Tic Tac

Nubia Mendoza: 'Tenía la presión de tener varones por el apellido”

Altruista, amante del tenis y bailarina; “soy excelente mamá”, dijo

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10.05.2019

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Faltan 10 minutos para el mediodía, el reflejo de los rayos ultravioleta se deja ver en las cristalinas aguas de esa piscina que adorna la mansión Zúniga-Mendoza y enseguida aparece esa altruista dama de vestido rojo.

“Un placer, muchachos”, saluda antes de empezar una charla en la que desnuda su vida; “la verdadera Nubia Mendoza viene traviesa, atrevida, solidaria y amante de los deportes”.

Sus 55 años de existencia traen consigo la historia de una madre, hija, hermana, esposa y la persona que ha liderado la presidencia de la Fundación Hondureña para el Niño con Cáncer desde 1992.

“Es un lugar donde sé que me necesitan”, confiesa la capitalina, que tuvo su infancia en Danlí; “aprendí a nadar en el Guayambre; me encantaba cruzar del río a los primos más pequeños; me iba ahogando y ellos arriba de mí, ja, ja, ja”...

Gracias por recibir a Tictac, doña Nubia. ¿Cómo fue esa etapa en el Guayambre?
Tenía como 8 o 9 años; nos encantaba ir a robar sandías a las plantaciones que estaban a la orilla del río. Lo bonito era ir a robar una sandía, partirla y qué rico era comerse algo robado, ja, ja, ja... era parte de la infancia.

Era traviesa, ¿eh?
Como yo trabajaba en la tienda de mi papá, me encantaba envolver regalos con cajas vacías y ponerlos en el mostrador y ver cómo los clientes se los llevaban robados, ja, ja, ja. También me encantaba amarrar un billete de 20 lempiras en un hilo de pescar, colocarlo en la acera y jalarlo cuando la gente lo iba a agarrar, ja, ja, ja... qué mala.

Uno puede percibir que siempre tuvo todo a la mano, pero dice que trabajaba...
Mis padres eran comerciantes y desde las 6:00 AM me despertaban para ir a cuidar la tienda, que se llamaba La Sanmarqueña. Trabajo desde que tenía seis años, desde que sabía sumar y restar.

Existía Toys, que para nosotros en el pueblo era lo máximo, y mi papá nos decía: 'Quien venda más, irá haciendo comisión y con eso se va a comprar los regalos de Navidad'.

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Ya de señorita, me imagino que vienen los novios. ¿Qué tal esa etapa del amor?
Solo tuve un novio en Tegucigalpa, porque me fui a estudiar a Estados Unidos... Ese novio era como platónico. Realmente no fui muy noviera, estaba en el Instituto Sagrado Corazón y no tenía mucha libertad.

Siempre fui bien seria y todas mis amigas tienden a ser señoras; creo que yo ya nací un poco avejentada, ja, ja, ja. Viví en los Estados y no me gustaban los gringos.

¿Por qué no le gustaban?
Yo no quería blancos que se les miraran las venas, a mí nunca me gustaron los gringos. Yo le pedía a Dios que me diera un hombre alto, trigueño, católico y latino. El Señor me lo mandó como lo pedí.

Hemos tenido un súper matrimonio con Alejandro. Me encantó su personalidad, es alegre, le gusta estar chisteando, y yo soy todo lo contrario. Él no es enojado y yo sí soy enojada.

¿Cómo conoció a su esposo?
En la boda de mi hermano, en febrero del 89, y nos casamos 11 meses después, un 6 de enero. Él tenía 29 años y yo 26, ya estábamos listos. Cuando lo vi, supe que era la persona con la que me iba a casar; sabía que él era la persona para mí. Además, me gusta bailar y a mi esposo también le encanta.

¿Siempre fue bailarina?
Me encanta bailar. Es otra de las cualidades de él que me gustó. Es que a los hombres en Honduras solo les gusta beber. Cuando uno les dice 'vamos a bailar', dicen no, y mi esposo es de los que dice: '¿Le gusta esa?, ¿vamos a bailar?e'... Somos bailarines.

¿Es decir que no se hubiera casado con alguien que bebiera?
Ni que fumara. Mi esposo tomaba, en sociales y eventos así, y eran pleitos. Se lo ofrecí a Jesús de la Misericordia, que por favor le quitara el trago, y me dio ese gran milagro. Yo le prometí que no iba a parar en seguir trabajando con los niños con cáncer y que en cada lugar que abriera con la fundación iba a diseñar una capilla en la que iba a estar la imagen de Jesús de la Misericordia.

