Cartas al editor

Honduras y su 'máxima seguridad”

El poder y el control y gestión de la seguridad son elementos presentes de forma constante en nuestra sociedad y en las instituciones del Estado. La gestión del comportamiento de la ciudadanía y la actuación según unas normas de convivencia más o menos pactadas y aceptadas por el conjunto de la sociedad es llevado a cabo por diversos agentes a lo largo de nuestra vida. Dicha vigilancia y control serían analizados.

Y a esto se le llama el panóptico, en sí es una forma de estructura arquitectónica diseñada para cárceles y prisiones. Dicha estructura supone una disposición circular de las celdas en torno a un punto central, sin comunicación entre ellas y pudiendo ser el recluso observado desde el exterior. En el centro de la estructura se alzaría una torre de vigilancia donde una única persona podía visualizar todas las celdas, siendo capaz de controlar el comportamiento de todos los reclusos.

Nuestras cárceles no son sanas, limpias ni seguras. Condiciones de inhabitabilidad, hacinamiento, deficiente atención de la salud (física y psíquica), dificultades para acceder a los distintos niveles educativos (provocado en algunos casos por la inexistencia de políticas públicas al respecto, en otros por la disposición del servicio penitenciario), problemas alimenticios, escasez de destinos laborales y arbitrariedad de un servicio penitenciario.

En la realidad carcelaria “catracha” impera las lógicas de enfrentamiento de los pabellones comunes, los modelos correccionales e incapacitantes se mezclan tornando dificultoso el ejercicio de reconocer una prisión estrictamente correccionalista o incapacitante. Lo que sí podemos es realizar una distinción de perfiles institucionales que se acercan más a uno que a otro.

“Aquella no era una cárcel, era una universidad del crimen. Entré con un bachillerato en marihuana y salí con un doctorado en cocaína”. George Jung. Si hay algún parecido a nuestro entorno es porque son seres humanos los que administran estas prisiones.