Los planes que pudo haber fraguado en su mente enajenada se quedarán a medio camino para él, desde eternizarse en el poder al manipular las leyes y la democracia hasta proponerles a los camaradas que idearan ejecutar su propio asesinato ante su inminente muerte por cáncer.
Los falsos sueños de ciertos venezolanos incautos se desvanecen en medio de radioterapias oncológicas de Hugo Chávez, sus maliciosos silencios ocultando la verdad y sus rezos de arrepentido hipócrita, pidiéndole salud al Dios que ignoró en el pasado, pero no rogó un perdón por su crueldad y egoísmo, solo imploró por su vida para continuar el pérfido plan de ser un emperador del mal.
La arrogancia y la soberbia mueren poco a poco en una sofocante habitación hospitalaria, cada vez que corre a donde sus secuaces comunistas en Cuba para que lo mimen como a pupilo travieso, mientras sus asociados en Venezuela se reparten la torta antes de que otros insensatos den un golpe de Estado.
¡Cuánto duele Venezuela!, país atrapado en un destino injusto, rico en petróleo que perdió su fortuna por culpa de un hombre perturbado y ególatra que parece no entrar en razón.
No se ilusionen los opositores que con su muerte llegará el fin del chavismo. Es tan bueno el negocio y caló tan hondo en las mentes de codiciosos burócratas, que perdurará como un carcinoma con metástasis persistente entre el pueblo empobrecido por años de tiranía política y social, que solo ambiciona recibir beneficios.
Para aliviar esta enfermedad heredada a la fuerza, los venezolanos chavistas tendrán que sacudirse de la profunda pesadilla en unas elecciones renovadoras, logrando el cambio con un gobierno justo, participativo y realmente democrático, que obre sin venganzas ni rencores.
No hay que olvidar lo que ha pasado. Que se sepa la verdad sobre hechos como los contados por el exmagistrado del Tribunal Superior de Venezuela, el juez Eduardo Aponte, quien fue un eficiente cómplice del régimen y ahora ofrece su testimonio para salvar la vida, oliendo tiempos nefastos por venir, refugiándose en los Estados Unidos y volviéndose soplón de la agencia antidroga (DEA).
Sus revelaciones evidencian lo que hemos venido diciendo quienes analizamos el tenaz proceso que ha sufrido Venezuela desde que Chávez asumió el poder en febrero de 1999. Aponte confesó secretos que muchos conocían sobre la manipulación de la justicia, dando pruebas de un gobierno corrupto, narcotraficante y asesino, que utiliza la ley, urdiéndola para atemorizar y consolidarse.
Se confirma que en Venezuela hay un poder concentrado en el Ejecutivo y la nación va encaminada hacia el totalitarismo. Demuestra que la justicia no ha sido ciega ni sorda. Ha visto y escuchado por los ojos y oídos del dictador y ha impartido órdenes a través de él.
¿Qué más quiere saber el mundo? No se puede permitir que Chávez se recuerde en el futuro como un mártir y un redentor cuando no lo ha sido.
Chávez está muriendo y con él no puede agonizar la patria. En manos de los ciudadanos que padecen de un temor implantado por el régimen, está el llevar al país hacia una época de prosperidad, conciliación y justicia real que tanto merecen.