TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Desde la chilena Gabriela Mistral (1945) y la polaca Wislawa Szymborska (1996), ninguna otra poeta había sido condecorada con el Nobel de Literatura. Pero ahora, la historia escribió un nombre más en la lista.
Este 2020 ha sido el turno de la estadounidense Louise Glück, en un año en que los Nobel han sido particularmente favorables a las mujeres. A sus 77 años, la noticia de que recibiera el galardón ha sorprendido a todos, coronando así una obra de “belleza austera”, que comenzó hace cinco décadas.
Glück fue premiada por su “inconfundible voz poética, que torna la existencia individual universal”, dijo la Academia Sueca al comunicar su decisión. Es “una poetisa del cambio radical y del renacimiento”, expresó el presidente del Comité Nobel, Anders Olsson.
La infancia y la vida en familia de esta escritora nacida en Nueva York, y la estrecha relación entre los padres, los hermanos y las hermanas, son algunos de los temas en los que ha centrado su obra.
Desde Honduras, ellos se refieren
Albany Flores Garca:
El reconocimiento a Louise Glück con el Premio Nobel de Literatura este día, ha sorprendido. La poeta estadounidense se ha impuesto a eternos favoritos como David Grossman, Javier Marías, Mircea Cărtărescu, o, incluso, a extraordinarios compatriotas suyos como Joyce Carol Oates, Paul Auster, o los ya fallecidos John Ashbery o Philip Roth; todos poseedores de una obra de extraordinaria factura.
No obstante, la Academia Sueca de ha decantado por “una poesía que ahonda en los elementos de la cotidianeidad y en las complejidades más simples del espíritu humano”, un poco como una forma de resistencia ante la tiranía de la modernisdad, siguiendo la vieja idea de George Simenon sobre que “las palabras más sencillas son siempre las más verdaderas”.
Pero Glück, una autora que como Anne Carson (otra candidata) ha combinado en su trabajo los elementos de la modernidad con la gran tradición de los clásicos, demuestra que, a pesar del gran avance tecnológico del mundo, existe una intencionada renovación de las humanidades y la tradición en la literatura actual; una tendencia que también han demostrado otras autoras jóvenes como la española Irene Vallejo.
Samuel Trigueros:
La primera vez que supe de Louise Glück fue en 1985 con los poemas que Claribel Alegría y D.J. Flakoll incluyeron en su magnífica antología “Nuevas voces de Norteamérica”. En el prólogo de ese libro, los antólogos se refieren al volumen como “una muestra de lo que algunos importantes poetas jóvenes están haciendo para continuar y aumentar la ola poética que recorre el país”. Treinta y cinco años han pasado de aquello.
Aunque mi apuesta este año era para Anne Carson y Margaret Atwood –otras dos enormes poetas-, celebro la adjudicación del premio para Lousie Glück por el significado profundo que tiene que la gran poesía siga teniendo cosas que decir, como contrapeso, a un mundo inmerso en la narrativa del individualismo y el exterminio en todos sus órdenes, pero, sobre todo, del pensamiento y el misterio como motor que impulsa la existencia humana.
Con su obra, Lousie Glück es capaz de conectar nuestras vidas vulgares y domésticas con los grandes mitos griegos, por ejemplo, con la distancia del desapego y la austeridad necesarios para embellecer los dolores del mundo a través de la palabra, con un lenguaje poético absolutamente universal, contemporáneo y clásico, en el sentido de lo que permanece indemne a la corrosión del tiempo, la ola de poetas Instagram y demás vacuidades actuales.
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Salvador Madrid:
La obra de Louise Glück ha trasegado poco en nuestro idioma, pero las traducciones que tenemos nos permiten dimensionar una poética cuya esencia es la sencillez de la vida entretejida con lecturas universales que llenan de simbolismo pequeñas experiencias para discursar sobre temas mayores de la humanidad.
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