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El vivo a señas…

Se escucha frecuentemente que la inclusión está de moda, y es una pena que se la vea así.

La confusión proviene de lo cada vez más amplia que se vuelve la palabra inclusión y los matices que cobra en los tiempos de mayor sensibilidad en lo que a corrección política se refiere.

La inclusión, esa que permite que todos tengamos las mismas oportunidades o que por lo menos nos aproximemos los unos a los otros, debe ser más bien una cultura, es decir, que primero debemos acostumbrarnos a ella, a normalizarla, a entenderla como parte de nuestro quehacer cotidiano.

La lengua de señas hondureña (Lesho) es una de las respuestas más nobles que se le ha dado a un grupo que por sus limitaciones no puede acceder a mucha información y por lo tanto al conocimiento.

Existe en Honduras desde 2014 una ley que promueva la presencia de intérpretes de Lesho en los actos públicos y en los medios de comunicación, la misma ley deja claro que las universidades son las principales encargadas de la formación de intérpretes, quienes deben estar presentes en los diferentes instituciones que atienden a los formandos que no pueden utilizar la vía oral para expresarse y comprender a los otros.

Una inclusión como esta no puede ser una moda.

Conociendo entonces la importancia de la Lesho en la sociedad, ¿no sería imprescindible que en la educación básica se enseñara por lo menos los comandos básicos de comunicación de la lengua de señas? Que la lengua de señas sea de dominio prácticamente de los intérpretes, de aquellos que no pueden expresarse oralmente y de los familiares de ellos, limita de gran manera el campo de acción de, por ejemplo, una persona sordomuda que, como contempla la ley, tiene derecho a un trabajo.

Y cito el aspecto laboral como podría citar las emergencias, aspectos de desarrollo personal y social de estos hondureños, entre otros.

Debe haber primero una conciencia de la importancia del aprendizaje en la educación formal de la Lesho, labor axiológica que tiene como actores principales a las familias y como ente de irradiación a la educación. Las universidades públicas: Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán y la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, a través de las pertinentes unidades académicas, están dando una respuesta con proyectos que funcionan desde algún tiempo y con proyectos académicos que pretenden dar una mejor respuesta en el futuro a la comunidad de sordos y mudos en Honduras.

Se dirá que es una utopía, que, si apenas se logra aprender español en las aulas de clases, con muchas dificultades, es muy difícil que se logre instruir a los niños y jóvenes en una lengua que no es de uso cotidiano, pero no se puede esperar a que se perfeccione un área de enseñanza para integrar a otras. Además, una población infantil y juvenil formada con este tipo de valores de inclusión e integración será tal vez una futura población adulta más sensible y por supuesto una mejor población.

Y quisiera que no se lo viera a este como un tema menor, porque solemos creer que los temas de las minorías o de las otredades no son importantes, algo como lo que sucediera en aquella alabada novela “Los santos inocentes”, del español Miguel Delibes, en la que quienes ejercen el poder, por la razón que sea, son quienes deciden que es lo importante

y que es lo banal. Un hombre como el señorito Iván (poderoso) decide que el pájaro de Azarías (un pobre sin poder en absoluto y además con limitadas capacidades mentales) no es importante, y lo mata, así este sea lo más valioso que poseía Azarías, lo que más amaba y al parecer con lo único que en realidad podía entenderse.