Siempre

Joaquín Benito Tejero: 'Estos cinco años han sido una trayectoria vital'

El director del Centro Cultural de España en Tegucigalpa finaliza su período. Aquí una entrevista para despedirlo

30.11.2019

TEGUCIGALPA, HONDURAS.-Fue en agosto de 2014 cuando Joaquín Benito Tejero llegó a Honduras para ocupar el cargo de director del Centro Cultural de España en Tegucigalpa (CCET). Ahora, tras más de cinco años de haber hecho de este país ajeno su casa, se despide.

“Todos cumplimos un ciclo y este es mi momento de partir”, dijo en una entrevista con Siempre. Pero, ¿qué tiene que contar este español antes de partir hacia su nuevo destino? Aquí un esbozo de lo mucho que, seguramente, viajará con él en su memoria.

¿Cuál fue su primera impresión de Honduras y su cultura?

La primera impresión que tuve fue en sí de Tegucigalpa, que es una ciudad mucho más viva de lo que yo me había imaginado. La situación centroamericana, en general, es compleja, así que esperaba encontrar una ciudad que tuviera una realidad cultural más pequeña, de lo pequeña que ya es. Una de mis primeras impresiones positivas, recuerdo, fue la buena relación que hay entre los centros culturales de la ciudad, así como la cercanía y facilidad con el artista. Para bien o para mal, que el sector cultural sea pequeño hace que los gestores culturales tengan una relación más íntima con todo el mundo de la creación.

¿Esta percepción cambió o se acentuó con el pasar de los años?

En estos cinco años no creo que a grandes rasgos la realidad estética haya cambiado mucho, o a lo mejor es solo mi percepción, por supuesto. Yo creo que he visto surgir muchas nuevas compañías en el ámbito teatral, por ejemplo, coincidí con un cambio generacional en el sector. He vivido también el boom de las producciones de cine hondureño, hace tres o cuatro años; en el último lustro se han estrenado más películas que en toda la historia del cine del país y yo he estado ahí. A mi llegada recién abrieron el CAC-UNAH y hoy ya es otro centro consolidado, como muchos más.

¿Ha notado diferencias en el CCET desde su llegada hasta hoy?

Yo creo en las instituciones. El Centro Cultural tiene una misión como espacio de entretenimiento e intercambio con Honduras. Dentro de ese margen, nuestro espacio de actividades es más o menos creativo. El centro sigue teniendo una continuidad de lo que era desde su apertura; un espacio plural, diverso, de oferta artística. Mantenemos 400 actividades al año, que, aunque vengan siendo microactividades, son muchísimas. Esta diversidad de trabajar tanto la actividad nacional como la internacional y el acceso libre para el público es un sello que se ha mantenido durante todos estos años. No voy a desmerecer Babelia, con la que hemos creado no solo un espacio de apoyo al Centro Cultural, sino también a la sociedad civil. La realidad en estos 12 años es que nos hemos consolidado en la ciudad y queremos apostar por complementar lo que ya hay en ella. La idea es ser un centro mucho más diverso e inclusivo en todos los aspectos.

¿Cómo evalúa la asistencia de los capitalinos a las actividades del CCET?

El capitalino que puede acceder, que puede consumir, viene; el problema que tiene Tegucigalpa u Honduras en sí es que es un país en donde dos tercios de la población vive por debajo de la pobreza, y eso hace que la capacidad, no de interés sino de acceso, traducida en movilidad, sea muy compleja. Yo estoy convencido de que para el 70 u 80% de la población de Tegucigalpa, plantearse 'un día como hoy martes' trasladarse al centro de la ciudad para ver teatro, por mucho que quieran, deriva en un problema de transporte público y semipúblico, porque a esa hora ya no hay, y la economía no da para más. Por tanto, no es un tema de formación cultural, no es solo cosa de actitudes, sino de posibilidades. Lo que hacemos como centro es colocar una oferta amplia de actividades aquí en nuestra sede y, cuando se puede, expandirnos a otros contextos, que no es nuestra labor, pero lo hacemos.

