La corrupción es como una epidemia que se ha extendido por muchos países y especialmente en América Latina.
El caso Odebrecht, que ha sido denominado el mayor escándalo de corrupción en América, ha estremecido las altas esferas políticas y empresariales y ha afectado a presidentes, expresidentes y funcionarios públicos de 12 países, al descubrirse toda la trama de pago de sobornos utilizada por el conglomerado durante los últimos 20 años. Países como Angola, Guatemala, México, Mozambique, Perú, Panamá, Colombia, Argentina, Brasil, Ecuador, República Dominicana y Venezuela están incluidos en la lista.
En Centroamérica también varios altos funcionarios públicos han sido señalados y enjuiciados y otros que se han asilado esgrimiendo persecución política. Pero los efectos se han extendido hasta los partidos políticos, cuando estamos viendo partidos tradicionales que están perdiendo votos y otros que han desaparecido de la arena política, provocado por el hastío de los ciudadanos ante la corrupción que ha prevalecido por tanto tiempo.
La Cicig y la Maccih, en Guatemala y Honduras respectivamente, están proporcionando asistencia técnica y logística en la lucha contra la corrupción y la impunidad, con avances y retrocesos, pues no es fácil erradicar un sistema que ha prevalecido por muchos años. De hecho, sin importar afiliaciones políticas, se hacen un solo nudo para tratar de defenderse. Algunos académicos que han analizado el tema han llegado a la conclusión de que existen cinco causas por las que la impunidad y la corrupción prevalecen en los países.
Estas son básicamente las siguientes:
1. Debilidad institucional. Las instituciones públicas encargadas de velar por el cumplimiento de las leyes han sido politizadas y, por lo tanto, aunque existan leyes para castigar el delito, las mismas no se cumplen o se aplican selectivamente y son fáciles
de romper.
2. Normas sociales. Existe en la sociedad un ambiente de aceptación de la corrupción como algo inevitable, pues algunos aceptan que está bien hacer ciertos arreglos económicos y políticos por medio de sobornos y dádivas.
3. Falta de contrapesos políticos. No hay una oposición ni un mecanismo efectivo para que los poderes constituidos se supervisen entre sí y, por lo tanto, no existen los imprescindibles pesos y contrapesos.
4. Ausencia de un sistema de rendición de cuentas. No existe una metodología ni una estructura integral que obligue a rendir cuentas de cómo se invierten los
dineros públicos.
5. Impunidad. La falta de órganos autónomos sancionatorios deja sin castigo los actos de corrupción haciendo que la impunidad prevalezca como norma. En la mayoría de los países, la lucha contra la corrupción se centra en aplicar la ley e imponer castigos después de consumados los actos de corrupción. Para los expertos, es mucho más efectivo crear un entorno de prevención, con programas de sensibilización y un sistema educativo que fortalezca principios y valores, como bases para promover un cambio generalizado de actitud.
Como se ha demostrado en otros países, la tecnología también puede ser un instrumento eficaz, al hacer uso de medios electrónicos para tratar de reducir al máximo el contacto directo de los ciudadanos con funcionarios públicos, emulando ejemplos como los de Georgia o Estonia.
Las corrientes de cambio que estamos viendo a nuestro alrededor se están aproximando a nuestro país, impulsadas por una juventud que desea gobiernos que efectivamente promuevan el desarrollo económico y social para beneficio de las mayorías, haciendo un uso transparente, eficiente y focalizado de los recursos públicos y que los corruptos vayan a la cárcel.
Esos recursos que son aportados por los ciudadanos mediante el pago de impuestos deberían servir para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos y proveer servicios de calidad en áreas como la seguridad, la educación y la salud, de tal forma de infundir esperanzas de un futuro mejor para esta y las futuras generaciones.