Columnistas

Peligra el liberalismo

Luis Zelaya, responsable directo de la peor derrota electoral del Partido Liberal, ahora ha iniciado una peligrosa cruzada al interior de su institución.

Durante la campaña asumió una errónea estrategia de extrema cercanía con el partido Libre, en lugar de convertirse en el moderador de los ánimos políticos nacionales y proponer alternativas de gobierno inteligentes y factibles, se sumó a la agenda del odio y la confrontación promovida por los socialistas del Siglo XXI.

Algunos se preguntarán ¿por qué Luis Zelaya despersonalizó a su partido? La respuesta la tuvimos primero en la madrugada del 26 de noviembre, cuando de manera irresponsable y precipitada declaró ganador a Nasralla.

Dos semanas después, en conferencia de prensa el excandidato y presentador de la televisión dijo que haría un gobierno de integración, incluyendo en sus ministerios a personas del Partido Liberal, obviamente de confianza del exrector.

Es más que obvio que Luis Zelaya maneja una agenda oculta que lo liga estrechamente con la Alianza de Oposición. Sigue testarudamente atado a las estrategias del partido Libre, sepulturero del Partido Liberal, qué miopía la de este aprendiz de político.

En lugar de desmarcarse, ser una fuerza de equilibrio, que promueva el diálogo y el reencuentro de los hondureños, se suma torpemente al desconocimiento de los resultados electorales presidenciales, que paradójicamente cada vez son reconocidos por más y más países amigos.

Luis Zelaya ahora inicia la aplicación de otra errónea estrategia al interior del Partido Liberal. Utiliza el argumento de querer hacer las cosas distintas al pasado, cuando los diputados y alcaldes se plegaron al partido de gobierno, lo cual no está mal.

El problema no es ese, sino que va a prohibir que ningún líder de su partido hable o se sume a iniciativas que no sean aprobadas por el Consejo Central Ejecutivo, o sea, por Luis Zelaya. El que se salga de esa “línea” corre el peligro hasta de ser expulsado.

Este comportamiento político torpe, arrogante y dictatorial atenta contra los elementales derechos civiles de los dirigentes y funcionarios públicos liberales, contradice la filosofía y práctica histórica de esa institución.