¿Cómo describe su experiencia trabajando de la mano con el Festival de Cortos de EL HERALDO?

Yo creo que el Festival Internacional de Cortometrajes EL HERALDO es la plataforma de cine más significativa del país. No solo por lo que puede ofrecer como escaparate a las producciones biográficas, sino porque ha hecho un acierto en apostar en que los premios sean internacionalizar a estos creadores y formarlos, que es mucho más importante que un monto de dinero. También creo que hacen muy bueno el espacio de colaboración entre otros países. En nuestro caso, ya por cuatro años hemos colaborado con formador y jurado, eso es positivo tanto para nuestra labor como para el desarrollo del festival. En cuanto a la calidad de cine, es un tema de tiempo y recursos, pero cada vez se llega a más y eso se ve reflejado en el festival.

¿Se siente satisfecho con el trabajo realizado en estos más de cinco años?

Sí, me siento contento con el trabajo que he hecho. El Centro Cultural funciona bien, es un equipo con gente muy profesional. Hemos vivido una época de crisis económica en Honduras, yo llegué en 2014 y la gestión de fondos para la cultura se estancó. Anteriormente viví otros momentos en otros países, con mayor capacidad financiera para hacer muchas más cosas, y eso no quiere decir que aquí no se hagan, solo que la perspectiva de trabajo es diferente. Haber mantenido la actividad diaria en el centro, haber abierto Babelia y haber apostado por la diversidad es un motivo de satisfacción.

¿Qué va a pasar ahora con el CCET, confía en el próximo director?

No creo que ni antes ni después de mí haya habido o vaya a haber grandes rupturas porque tenemos una misión y nos centramos en ella. Venga quien venga seguro mantendrá el consolidado de la actividad. Nuestra labor es ser una agencia de cooperación y estamos aquí para complementar la realidad cultural del país. Yo siempre lo digo, lo complejo es tener hoy en día a 30 niños en una actividad de animación a la lectura; el evento cultural puntual, que es lo más llamativo, es lo menos difícil. El conteo que tenemos del público, porque trabajamos con números, es estable, hay unas 50,000 personas que asisten aquí al año. Nosotros trabajamos sobre la oferta y no sobre la demanda, si fuera al contrario, lo que haríamos serían conciertos gratuitos de bachata en el Redondel y seguro se llenarían, no tendríamos problema y sería barato.

¿Con qué palabras se despide de esta experiencia y de Honduras?

Es difícil resumir cinco años, porque más allá de una experiencia profesional han sido cinco años viviendo en un país ajeno, una trayectoria vital. Para mi pareja y para mí han sido muy interesantes, implicados de lleno en el rubro. Ella, que es gestora cultural y escritora, ha trabajado mucho con Mua, por ejemplo. Yo siempre digo, la mitad del tiempo soy el director del CCET y la otra mitad la pareja de María, y eso para nosotros ha sido positivo, el poder estar implicados en la dinámica creativa del país desde ambos puntos, ella como gestora pública y yo como el director del centro. No encontraría ahora mismo una razón para decir que estamos agotados. A veces cuando estás en un país y llevas muchos años trabajando llega un momento de agotamiento en donde ya no puedes más, pero este no fue el caso.

¿Ya era, entonces, el momento de partir?

En España dicen que los directores de los Centros Culturales caducamos a los cinco años, que es nuestro tiempo máximo en cada país al que vamos, pero yo pienso que somos como los yogures, que no caducan, sino que llegan a una fecha en la que sus propiedades se pierden. Ya no somos tan creativos, y lo que no has aportado ya no lo vas a cambiar, es bueno que venga alguien fresco y que continúe con tu labor, quizá ese recién llegado se dé cuenta de cosas que uno ya no ve. Así que sí, es el momento.