Cartas al editor

La subsistencia de calle

El popular “arbolito” de La Plazuela en Tegucigalpa es el centro de trabajo diario de María Estela, quien a sol y agua y, por encima de las estridencias de los cobradores de buses, ¡La Sosa! ¡La Sosa! ¡San Miguel, vengan!, ¡súbanse! El ulular de las patrullas policiales “¡Uhh! ¡Uhh! ¡Uhh!, y los gritos de la gente, se escucha el amable anuncio de doña María Estela: “¿Cuántas va a llevar, tito?, ¿cuántas, amor, cuántas?”, para promover la venta de sus apreciadas tortillas.

María, como cientos de migrantes rural-urbanos, vino a Tegucigalpa a los 26 años, en 1974, junto con su esposo y cuatro hijos, por razones laborales del jefe de familia, en un circuito residencial cambiante desde Valle de Ángeles, aldea La Sosa, y colonia Nueva Suyapa, hasta terminar actualmente en la aldea periférica de Tegucigalpa, de Río Abajo. Ella vive sola, a los 61 años. En su vida social María indica: “Nunca he participado en ningún acto religioso ni mucho menos político”. Por lo consiguiente, en ninguna organización de patronato, junta de agua u otras comunitarias”. El horario en la vida cotidiana de esta antigua tortillera señalaba que “yo me levanto a las cuatro y media de la mañana a echar tortillas hasta las 9:30, y luego me vengo a venderlas, llegando a Tegus a las 11:00. A la una, cuando termino, me voy a comprar el maíz al mercado. Me tardo dos horas. Luego llego a mi casa, me quito los chirrajos (vestuario) y me voy a buscar leña”. El tiempo libre es casi inexistente para Estela, pues según ella; cuando estaba en su casa siempre buscaba qué hacer. “A veces me iba donde mi hija que vive en Danlí”. Doña María, con experiencia en dos ambientes de vida, reflexiona sobre las contradicciones del cotidiano rural-urbano de esta manera: “La vida del campo es muy diferente. Por ejemplo, allá no vendería ni una tan sola tortilla. Aquí todo se vende; y si usted busca la vida, usted consigue su diario”. Al ser indagada por esto, ella respondió: “Algunos hondureños son haraganes. No les gusta trabajar. Honduras es bella, lo que sucede es que algunos no quieren o no les gusta trabajar”.