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Hartazgo: saciedad excesiva que causa fastidio o aburrimiento. El 1 de julio de 18, el mexicano Felipe Chao Ebergenyi escribió: “El hartazgo, frustración o cólera social que vivimos es producto de dos factores: primero, por la sobrecarga de expectativas y exigencias a que se ve sometido el gobierno y, segundo, por la incapacidad del gobierno de responder eficazmente a esas expectativas y exigencias.

Esto es, la demanda social es excesiva respecto a la capacidad del sistema político y económico para dar respuesta”. Incuestionable.

Nuestra inseguridad, inequidad e injusticia provocan el hartazgo que tiene la población ante la inveterada costumbre de dimes y diretes de la subclase política que nos ha gobernado desde hace muchos años y que permanentemente sostienen entre ellos diferencias, no ideológicas, sino por el control del poder, con desboque continuo de los portavoces partidarios, que nos agotan con ese espectáculo sin principios. Ni fin.

No hay regeneración política, los mismos con la misma falta de moderación y prudencia con escaso entendimiento y abundante ignorancia para replantearse y sin capacidad para discernir ni disentir prevaleciendo la mediocridad, el egoísmo y la corrupción que campea y controla su actuar político. Sin duda.

La elección del fiscal es otra bofetada para el pensante. Innecesario embrollo para descalificar capacidad y honor de los aspirantes exhibiéndolos ante una sociedad necesitada de actuaciones serias y meritorias de sus autoridades. El de la CSJ, deslució -como siempre- su investidura con una perorata inapropiada e inoportuna donde demeritó a los “reprobados” y endilgó méritos a sus escogidos que entregó al Congreso Nacional, para que los irrespetaran imponiendo al conveniente previamente escogido. Ilegalidad prolija. Dos personajes con delirio de figuración hablan “bellezadas” de su reelecto fiscal de “cinco estrellas” y nos estrellan a un individuo que dicen cumple -selectivamente- su obligación y nos oculta la verdad del silenciado fiscal adjunto que antes de la acusación, era un pretencioso sin igual. ¿Por qué lo callaron, protegieron y pagaron su demérito? Eso es corrupción compartida. Sin justicia. Sin estrellas.

El traído y llevado diálogo tiene siete meses y los supuestos dialogantes no saben qué es dialogar, cada quien jala agua para su molino, ninguno piensa ni siente por Honduras. Así ha sido siempre. ¿De qué se asustan?

Los convocantes y el moderador deben estar impresionados con el poco seso del vaquero, del saltimbanqui sin agudeza y del rector del fracaso liberal, que sintiéndose indispensables e insustituibles por ser copartícipes del desastre de país que sufrimos, retardan el encuentro condicionándolo a su mezquindad cívica. Así no se dialoga. Estamos perdiendo nuestra patria y estos antipolíticos fomentan la desilusión y el hartazgo ciudadano que frustrado con esa paria política incapaz, sectaria, sin credibilidad y menos legitimidad por su creciente narcisismo, codicia y desbordada pasión por gobernar lo que no pueden. “El ansia de protagonismo de los políticos, su megalomanía, es tan desaforada que ni siquiera se percatan del espantoso ridículo que harían en cualquier país civilizado”. Sin vergüenza.

Ya no esperamos nada de los políticos, lo que han provocado no tiene límite al insistir perpetuar su sobrevivencia en medio de la incapacidad y corrupción que propician y nos consume, sin defender a Honduras antes que se desquebraje irremediablemente y se vuelva violento nuestro hartazgo.