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Turismo en la pantalla

No me refiero a los típicos programas de televisión en los que un presentador visita diferentes destinos turísticos, se adentra en el quehacer del lugar y hace que el televidente “viva” de alguna manera una experiencia turística. Tampoco a la páginas que promueven los viajes y nos muestran lugares de porte paradisíaco. Hablo de la televisión en general, de todo tipo de programas que ayudan a que el tiempo pase mientras la mente se distrae y el cuerpo descansa un poco. Hablo de la exploración que se hace por miles de páginas en internet, con las redes sociales entre las favoritas. Hablo de las infinitas veces en las que se actualiza una página para saber si hay alguna novedad.

Hay que ser honestos, en un país en el que hay muchos que apenas logran producir algo de dinero para cubrir unas necesidades primarias (aunque el turismo debería ser una necesidad primaria por su componente recreativo y revitalizador), no son demasiados los que tienen la posibilidad de visitar algún lugar, de esos que se ofrecen en épocas de vacaciones. No queda entonces otra alternativa que la televisión, un teléfono celular, una tablet o una computadora para pasar el tiempo.

Puede que sea una decisión personal o familiar, o puede que sea porque no hay otra manera de entretenerse. Por supuesto hay en cartelera partidos de fútbol, películas de diferente corte, series, telenovelas, reality shows, talk shows y un prolongado etcétera. Los canales y las páginas luchan para obtener la atención de las personas. No está mal, ese es su trabajo. Sin embargo, yo opino que hay un tipo de entretenimiento distinto, el cine de autor, para ser preciso, que, puesto que se pasará el tiempo frente a una pantalla que sea con algo único y, dicho coloquialmente, a lo grande.

El cine de autor se diferencia del cine comercial por su profunda humanidad, por recordarnos un poco lo que somos y lo que se espera de nosotros. Las vacaciones son un gran espacio para conocer a directores de cine de alto vuelo. Quizá un Eliseo Subiela con un tono más poético que narrativo, pero siempre infalible; lo mismo que un Abbas Kiarostami, el alabado director iraní, que tienen propuestas únicas para el cine de occidente. Del mismo continente asiático Kim Ki-duk de Corea del Sur o Wong Kar-wai de Hong Kong.

También podría ser un Woody Allen, en sus propuestas setenteras y ochenteras en las que revolucionó la narrativa estadounidense del cine. Así, solo por enumerar: Lars von Tier (Dinamarca), José Luis Cuerda (España), Pablo Larraín ( Chile), Paolo Sorrentino (Italia), Terrence Malick (Estados Unidos) y más. Sin contar con los clásicos del cine universal.

El cine de autor es una profunda exploración al ser humano, a pesar de que pueda no parecer una actividad propia de un período de vacaciones creo que de todas maneras sirve descansar de la superficialidad a la que nos hemos acostumbrado.

El cine puede ser un remanso de tranquilidad y una manera única de recuperar energías, no solamente físicas. El cine es sanador, en especial el cine de autor. Quizá ha llegado la hora de hacer turismo en la humanidad que no sobrecoge. Tal vez se trata solamente romper esquemas y de que ante la situación de no poder vacacionar convencionalmente hagamos el viaje a un lugar inexplorado, mejor dicho dos: el cine y nosotros.