Columnistas

Con la poca creatividad y las limitadas capacidades de algunos aspirantes a muchas cosas, lo más probable es que pronto les veremos intentando el parecido que les conceda la efectividad en alcanzar la posición presidencial. Al camino recorrido y meta tocada del nuevo presidente salvadoreño. A su rechazo calculado y propuesta antisistema que le ganara simpatías y adeptos entre quienes entienden la función pública como sinónimo de negligencia y corrupción. Porque en parte así ha sido. Y también porque, sobrando oportunistas, grande es la hambruna, viven de acicatear el desencanto y la desafección con la política, resultando además, versátiles e ingeniosos, en encontrar maneras diversas para profundizarlos.

Estamos curados: aquí hemos visto de todo: patéticos y patéticas remedos rodistas, bufones chavistas, decadentes como fallidos calcos trumpistas , entre otras manifestaciones restringidas de talento y laboriosidad. Hay que estudiar y pensar. Las políticas y los políticos y los pretendientes a serlo están obligados a estudiar, para empezar. A estudiar mucho. Es demasiada la responsabilidad que insisten en asumir. El fomento del odio, la inoculación de tanta amargura, no puede ser positiva y la violencia es el resultado. Si tanto empeño en enfermar las mentes, especialmente las de los jóvenes, fuera destinado a la capacitación política y para la vida, la propia y la de los demás, no tendríamos que estar lamentando el éxodo de fuerza productiva que se aleja de nuestro país. Ni semejante criminalidad. Los políticos y las políticas deben ser eso exactamente. Y trabajar, estudiar y pensar en cómo incidir en que la política cumpla la función para la que fue creada, la búsqueda del bien común. No, no la búsqueda del poder. Eso es solo el medio, el gran objetivo es lograr justicia social indispensable para vivir en armonía y alcanzar los ideales personales y colectivos. Que se eviten groserías, grandeza es lo que Honduras merece de sus aspirantes presidenciales.