La expresión “maestros de la sospecha”, aplicada a tres figuras tan heterogéneas entre sí como Karl Marx (1818-1883), Friedrich Nietzsche (1844-1900) y Sigmund Freud (1856-1939), fue acuñada por Paul Ricoeur (1913-2005).
La escuela de la sospecha, al decir de Paul Ricoeur, tuvo tres maestros: Marx, Freud y Nietzsche. Los tres negaron la libertad humana, cada uno según su obsesión.
Marx nos enseñó a sospechar del libre albedrío porque todos somos rehenes de nuestra clase económica.
Freud nos explicó que lo único libre en nosotros es el subconsciente, porque la sociedad reprime nuestros instintos cuando estamos despiertos.
Y Nietzsche nos señaló las cadenas de nuestra debilidad moral, que frustran nuestra vocación de superhombres.
Hoy sabemos que los tres se equivocaron dramáticamente, pero sus mitologías parecen inmortales.
¿Quién será tan aburrido de preferir los hechos disponiendo de ficciones tan excitantes?
Nuestro cerebro ve lo que quiere ver y no lo que tiene delante ya no es una novedad científica, pero el 2020 la ha elevado a novedad política.
Para este año se prevé que los pulmones que inflan la burbuja de la sospecha sigan soplando. Hoy no creemos en la libertad, pese a que nunca nos ofrecieron más opciones; ni en la prosperidad, pese a que ninguna generación disfrutó de tantos bienes; ni en la paz, pese a que jamás vivimos más seguros.
No es libre ningún periodista, porque todos reciben la consigna que condiciona su empleo.
No es honrado ningún político porque protege su interés de pelaje, vieja o nueva. Un autor de éxito no puede serlo de mérito.
Nuestra sociedad al completo es un teatro de marionetas.
¿Quién maneja los hilos? Escoja usted al candidato que más sospechas le infunda: se siente más cómodo sospechando que fuera de la cueva el mundo está lleno de pendejos sinvergüenzas que planean joderlo.
Debemos sospechar.