Cartas al editor

Hay dos grandes días en la vida de una persona: el día en que nace y el día en que descubre para qué.

Todos fuimos creados para poder cumplir un propósito en la Tierra. Hay de aquellos afortunados que encontraron su propósito en la vida a muy temprana edad y tomaron la decisión firme de poner cada átomo de su cuerpo en esa visión que tanto los apasiona, pero también están los otros quienes no saben por qué vivir, quienes aún no saben para qué Dios los formó desde el vientre de sus madres y deambulan en la vida sin razón alguna.

He escuchado a amigos decir: Bueno, que pase lo que tenga que pasar. Es un grave error creer estas palabras, tu vida no es una carta al aire.

La vida es algo intencional, la vida se provoca y uno es quien decide qué es lo que quiere ser y cómo lo va a lograr.

Hay una pregunta que siempre está en mi memoria y es: ¿qué te gustaría que colocaran en tu lápida el día que te toque bajar al sepulcro?

No naciste por un error, tu vida no es un error, pero sí será un error si piensas que no naciste para algo grande.

Dios quiso que nacieras por un gran motivo.

Si respondiste esta pregunta con facilidad, te felicito porque sabes para lo que fuiste creado, pero si aún te cuesta horrores responder esta interrogante porque desconoces tu destino, déjame decirte que sí lo hay, y es uno muy especial diseñado para ti; pero lo tienes que encontrar, ¿qué es lo que te apasiona tanto que con todo gusto lo harías 24/7 sin que te tuviesen que pagar un tan solo centavo?

Tu vida aún no termina y tienes el poder para redireccionar tu camino, pero como todo sueño tendrás que pagar un precio muy alto para obtener tu anhelo dorado.

Si puedes creer, al que cree todo le es posible (Mc 9:23).