Cartas al editor

El presagio

Yo siempre tuve una rara sensación cada vez que visitaba el muelle, también soy algo paranoico, tengo que admitirlo, por eso casi no solía visitar ese lugar, en Semana Santa siempre se ahoga más de uno allí y cuando se armaban peleas habían muchos heridos, hasta que un día decidí no volver más, evitaba pasar por ese hermoso lugar que me traía tanta paz recién llegado a esta ciudad, me encantaba ir a ver los atardeceres, pero siempre que iba un par de cuervos surcaban el cielo y me hacían sentir incómodo.

Pasaron tres años desde que pasaba de lejos por la entrada de aquel muelle que quemaron en el 93, y cuando me alejaba de la entrada empezaba a latir con normalidad mi corazón, siempre que pasaba cerca observaba el cielo, y aunque no soy tan perspicaz, no volví a ver más a ningún cuervo, pero esa extraña sensación siempre me acompañaba.

Un día que mi madre vino de visita porque ya casi era mi cumpleaños me dijo: Vamos al muelle, hace mucho calor y pues vengo a relajarme. Me quedé pensando un momento, pero ¿cómo le decía que no? Además al miedo hay que enfrentarlo y yo hace mucho le había dado la espalda.

Emprendimos camino, yo vivía a unos cuantos metros del mar, y mientras me contaba cómo estuvo el viaje, conforme nos acercábamos a nuestro destino comencé a sentirme nervioso, entonces logré persuadirla para que no notara la angustia que en aquel momento caminaba por todo mi cuerpo, y que me subía desde la punta de los pies hasta la cabeza, y dije: Vamos a tomar algo yo tengo mucha sed, e imagino que usted también.Pedí una botella de agua de coco, estaba muy dulce y helada, esa es el néctar de los dioses. Ella pidió otra.

Conversamos hasta que cayó la noche, entonces me armé de valor y continuamos a nuestro destino, y por fin, llegamos al muelle. El mar se veía imponente, la noche estaba espesa, me adelanté hasta la punta y entonces... Noticia de último momento, a plena mañana encuentran un cadáver debajo del muelle carcomido por los cuervos; la víctima era un hombre... (Cuento)