza, con el trapo que le cubría el rostro, sujetado para que nada lo zafara, burros bien amarrados, con seguridad, acercarse al portón e iniciar el fuego.

Después un joven, de los tantos indignados con la corrupción de connacionales, ni siquiera con los gringos, aupado por las fuerzas de la tribu, con shorts, acerca llantas para cebar el fuego. Diferencia entre la premeditación, del que preparado empezara el incendio y la impulsividad del que, psicología de las masas, respondería a un estímulo atrapante de la colectividad. Inexplicable la soledad de aquel portón. La justicia y la verdad deben prevalecer y el respeto a lo ajeno. No existe justificación para la destrucción en la lucha por las causas justas. Las pueden volver injustas. Con la encargada de la Embajada exigimos que se haga justicia. Quien es el autor material y quienes los intelectuales de la quema del portón? A ellos hay que deducirles responsabilidad y a los ausentes obligados a protegerlo. En proporcionalidad. La participación como cómplice en tentativa, del único imputado, no reúne los elementos para el perfeccionamiento de un incendio agravado. El exceso en la aplicación de prisión preventiva contradice la legalidad. ¿Que merece castigo? Hay que darle el justo, nada más. Cipotes aprendemos a asumir las consecuencias de nuestros actos. Que no haya funcionarios malinchistas ensañados para congraciarse. Que el Fiscal General aplique el Criterio de Oportunidad. Hay condiciones. Magnanimidad es lo que se espera de la grandeza construida en la diversidad de la gran Nación del Norte. Perdón, Heyde Fulton, para el enojo juvenil de Rommel con la corrupción de unos pocos, mal canalizado, pero sin dolo, en el daño a su portón. No es contra los Americans. “Make America great again”.


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