Columnistas

La educación que falta y loa aplazados que sobran

Debería escandalizarnos, preocuparnos, la cantidad impresionante de alumnos que no lograron pasar el curso escolar, y para mayor desgracia, los que sí aprobaron, demuestran en asombrosa mayoría, una deficiencia desoladora en las materias de español y matemáticas. Convencidos, como estamos, que la educación es la salida del subdesarrollo, entonces, estamos fregados.

En muchas cosas un cuatro por ciento es poco, pero en repitencia escolar es demasiado, nos acentúa la pobreza y nos embarga el desarrollo. Como no todo mundo tiene acceso a la escuela y al colegio, los que están deberían aprovecharlos; sin olvidar que no basta el aula, que asistir a clases, hacer las tareas y estudiar para examen se deciden en el hogar. Es obvio que, junto con la indiferencia familiar, las situación del país también dificulta la educación; en barrios que se entenebrecen por la necesidad y el vicio.

Los datos que publicó EL HERALDO nos llenaron de perplejidades: en los últimos tres años casi doscientos mil alumnos del sistema público reprobaron el curso, con un aumento revelador. Y para rematar, un informe del proyecto Mejorando el Impacto al Desempeño Estudiantil de Honduras (MIDEH) refleja que entre los alumnos hondureños las matemáticas y el español se codean en la mediocridad. Es sabido que estas dos materias son esenciales para el desarrollo cognitivo y si no las superamos ¿entonces qué?

En una tienda con descuentos, unos zapatos de mil lempiras al 30% menos: fácil, salen a setecientos; pero desconfiamos de nuestra lógica y en la calculadora del celular corroboramos la cifra. No vamos por ahí sacando raíz cuadrada, recordando números primos, haciendo ecuaciones ni calculando el número Pi; por eso muchos creen que las matemáticas que enseñan en el aula no sirven para nada, o algunos más generosos piensan que no tienen aplicación práctica en su vida.

Y están los que teclean “TKM” porque convinieron perezosamente que quiere decir “Te quiero mucho”, seguido de una infinidad de signos para suplantar las palabras, y llegan a pensar que tampoco precisan de la ortografía y la gramática, pues se comunican más o menos bien con su práctica descuidada y aunque maltraten el idioma. Se nota insolente en sus incursiones en Facebook, WhatsApp o en tantas opciones para expresarse.

Probablemente esto es producto de la mala educación de los hondureños, que hacen las cruces al español y a las matemáticas y desdeñan su utilidad. El sistema educativo no puede enseñarlo todo y olvidó lo esencial: desarrollar el deseo del saber, el afán del conocimiento. Si las personas siguieran formándose personalmente, leyendo, aprendiendo, seguro que no tendríamos tantos profesionales incompetentes, y la desidia y la mediocridad no serían tan normales.

Mientras sigamos creyendo que la educación solo es para conseguir un buen trabajo, mientras inculquemos a los niños que deben estudiar para ser buenos empleados, seguiremos igual. El estudio tiene que ir más allá, tiene que ver con la construcción de una persona, con la consolidación de un individuo, que logre entender el mundo, para que se entienda a sí mismo.

Nada más y nada menos que para eso sirven las matemáticas: para el pensamiento lógico, el razonamiento ordenado, la capacidad de abstracción, la predicción, la confianza en sí mismo. ¿Y el español? Por favor, si no conoce el idioma se pierde la mitad de la misa. Leer comprensivamente abre la imaginación, la creatividad, el entendimiento, la crítica, mejora las relaciones interpersonales y facilita los afectos, la moral, la ética. Si en estas dos materias estamos escasos, sobran las explicaciones de por qué estamos como estamos.