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Julio Visquerra o el maravilloso desconcierto de la belleza

La obra de Julio Visquerra se ha movido entre el realismo crítico, una etapa poco conocida, y el realismo fantástico. en esas dimensiones espacio-temporales ha edificado su desconcertante pero vital visión del mundo

FOTOGALERÍA
19.05.2018

Tegucigalpa, Honduras

“El error sería creer que el valor artístico es lo mismo que la belleza y que la percepción del valor artístico es la percepción estética de la belleza”
Arthur C. Danto

Las retrospectivas tienen la virtud de ofrecernos una muestra, pero a su vez se convierten en una pedagogía: nos trazan el camino recorrido por un artista o nos ofrecen con mayor claridad facetas importantes, claves de su producción artística.

Esto sucede con la “Retrospectiva Julio Visquerra 1965-2018” que se presentó el 4 de mayo de 2018 en la Galería Nacional de Arte (GNA).

Esta muestra permite escudriñar dentro de una estética que ha recorrido distintos niveles de realismo: el impresionismo de su primera etapa dio paso a un realismo crítico de corte expresionista poco conocido en sus últimos procesos, hasta decantarse en facetas que trastocan los códigos comunes de lo real; allí vemos desplegarse una alucinante irrealidad que se ensancha en lo fantástico y en lo lúdico.

El artista afirma que no se trata de “realismo mágico”, sino de eso que la crítica ha llamado “realismo fantástico”, coincido con él porque su discurso visual altera la realidad por las vías de lo inverosímil, del asombro y de lo extraño, no de lo mágico.

Toda la obra de Visquerra se mueve entre los extremos de lo absolutamente racional y el mundo de lo onírico.

Desde lo racional vertebra su visión de la historia, de la sociedad y de todo aquello que atente contra la libertad del ser humano; pero esas obras también se desdoblan hacia los mecanismos del inconsciente, allí lo irracional aleado con lo fantástico abre el audaz camino de la imaginación, despierta sobre el lienzo un mundo que se disloca, que se transmuta en una irrealidad desconcertante, pero maravillosa.

Solo en esos extremos, en que se definen los campos de lo racional y lo fantástico, pueden entenderse obras como “El candidato”, una imagen con una poderosa carga crítica e irónica, y “Disertación”, un deslinde hacia lo alucinante, un viaje por una realidad que se quita la capa de lo cotidiano y nos arropa con un delirio de sensualidad y arrebato.

Obras como “Travesti”, “Reina de corazones”, “Juanita coputana, exactriz, excomunista” y otras piezas de este género están unidas por algo que bien podría llamarse el “encanto de lo satírico”.

El artista Julio Visquerra junto a su obra 'Modelo', pieza que presentó en su examen final en la Escuela Nacional de Bellas Artes, en 1965. Foto: Jimmy Argueta / El Heraldo.

El artista Julio Visquerra junto a su obra 'Modelo', pieza que presentó en su examen final en la Escuela Nacional de Bellas Artes, en 1965. Foto: Jimmy Argueta / El Heraldo.


Visquerra ha sido percibido como un pintor preciosista, pero no hay duda que en buena parte de su trabajo esa solvencia técnica tan característica en su proceso va acompañada de una mirada incisiva, escrutadora, capaz de desollar la piel y demoler los huesos; cuando Visquerra va hacia la sustancia de lo real con una actitud crítica, su pincel es desquiciante y allí, en esa pincelada tersa y luminosa, se revela un ser humano devastado, vacío y enfrentado al tormento de su propia negación.

No sé si sus máscaras ocultan, quizá solo sea un recurso expresivo para desnudar una naturaleza humana subyugada por el cinismo y la apariencia.

Cuando Visquerra indaga con su pincel eso que llamamos “la condición humana”, puede llegar a la irreverencia total, quizá este sea el sentido de su mejor etapa expresionista realizada en los años setenta.

Un elemento central en la obra de Visquerra es su gusto por lo bello, sí, dije lo bello, siento la necesidad de reafirmar esta palabra porque en el arte actual, dice Arthur Danto, confesar que una obra es bella casi equivale a confesar un delito. En la obra de Visquerra hay un compromiso con la belleza, hay una ética de la representación que está ligada a la delectación de lo estético y a la búsqueda del conocimiento.

Filadelfo Suazo define el mundo del artista en un párrafo genial y provocador: “Pero bien, la pintura de Visquerra les puede gustar o no a las personas, sin embargo, el impacto de sus acabadas técnicas no puede ser cuestionado por nadie, así como la creación de su fantasía extraordinaria y deslumbrante y su imaginación ardiente y loca”.

Deseo establecer que en la propuesta de Visquerra este gusto por lo bello puede transmutarse en un suave deslizamiento hacia los oscuros abismos del inconsciente.

En la estética visquerriana, hasta lo más abyecto puede apreciarse bajo la dinámica de un deleite sensorial que nos transporta hacia los rincones de lo inusitado, desconcertante y dantesco como en “Casuarius”, “Ninfa saliendo del agua,” “Infanta”, o “Niña con rabieta”; son propuestas que se transmutan en una realidad que, dislocando los sentidos, apunta hacia un redescubrimiento del ser humano.

“El candidato” (1976). Esta obra es una clásica expresión del realismo crítico de corte expresionista; con audaz ironía el artista retrata las animalescas dictaduras militares. Foto: Daniela Lozano.

“El candidato” (1976). Esta obra es una clásica expresión del realismo crítico de corte expresionista; con audaz ironía el artista retrata las animalescas dictaduras militares. Foto: Daniela Lozano.


Los códigos comunes ya no bastan para descifrar el mundo exterior e interior que nos habita, es necesario refutar esos códigos con paradigmas visuales transgresores, inauditos e irresolutos como los que Julio Visquerra propone en su proyecto visual.

Estamos ante un proyecto que se puede mover entre el deleite sensorial de exuberantes frutas y la más sórdida contemplación del alma humana; hay una obra que lastimosamente no aparece en esta retrospectiva y que lleva por título “La parábola del cojo y el ciego”, que expresa con mayor intensidad esta estética que se resuelve en el “encanto del esperpento”.

Sus bodegones con frutas no siempre son bucólicas e inocentes “naturalezas muertas”; esos banquetes exuberantes esconden, en algunas ocasiones, un halo misterioso, un poder simbólico que conecta con una escena delirante, enajenada: esos conciertos frutales tan presentes en la obra de Visquerra pueden adquirir el brillo de una alucinación extravagante e inquietante, parecieran metáforas de los estados de conciencia humana.

La estrategia pictórica de Visquerra, sustentada en un amplio compendio de recursos técnicos, tiene que ser un recurso que la juventud debe aprovechar en beneficio de un arte que no abrogue del oficio a nombre de aventuras conceptuales poco argumentadas.

En el arte actual, el repertorio técnico de Visquerra quizá no sea un paradigma porque los nuevos valores de lo artístico ya no pueden sustentarse en el dominio técnico clásico, pero indudablemente, la paleta de Visquerra es una virtud frente a manos poco talentosas que, renegando del oficio, abusan de la belleza.

Esta retrospectiva nos muestra a un maestro abierto al mundo, dotado de virtud y conocimiento, su pintura es un saber, es un andar por el color, pero a su vez es un viaje por lo más insondable de lo humano. Sus herramientas técnicas son la llave que abre las puertas para ir en búsqueda del ser que nos habita en la piel y en el alma.

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