Columnistas

La continuada política Monroe

La doctrina Monroe, resumida en la frase “América para los americanos”, fue elaborada por John Quincy Adams y atribuida al presidente James Monroe en 1823. Establecía que cualquier intervención de los europeos en América sería tomada como una agresión que requeriría la intervención de los Estados Unidos.

Posteriormente esta doctrina ha sido tomada como pretexto para la intervención militar directa en muchos países de América Latina, especialmente en el siglo XX.

Se pensaba que las condiciones e intenciones de Estados Unidos con respecto a su pretensión de guardián de los asuntos de otros países habían desaparecido, esto, según lo declarado en la administración Obama. En 2013 el entonces secretario de Estado, John Kerry, declaraba ante la Asamblea General de la OEA que esta doctrina dejaba de ser parte de la política exterior de Estados Unidos.

No obstante, en una época tan cambiante como la que vivimos, la política de un gobierno, pareciera, no tiene el sustento de un Estado y lo que hace o dice un gobernante tiene vigencia mientras dura su período. Este es un tema delicado cuando se trata de naciones con un fuerte arraigo en las relaciones internacionales, razón por la cual hace perder credibilidad, sobre todo a EE UU, que en el pasado desempeñaban un papel clave en un mundo donde las reglas, no siempre en favor de la paz, parecían claras.

El asesor para asuntos de Seguridad de los Estados Unidos, John Bolton, con respecto a la situación en Venezuela ha manifestado, sin ninguna consideración diplomática, que “en esta administración no tenemos miedo de usar la frase doctrina Monroe”, al tiempo que agregó, “este es un país de nuestro hemisferio y ha sido objetivo de todos los presidentes de EE UU desde Ronald Reagan”.

Con esta declaración, se está volviendo a la guerra fría, que tanto daño le hizo a la humanidad. Desde luego, la idea de democracia de Estados Unidos para América Latina es bastante extraña, tiene que ver más con procesos electorales supervisados por agencias de organismos internacionales y de derechos humanos constituidos bajo su óptica.

La democracia, según esta visión, no tiene nada que ver con las condiciones en que vive la población en términos de uso y goce de los recursos que dispone una nación, en la forma como se reparte la riqueza y los servicios públicos.

La democracia es más una visión basada en consideraciones ideológicas. Se mide por la obediencia que un gobierno extranjero tenga con la política estadunidense del momento.

Es difícil entender una posición así, basada más en intereses que en el sentido amplio de la democracia.

Hay un doble discurso, se hace silencio con lo que pasa en algunos países como Haití, por ejemplo, donde existe un Estado fallido, con niveles de pobreza y muertes violentas todos los días; pero se condena y se hace todo lo posible para terminar con el gobierno de Maduro en Venezuela. Independientemente del régimen que gobierne un país, la lucha por la paz y la convivencia armónica entre naciones se vuelve una tarea insoslayable.