Siempre

Edgardo Molina, la breve luz del relato

Los seis relatos inéditos de Edgardo Molina que publicamos hoy invitan a pensar sobre el mundo y la condición humana

16.03.2019

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Luminosos y breves, como un relámpago. Así ha buscado el autor, Edgardo Molina, que sean los seis relatos que publicamos hoy.

La virtud de estos cuentos no está en el cuidadoso trabajo del lenguaje –que a veces padece de una ingenua sencillez o algún error sorprendente– ni en la fina hilvanación de los hechos para conducirnos a un final sorpresivo o perfecto. Su virtud está en construir escenarios completos en pocas palabras y en dejarle al lector pistas para que piense o complete su significado.

Retratos de situaciones heterogéneas, llenos de violencia y muerte, pero impregnados de una calma espiritualidad budista, muestran la condición a la que las circunstancias pueden reducir al hombre en un mundo de maldad e ignorancia.

La imágenes de la pintora china Wang Meifang, hechas de colores intensos pero dulces, escenas de una delicada belleza, funcionan casi como contrapunto de estos textos que acompañan. Comparten con ellos, sin embargo, el ser retratos de la vida que reflejan una antigua filosofía oriental.

El jefe
Pasó cincuenta años en el ascensor, fue un buen empleado. Cada día vio, saludó y condujo hasta su piso a su jefe.

Lo enterraron en una fosa profunda. Quizá pasó toda su vida en una especie de ataúd subiendo y bajando, pero nunca se quejó, su jefe, un día después de su muerte, subió al elevador, saludó como de costumbre y al ver que nada pasaba, gritó rabioso: –El elevador está dañado.

El tathagata

Un viejo asceta caminaba sobre el agua, todas las personas del pueblo le llevaban ofrendas y admiraban su inmenso poder.

El Buda le preguntó:

–¿Cuánto tardaste en aprender ese misterio?

El asceta respondió:

–Veinte años me llevó dominar las aguas de este río.

El Buda pensó “cruzar el río cuesta diez centavos”. Pasados diez segundos, tuvo que decírselo.

Una Navidad

Alrededor del parque brillaban las típicas luces navideñas, todo estaba muy limpio y ordenado a eso de las once de la noche. Las familias celebraban en sus hogares, se podían ver los nacimientos y los regalos en las casas cercanas, la música y los abrazos de las visitas.

De pronto se suscitó una pelea frente a la iglesia catedral. Las prostitutas suelen hacer mucho dinero en la Nochebuena; una de ellas, al estar perdiendo en la salvaje pelea, sacó un cuchillo de su bolso y se lo empotró en la pierna a la otra.

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Asomaba en la esquina contraria una patrulla, de inmediato les pusieron las esposas y las subieron a la paila. La que iba herida fue llevada al hospital. En cambio, la otra fue trasladada a la estación.

Ya estando en la oficina, uno de los oficiales empezó el interrogatorio:

–¿Nombre completo?

–María...

–¿De dónde es?

–De aquí, de Tegus.

–¿A qué se dedica?

–¿Acaso no es obvio?

El hombre se levantó de su asiento y le golpeó la cabeza contra el escritorio.

–No seás insolente perra, yo soy la autoridad. Vos que sos nueva, mirá, aquí se paga, no creás que podés andar haciendo pisto a lo loco. Aquí hay orden. Te voy a dejar ir porque es Navidad, pero eso sí, tenés que ayudarme con algo que tengo en el pantalón.

La prostituta se negó y forcejeó con el policía.

–Ponete viva, ¿y no sos para eso vos, pues?

La mujer, desesperada, pegaba patadas mientras el policía la tomaba de las esposas y le torcía los brazos. Finalmente ella se soltó y le dio una patada en la entrepierna e intentó abrir el cerrojo de la puerta. Él sacó su arma y le disparó en la cabeza, la sangre salpicó el nacimiento de la oficina. Luego gritó: –Vengan a limpiar, la maldita me golpeó.

Un galeote
Después de varias horas de remar se percató de que uno a uno los demás esclavos se fueron retirando a cubierta. Cuando intentó subir, la puerta estaba atascada y el último que quedaba e iba saliendo le dijo:

–Todavía falta mucho–. Luego atravesó la puerta.

El mimo
El médico me pidió el bisturí, abrió suavemente desde el pecho hasta el abdomen. Y cuando retiró el instrumento se escucharon gritos emergentes de las entrañas del sujeto. En el informe forense se determinó que la causa de la muerte fue el silencio.

Samsara
Debido a todo el mal que la humanidad empezó a producir, el ciclo de vida, muerte y reencarnación sufrió una modificación, se redujo la vida para el ser humano. Al llegar a los veinte años iniciaba el conteo regresivo que terminaría en dos años, luego venía la muerte.

La humanidad empezó a morir a los veintidós años. Como era de esperarse, en los últimos dos años las personas empezaban a hacer obras buenas; el problema era que ya tenían acumulados veinte años de desgracias y pecado.

Se empezó a respetar a toda forma de vida que fuera inferior, puesto que las reencarnaciones estaban a la orden del día. De hecho, una de las grandes ventajas fue que los animales e insectos se hicieron más longevos, incluso las efímeras empezaron a vivir cincuenta años, y los humanos a recordar sus vidas pasadas. Las profecías para las formas de vida humana se veían cada vez peor. En cualquier momento los animales dominarían el ciclo, sólo así el planeta se podría conservar vivo.

La tasa de natalidad de igual forma se aceleró y la vida productiva llegaba hasta los quince años, después de esa edad en las empresas se les considera viejos y holgazanes a los adolescentes, de manera que no encontraban trabajo. Y las chicas de veinte años eran unas señoras horribles para los chicos de diez años.

Algunos recordaban un tiempo, hace muchos años, en que las personas vivían hasta los cien u ochenta años. Una verdadera eternidad.