Cartas al editor

Dañinas discrepancias

Antes de comenzar, dejaré claro que yo crecí en una de las dos religiones de las que a continuación hablaré, pero que debido a mis lecturas, y al ver las diferencias que hay para mí entre una y otra, pues Dios no es religión, y aunque congregarse es importante, aún no encuentro un líder que me convenza de volver a las cuatro paredes a las que muchos erradamente llaman iglesia.

Vamos a comenzar con los fanáticos religiosos católicos, ellos se sienten dueños de la verdad absoluta, diciendo que la iglesia de ellos es la principal porque es la primera iglesia y que además la fundó Jesús por medio de Pedro, pero ¿cuántas muertes ocasionó la Santa Inquisición? ¿Cuántos Papas cometieron adulterio y se lucraron de la Iglesia? Hasta el padre Reyes mandó a sonar las campanas de toda Honduras al saber que habían fusilado a Morazán en Costa Rica, y dicen que, rezando cincuenta padres nuestros y cincuenta aves marías los pecados serán perdonados, y esto sin mencionar el egoísmo que existe a lo interno, los líderes de los grupos juveniles, del coro, etc. No permiten que nuevas personas se acerquen para formar parte, mucho menos para liderar.

Por otra parte, los evangélicos atacan a los católicos por adorar estatuas (santos) y se saben los evangelios y salmos de memoria, pero hay muchísimos pastores que se han hecho ricos gracias al diezmo, y dicen que Dios les reveló en sus sueños la casa y el auto del año que ellos deben tener, y sin mencionar a cuantas menores de edad han embarazado, no toleran tampoco a los testigos de Jehová, y le llaman sectas a esas otras religiones minoritarias acá en el país, tampoco bailan porque eso no está en la biblia, muchos líderes inculcan hasta la forma de vestir para ir a la iglesia, pero yo creo que a Dios le importa más cómo vistas tu corazón a como vayás vestido a la iglesia.

La primera bautiza a los niños de pequeños, la otra dice que debe de ser ya cuando uno esté grande, el caso es que ambas se creen dueñas de la verdad absoluta. Se encargan de juzgar y criticar, ¿eso hizo Jesús?