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Ojalá que llueva justicia en el campo

Hace unos días la caficultura nacional tomó el trago amargo de la nefasta noticia, cuando la Policía italiana anunció el decomiso de un alijo de casi 650 kilogramos de cocaína en un cargamento de café proveniente de Honduras, una de las mayores incautaciones de los últimos 10 años en ese Estado europeo.

La operación tuvo lugar en el puerto de Livorno, en el norte de Italia, y las autoridades calculan que la droga vale unos 148 millones de dólares, según el comunicado.

El contenedor con los costales de café y droga provenía de esta región y transitó por Costa Rica, su destino final era la ciudad española de Barcelona, indicaron las autoridades, el narcótico fue descubierto el 15 de enero.

Nuestro oro negro pasa por momentos críticos, ya que han arrasado con los malos vientos en contra de este rubro a los altos costos que tienen que pagar al “peaje” de la corrupción, por injustificados cobros a entidades gremiales que poco o nada hacen por este sector, además del bajo precio de la aromática sustancia en el mercado internacional.

Los productores hondureños han alegado por años que no existe rendición de cuentas de las aportaciones, por lo que demandan una auditoría a fin de seguirle la ruta a este dinero. Igualmente piden derogar la Ley de Fideicomiso que les hace pagar 13.25 dólares por costal vendido.

Asimismo, de esa bolsa de corrupción, los caficultores cargan con el débil precio a nivel internacional. La gran mayoría del café producido proviene de zonas montañosas, generando más de un millón de trabajos que producen cerca del 38% del Producto Interno Bruto (PIB) agrícola.

Históricamente este beneficio ha significado uno de los principales trabajos para el sostenimiento de la economía nacional. Durante la cosecha 2016-2017 esta nación exportó 9.5 millones de sacos de 46 kilogramos, que generaron al país mil 327 millones de dólares.

El oro negro es la principal ganancia agrícola de exportación que aporta más del 3% al PIB nacional y cerca de 30% al PIB agrícola, este supera en más de $400 millones al banano que mantiene la segunda posición dentro de las principales exportaciones.

“Ojalá llueva café en el campo” decía una canción amarga de Juan Luis Guerra. Dios quiera que llueva justicia también para nuestra población, porque ya no da más, debido a que no ajusta el café para tomarnos un poquito todas las mañanas antes de ir a nuestras funciones diarias; los daños a la caficultura han significado el desempleo de unas 100,000 personas del sector rural que no recibirán ingresos por concepto de corte del grano, ahogada por bancos, deudas de más de 300 mil dólares.

Pero los problemas como la roya, la broca, la calamidad de las carreteras, la corrupción, la crisis y los malos precios son cada vez constantes y pareciera que la clase política se hace de la vista gorda con el propósito de olvidarse de lo que realmente debe interesarle; sin embargo, hay un cúmulo de múltiples problemas acaecidos en estos años y el caos político-estatal persiste y están a la orden del ciudadano.

Por otra parte, los impuestos descarnados que no les cobran a los exportadores excepto a los productores y encima la droga que terminó de endulzar las mafias que por años ha tostado y exprimido al país.