Cartas al editor

Violencia y política

Desde tiempos ancestrales la violencia y la política han estado estrechamente vinculadas. Cuando el gobernador Poncio Pilatos le consultó a las masas “¿A quién quieren que les suelte: a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?”, usted no dude que ese fue un acto político (plebiscito), y de hecho su crucifixión tuvo motivos y matices políticos.

En tiempos modernos, los asesinatos de líderes como Martin Luther King, John F. Kennedy y su hermano Robert, fueron obra de la violencia política. La envidia, la ambición, los celos o simplemente la adicción al poder son algunos de los factores que generan la violencia. “Tú también, Bruto, hijo mío” es la famosa frase pronunciada por el dictador de Roma Julio César cuando fue asesinado por un grupo de conspiradores en el Senado.

Los actos que en contra de la oposición está realizando Daniel Ortega en Nicaragua son actos de violencia política. De igual forma, el fusilamiento de Francisco Morazán, los actos del 9-11 en NY y el asalto al capitolio en Washington. En ese sentido es el elector el que debe utilizar su sentido común para saber reconocer quién es un líder negativo y quién es uno positivo. El liderazgo negativo se basa en conseguir los objetivos a cualquier costo, incluso, aunque afecte negativamente a los integrantes de la organización política a la que representan o a la sociedad a la que le sirven. En cambio, el liderazgo positivo es una habilidad de aquellas personas que logran que todos hagan sus tareas en beneficio del grupo, es decir del bien común.

En Honduras nos hemos equivocado en reiteradas ocasiones a la hora de votar y hemos tenido malos gobernantes, diputados y alcaldes. El llamado de la Iglesia Católica para que no votemos en plancha ni reconocidos políticos corruptos y que meditemos muy bien nuestro voto, es una convocatoria sabia para que no tropecemos de nuevo con las mismas piedras.