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Sin que lográramos descifrar cuáles eran los intereses reales en la permanencia en el cargo del actual fiscal general, concedimos el beneficio de la duda a ingenuidad y a nobles intenciones que animan a sus promotores.

Los logros en algunos campos de la competencia del Ministerio Público es de ecuanimidad el aplaudirlos. Pero esas son las expectativas que deben ser atendidas. Es más, es de esperar que los servidores públicos se esmeren en cumplir eficientemente con la totalidad de todos los campos constitutivos de la función que buscan y les es encomendada.

No puede entenderse que porque alguien en una coyuntura realice su trabajo, por el que es convenientemente remunerado, se amenace el fortalecimiento institucional al impedir la evolución del proceso correspondiente.

Atribuir a un ser humano caracteres de insustituibilidad es injusto para él mismo y para una sociedad frustrada pero siempre esperanzada en un futuro mejor. Nadie es insustituible. Todo ser humano -lo que sí es- es perfectible.

A pesar del origen irregular como penoso de su nombramiento, el fiscal Chinchilla tuvo la oportunidad de reivindicarse y la aprovechó. Se le otorga el merecido reconocimiento y se le brindan las gracias por los servicios prestados.

La convocatoria a la integración de la Junta Nominadora de los candidatos a nuevos titulares del Ministerio Público es lo que ahora debe concitar el interés y el compromiso de toda la ciudadanía. La representación del pueblo tiene que ir en espiral ascendente, tanto en efectividad como en credibilidad.

Para ello, la Junta Nominadora debe asegurar la transparencia del proceso de selección de las cinco nominaciones a ser enviadas al Congreso Nacional. No solo que dé como resultado la idoneidad de las cinco postulaciones, sino también el que propicie la participación de aspirantes de méritos reconocidos, disuadida en el pasado por la desconfianza en el proceso. La elección del fiscal nos incumbe a toda la hondureñidad. ¡Vigilémosla!