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El pionero y padre fundacional del cine hondureño

Un más que merecido homenaje póstumo lo constituye el libro “Sami Kafati: un homenaje a su vida y a su obra (2017)”, editado por Paul Martínez y Evaristo López Rojas, quienes juntos a René Pauck se han dedicado acertadamente al rescate de este valioso compatriota, quien en vida no mereció los reconocimientos debidos a su notable trayectoria, pero sí en el exterior, paradoja que no es la excepción a la regla en nuestro medio.

Este libro constituye otro acierto editorial de la UNAH, como lo es también “Proceso de nahuatlizacion y nahuatlismos de uso en Honduras”, por el filólogo Atanasio Herranz. Ambas obras contribuyen al rescate de la endeble identidad nacional.

Kafati invirtió su talento, voluntad, entusiasmo y patrimonio personal en el séptimo arte, contando con la entusiasta y desinteresada colaboración de un grupo de jóvenes, hoy realizados en diversos campos culturales, que asumieron sus proyectos cinematográficos como propios. Gracias a esa alianza fáctica es que se concretó el primer cortometraje hondureño, “Mi amigo Ángel” (1962), con fuerte carga social, interpretado por actores y actrices sin ningún entrenamiento formal en actuación. En su momento su proyección fue recibida, en el medio local, con más denuestos y condenas que elogios, sintomático este recibimiento de la intolerancia y maniqueísmo aún prevalecientes.

Sami profesionalizó su talento en Italia, con posterior estadía en el Chile de la Unidad Popular, en donde filmó el documental “Neruda: hombre y poeta”. Al retornar a su patria continuó su labor creativa, a despecho de las limitaciones técnicas y financieras, con estos aportes: “Independencia de Honduras” (documental); “Agua, vida y desarrollo” (documental); “Proyecto Guanchías” (documental); “Proyecto Aguán” (documental), “Acueductos rurales” (documental); “El despertar del Kukulcán” (documental); “Lucha por la salud en Honduras” (documental); “Bosques y maderas de Honduras” (documental); “Escuela de Ciencias Forestales” (documental); “Rescate de los bosques de Honduras” (documental); “Proyecto de Concepción” (en etapa de filmación); “No hay tierra sin dueño” (película), proyectada en el Festival de Cine de Cannes, con elogios de la crítica especializada, filmada cuando la aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional cobró un saldo trágico de más de doscientos asesinados.

Su cosmovisión marcadamente humanista se refleja en toda su obra, a partir de “Mi amigo Ángel”, con una Tegucigalpa de fondo indiferente cuando no hostil respecto a la diaria supervivencia de las y los marginados. Ramón Amaya Amador también supo captar literariamente ese trasfondo trágico en su novela “Cipotes” y Roberto Sosa con su poema Tegucigalpa: “...Aquí siempre se es triste sin saberlo. Nadie conoce el mar ni la amistad del ángel. Sí, yo vivo aquí, o más bien muero. Aquí donde la sombra purísima del niño cae en el polvo de la angosta calle. El vuelo detenido y arriba un cielo que huye... Pero tu eres distinta: el dolor hace signos desde todos los picos, en cada puente pasa la gente hacia la nada y el silbo del pino trae un eco de golpes.

Tegucigalpa, Tegucigalpa, duro nombre que fluye dulce solo en los labios”.