Columnistas

A dos semanas de haberse iniciado un prediálogo nacional y a solo tres de la toma de posesión presidencial, la posibilidad de un acuerdo nacional resultado de un verdadero diálogo corre peligro.

La alternativa de juntar actores sociales, económicos y políticos para dilucidar sus diferencias e identificar sus afinidades en diálogo incluyente y visionario, parece taimarse. Hay que evitarlo. Cueste lo que cueste. Ceder es lo mínimo que se espera de las partes encontradas. Pero a estas alturas, con el tiempo en contra, la participación de la oposición es indispensable y urgente, pero un problema es que sigue ausente.

Todo el despliegue mediático gubernamental aún no dota de credibilidad las jornadas llamadas prediálogo, como para convencer a la oposición y a otros actores influyentes a sentarse y fusionar sus intereses partidarios y personales para impulsar los de Honduras.

Es entendido que no hay que esperar disposición al diálogo de un sector de esa oposición, el mismo que mucho antes de las elecciones anunciara fraude y desconocimiento de los resultados electorales, pero que igual participó. Si no ganan en las urnas encuentran la manera de ganar en el caos. Y perjudicar a toda la nación. A su adversario político no lo dañan.

Vuelve a ser Presidente. Los culpables ya están identificados por el pueblo. No solo son nacionalistas. Nos dañan a todos los demás. Existe conciencia de las bondades de un diálogo nacional y de la necesidad de implementarlo.

Un diálogo con credibilidad que resulte propicio al reencuentro y la suma de esfuerzos con los que identificar los objetivos nacionales. El diálogo no legitimará la reelección ya consolidada aunque haya sido legalizada por el Tribunal Supremo Electoral y reconocida por la Comunidad Internacional, pero nos traerá paz.

Corre peligro el propuesto diálogo y corremos peligro nosotros y las futuras generaciones. Cueste lo que cueste, debe realizarse el diálogo nacional y para ello debe dotársele de credibilidad.