Columnistas

El 197 aniversario de la independencia patria nos encuentra entre la ilusión del futuro y el temor del presente. Ante la voracidad de dirigentes. El poder de la nación les es solo otra meta. Satisfacción del ego. Lo importante es mandar y lucrarse. Dirigentes sin grandeza, de la que volviera inmortales a nuestros próceres. Dirigentes en y fuera del poder. En una nación sometida por la corrupción, nadie es corrupto. Y si llegan a ser señalados, se les acompaña en su pesar. Malversaron bienes y se les aplaude y pueden ser referentes de honestidad. Modus operandi efectivo. Cuando pudieron se dedicaron a figurar y a usufructuar el poder, como cualquier otro corrupto. Punto. No, son peores, porque han jugado con la buena fe del hondureño, enalteciéndose a sí mismos como paradigmas de honradez sin serlo. Cuando pudieron, hicieron lo mismo, se quedaron con los dineros del pueblo y habilidad demostrada, subyugan instituciones y conciencias. Y hasta rotulan a inocentes como ladrones y extranjeros, les creen. Tácticas que les han funcionado para ocultar sus propios delitos. Cuántos no son culpables y cuántos lo son sin ser juzgados, ni siquiera investigados. No hay cohecho ni negligencia, es que son tantos los corruptos con todo tipo de cinismo y tan pequeña y frágil nuestra institucionalidad que a unos se castigan con condenas sociales que no legales, injustamente, y otros quedan felices en la impunidad. Y son machos… para engañar mujeres y desprestigiar a cuanta sea posible. Farsantes. Criollos y extranjeros les creen. Adoradores del barro. Integridad es lo que falta, pero en nuestros dirigentes, no en el pueblo, el que se esfuerza por superarse y el que sale adelante. El enojo, la desesperanza, por la Providencia Divina, solo nos duran un rato. Y volvemos a creer en que un mejor futuro espera a nuestra Patria. Y mejores dirigentes, por fin, serán honestos, trabajadores y visionarios. Y volvemos a orar y a trabajar. Por nuestra Patria. Por nuestra Honduras, ¡la más amada!