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El 'Guernica”, obra capital del siglo XX

Esta obra es un símbolo universal de la matanza indiscriminada en cualquier lugar que esta se produzca. Lleva implícito un mensaje de resistencia al autoritarismo y contra el ascenso del fascismo

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06.07.2018

Tegucigalpa, Honduras
En junio de 2017 fuimos recibidos por el Centro de Arte y Cultura de la UNAH (CAC-UNAH) para dictar una conferencia sobre el “Guernica”, en ocasión de cumplirse el ochenta aniversario del bombardeo y de la correspondiente obra maestra que Pablo Picasso pintó para rendir homenaje a sus víctimas.

Un año después, y a solicitud del maestro Carlos Lanza, publicamos esta versión reducida del ensayo que guió aquella conferencia. Lo hacemos convencidos de que siempre habrá razones artísticas, socioculturales, históricas y morales más que suficientes para que sigamos reivindicando el gran lienzo del pintor malagueño.

Picasso pintó el “Guernica” en París. La obra fue el encargo que el gobierno republicano hizo al pintor para que participase en la Exposición Internacional de Arte de París en 1937. Terriblemente conmovido por el bombardeo de la aviación alemana contra la villa vasca, culminó el gran óleo en apenas cinco semanas de frenesí y furia creativa.

El “Guernica” consta de una superficie pictórica de 27 metros cuadrados. Destaca la forma piramidal en que se estructura el conjunto y la constitución de un ensamble compositivo al estilo renacentista. El rasgo compositivo más llamativo es el referido a la direccionalidad de los cuerpos en el espacio. La direccionalidad en el “Guernica” es hacia la izquierda, como resultado del desplazamiento de la mujer arrodillada, el guerrero muerto y la mujer portadora del candil.

La lengua del caballo es un proyectil que apunta sin definición.


La característica técnica imperante es la monocromía general que presenta. Tan solo en algunos segmentos se vislumbra los grises azulados y marrones que se alternan en la superficie de la obra. Picasso usó el blanco y el negro a lo largo de toda su carrera.

Para la realización del “Guernica” tomó como punto de partida las ilustraciones aparecidas en la prensa. El negro y los grises fueron los tonos de la guerra civil española, y Picasso se valió de ellos para crear una atmósfera donde reconstruye el espíritu del barroco español con su exceso trágico y su fascinación por el dolor.

En cuanto al estilo, los lenguajes de la vanguardia se superponen en el Guernica de forma natural. Se atisban paralelismos con el expresionismo, cubismo, surrealismo, incluso cierto realismo a la hora de tratar las texturas en el caso de los distintos animales (Sánchez, 2011). Cubista es la combinación de planos. Expresionistas son, por ejemplo, los gestos de las mujeres de ambos costados. Surrealista es la figura de la mujer que sostiene el candil.

Por su monumentalidad y vigor trágico, el “Guernica” nos recuerda los imponentes cuadros de los pintores barrocos y neoclásicos, a quienes sin duda Picasso estudió y admiró. Principalmente el lienzo de Rubens, “Los desastres de la guerra”, una alegoría sobre el dramatismo de la guerra de los treinta años, donde encontramos algunos de los elementos que se recrean en el “Guernica”. Asimismo, “La balsa de la medusa”, donde Géricault reseña el naufragio de la fragata francesa Medusa, el buque insignia de una pequeña flotilla de barcos cuya misión era colonizar los territorios recién recuperados de Francia en África.

Los elementos figurativos del “Guernica” pueden agruparse en tres categorías: lo humano, la mujer con los brazos al cielo, la mujer arrodillada, la mujer portadora del candil, la madre con el niño muerto en brazos y el guerrero muerto; lo animal, el toro, el caballo y la paloma; lo objetual: la flor, la flecha, el puñal, el candil y la bombilla eléctrica (Villafañé, 1992). Todos ellos se relacionan con un signo susceptible de evocarlos.
La mujer con los brazos al cielo es el símbolo definitivo del pavor, el mismo que experimentó el personaje central que aparece en “Los fusilamientos de la Moncloa”, de Goya.

Foto: El Heraldo

Boceto que muestra la mano del guerrero muerto sujetando la espada.


La mujer arrodillada con sus manos implorantes, el cuerpo encorvado y el semblante demudado, representa la atrocidad de la criminalidad bélica. La mujer portadora del candil representa al pueblo español en busca de su libertad y nos remite a “La libertad guiando al pueblo”, obra señera de Delacroix. El guerrero muerto lo encontramos en la zona hundida del cuadro. La madre con el niño muerto en brazos es la representación del dolor, una madre dolorosa y muda. La intensidad del dolor impide el grito, también el llanto. Su lengua es el extremo de la espada del dolor que atraviesa su cuerpo eternamente, lo convulsiona. Nos recuerda la obra del pintor clasicista Poussin, “La matanza de los inocentes”, basada en el relato bíblico donde el sanguinario rey Herodes mandó matar a todos los niños menores de dos años de edad en Belén con la intención de llevarse entre el rebaño al infante Jesús.

El toro, elemento constante en la producción picassiana, se para y nos mira fijamente mientras el resto de los personajes se agitan desbordados por la sinrazón de la violencia extrema a la que se ven sometidos, evoca las figuras de animales que adornan la cerámica numantina. Los ojos del caballo son redondos, desorbitados en negro y su lengua es un proyectil que apunta sin definición. La paloma es su antítesis y representa las ansias de paz. Todos estos personajes danzan el ritual de la muerte a la luz de una bombilla eléctrica, símbolo del progreso técnico.

El “Guernica” es un símbolo universal de la matanza indiscriminada en cualquier lugar que esta se produzca. Lleva implícito un mensaje de resistencia al autoritarismo y contra el ascenso del fascismo. Con esta obra Picasso alcanzó lo que solo genios como el Greco, Velásquez y Goya pudieron lograr en su época: hacer un lienzo de todos los tiempos.

No puede decirse que Picasso se conformó con retratar el horror de la guerra civil española, porque puede ser cualquier guerra. La matanza de 800,000 tutsis en Ruanda, cazados salvajemente a machetazos por hordas de milicianos hutus en un genocidio que duró cien días; la tragedia balcánica de Srebrenica, cuando ocho mil jóvenes y hombres fueron asesinados en la mayor masacre individual después de la II Guerra Mundial; el bombardeo israelí a los niños gazatíes que se divertían a la orilla de la playa, la limpieza étnica en Darfur que acabó con la vida de 200,000 sudaneses, el asesinato de 43 estudiantes de Ayotzinapa en aquella trágica noche de Iguala, el infierno sirio con sus armas químicas aniquilando niños inocentes, o el ejército norteamericano lanzando “la madre de todas las bombas” en suelo afgano, o cualquier otra que surja en el futuro.

En cada una de estas tragedias subyace el “Guernica” de Picasso, la obra capital del siglo XX.