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¡Qué triste cae la lluvia en los techos de cartón!

Aquel grupo de música trova: Los Guaraguao cantaban esta letra en el invierno político que América Latina atravesaba en los años 70-80, producto de malas política de los gobernantes, pero parece ser que, nuestros políticos, no han estudiado la historia ya que no han aprendido de sus homólogos. El pueblo se cansa, no lo olvidemos.

Hoy, la tormenta ya pasó, sin embargo, esos inviernos de las calamidades sociales aún no escampan; puesto que los pobres siempre tendrán el agua hasta el cuello, cuando llueve en las ciudades tales como San Pedro Sula, La Ceiba y Tegucigalpa, entre otras. Toda el agua que cae formando un mar de lamentos, ahogos de frustraciones y miserias por causa de los malos políticos que día a día nos llevan a un país de ingobernabilidad y con mucha indiferencia hacia los inconvenientes que necesita y requiere esta nación.

Pues las torrenciales tormentas que los últimos días ha inundado avenidas, mercados, hospitales y estacionamientos, creando cascadas artificiales en los cien puentes que tenemos y ha “ahogado” vehículos en plena calle. La paradoja de estas metrópolis es que la intensidad de las lluvias va en aumento y esto genera más problemas en lugar de representar una solución para el abasto de agua que es un desierto total. La culpa de estas tragedias siempre como balde de agua fría le cae a la naturaleza, creyendo que las desgracias vienen de ella misma; no obstante, es de las autoridades que han tomado malísimas decisiones técnicas y arbitrarias, favoreciendo únicamente a ellos.

Los desastres no son fallo de la naturaleza, ni de la lluvia, sino por la mala planificación, así como la politiquería demagógica y la corrupción que tanto deterioro hace a la población y, es obvio que, estas dificultades dañan a los que menos tienen.

En esta localidad no existen políticas públicas claras sobre el atolladero del hábitat, lo que hay son reglamentos hechos con favores de los politiqueros que ponen servicios básicos como techos de lámina, puestos solo con promesas baratas y no protegiendo al ciudadano, fogones ardiendo de palabrerío y pisos encementados con la verborrea sagaz de las futuras elecciones; donde permiten invasiones en zonas de alto riesgo, asentamientos humanos que les llaman, que de humanos no tienen mucho, por el inframundo de miserias donde viven gracias a los favores políticos que alaban esas prácticas con la sonrisa educada por el delito cómplice a cambio del voto que los lleva a ganar y donde generan más desdicha.

Aquí todo se hace artesanalmente, sin planificación en la gestión de riesgo de proyectos, asimismo, sin diseñar actividades con el fin de identificar, evaluar y cuantificar el nivel de amenazas, vulnerabilidad y daños ante tormentas, aguaceros o simples chubascos que puedan dañar la frágil infraestructura de este pueblón.

Todo esto, más los malos hábitos y la falta de educación de la ciudadanía que causan la saturación de basura que lanzan en las calles dando lugar a desbordamientos en la alcantarilla y desagües que afectan avenidas, bulevares y casas, etc. Es así como los cauces llenos de basura y las calles tapizadas de deshechos son un conflicto de falta de sensibilización y conciencia por parte de la población que ha emulado la inoperancia y la frialdad de sus gobernantes.

Por consiguiente, este problema es grave y afecta las bases mismas del desarrollo. Es un tópico que requiere que todos prestemos de atención, si es que queremos avanzar a un progreso con equidad e igualdad de condiciones sociales que todo Honduras necesita

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