A propósito de que es la víspera del Día de la Madre, ¿qué tal ese papel?
Tengo tres hijos, el primero es José Alejandro, el segundo José Adrián y el tercero José Gabriel. Mire, mi esposo es el último y único varón de cuatro hermanos, entonces fue un hijo muy deseado. Por eso, yo tenía la presión de tener varones, para conservar el apellido Zúniga, que quería mi suegro. Mi suegra ofreció a Alejandro a San José; se le multiplicó con los nietos y por eso quise ponerles José a todos.

¿Se quedó con el deseo de tener una niña?
Me hubiera encantado. Solo eran dos los que mi esposo y yo habíamos consensuado, pero decidí lanzarme al tercero porque quería saber si iba a ser una niña o un varón. Fue niño y estoy contenta. Gabriel nos ha llevado a otros niveles, ya nos agarró un poquito más viejos.

¿Qué tipo de madre es: regular, buena o excelente?
Me considero una mamá excelente, porque siento que siempre estuve en todas las actividades de mis hijos. También les inculqué que conocieran a Dios, porque soy muy católica, y le agregué a la vida de ellos el hecho de practicar un deporte. Todos somos tenistas.

¿Y ese gusto por el tenis?
Es que el tenis para mí es olvidarse de todo, me encanta porque el tenis es un deporte con el que queda atrás todo y solo tiene ver la pelota, pegarle y ver cómo gana el punto. Es una liberación. Somos seguidores de Rafael Nadal.

Háblenos de la fundación. ¿Qué le hizo ingresar allí?
A mí siempre me ha gustado hacer voluntariado. En Estados Unidos iba en mi carro, pasaba por una cafetería de una fundación y me daban cinco almuerzos para cinco ancianos de zonas pobres. Yo donaba mi tiempo, la gasolina y prestaba el carrito.

¿Pero de dónde viene ese sentimiento altruista?
Es que a mí no me gusta estar de balde (sin hacer nada). Siempre al final del día digo: '¿Qué hice hoy?', así cómo también hago mi examen de conciencia: '¿Cómo me comporté hoy?'. Todos los días me levanto con un listado de lo que voy a hacer por los niños con cáncer.

¿Quién la motivó a entrar a la fundación?
Lorena Quintanilla, que es nicaragüense y tenía a su hija con leucemia, me pidió que la acompañara a dar merienda al Hospital Escuela, a donde jamás yo había entrado. Cuando entré, dije: 'Señor, este es un lugar de mucho sufrimiento, dame capacidad para venir a ayudar'. Créame que no he podido dejar de llegar a ese lugar, donde los padres sufren. Yo no doy dinero, sino que doy mi tiempo, experiencia y ayudo a recaudar fondos. La fundación la he ido convirtiendo de una pulpería a una multinacional.

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¿Y eso la llena?
¡Uf!, me encanta, yo me acuesto y digo: 'Señor, decime qué tengo que hacer mañana'. Bendito Dios que mi esposo me deja y no tengo que trabajar, aunque sí tengo mi negocio de tabla yeso. Había dos cosas: me iba a trabajar a un banco y ganar dinero o seguía en la fundación.

Mi esposo me dijo: '¿Qué es lo que a usted la hará feliz?'; yo le dije: 'a mí me va a hacer feliz estar con todos estos niños'. Me dijo: 'Bueno, si usted puede vivir con menos dinero, adelante'.

¿Qué le gusta de su labor?
Cuando un niño se cura es una gran felicidad, vemos la sonrisa de Dios en esos niños, pero cuando perdemos a un guerrero que luchó, sabemos que dimos lo mejor por él y que es un ángel que está en el cielo.

¿Ha llorado?A diario lloro, el martes había una niña que estaba en sus últimas horas y quería vestirse de princesa, corrimos a vestirla de princesa y con una varita mágica me decía: '¿Qué deseo tiene doña Nubia? Yo se lo voy a conceder porque soy una princesa'... (se quiebra un poco); son grandes experiencias, que uno no las vive en el materialismo.

Por cierto, debido a la fundación usted cambió Olimpia por Motagua, ¿verdad?
Yo era Olimpia de toda una vida porque no sé porqué a los hondureños nos inculcan el Olimpia. Al entrar a la fundación comencé a pedir ayuda y quienes me respondían eran los motagüenses y eran quienes todos los años llegaban a visitar a los niños.

Dije: “Quien está apoyando la causa que amo y por la que me desvivo es Motagua, ¿Qué ando haciendo echándole porras a los olimpistas?”, entonces me cambié. Sufro con el Motagua, pero imagínese que ahora quienes nos apoyan son los olimpistas. ¿Será que voy a cambiar? No.

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