Cartas al editor

La licencia de conducir

Recientemente saqué mi licencia de conducir y, como requisito indispensable, recibí la capacitación que brinda la Dirección de Tránsito.

El grupo del que formé parte era en su mayoría de jóvenes, muy jóvenes, emocionados y nerviosos por las pruebas teórica y práctica para optar a la licencia. En la capacitación nos mostraron unas escalofriantes y crudas imágenes de colisiones y atropellamientos.

Todos nos estremecimos y creo que por un momento tomamos conciencia de la responsabilidad y del peligro tan grande que implica conducir un vehículo, sobre todo un carro.

Por eso, cuando voy manejando y veo a taxistas, buseros y conductores de carros particulares manejar a exceso de velocidad, sin respetar los pasos cebra, cruzando el semáforo en rojo, estacionándose en la acera, acelerando cuando un peatón va a cruzar la calle, me pregunto si realmente recibieron la capacitación en Tránsito.

Hace poco un anciano murió atropellado en el bulevar Los Próceres por un bus que iba a exceso de velocidad.

¿No aprendió el conductor que el peatón es primero? Cuesta entender qué tanta prisa puede llevar alguien para arriesgarse a sufrir un accidente o matar a un motociclista o transeúnte. Y una de las conclusiones a las que puedo llegar es que es la impunidad en que queda esta gente que comete infracciones leves o graves, que atropella y luego se da a la fuga, la que alienta este problema de inconsciencia e irresponsabilidad.

No basta con una capacitación, debe de haber una eficiente aplicación de la ley para que se logren reducir los accidentes de tránsito que, como dicen los medios, son la segunda causa de muerte violenta en Honduras.

La licencia de conducir, con todo y las pruebas psicológicas, físicas y prácticas, no es garantía de civilidad, conciencia y responsabilidad.

Rosa Baca

Ciudadana