Las redes de cadenas de bloques tienden a apoyar principios (como acceso abierto y uso sin permiso) que deberían resultar conocidos para los defensores de los comienzos de Internet. Para proteger esta visión de la presión política o la interferencia regulatoria, las redes de cadenas de bloques dependen de una infraestructura descentralizada que no puede ser controlada por ninguna persona o grupo.
El gobierno de la cadena de bloques está codificado en la arquitectura de la red. Ser una parte de una comunidad que apoya una cadena de bloques es aceptar las reglas de la red como se establecieron originalmente.
En una transacción con cadena de bloques no se tiene que confiar en que la contraparte cumpla con sus obligaciones o que registre correctamente la información de la transacción, ya que estos procesos son automáticos.
¿Qué tan inmutables son los registros contables de las cadenas de bloques si la red se politiza? No mucho, resulta ser.
Considere el caso de The DAO. Con una sigla en inglés para organización autónoma descentralizada, una DAO es un software que maneja las obligaciones fiduciarias de activos en cadena de bloques sin ninguna participación humana. El código para la aplicación de The DAO se decía que era un “contrato inteligente” que corría junto con la cadena de bloques de Ethereum. The DAO emitía monedas en cadena de bloques y los cambiaba por monedas de Ethereum, llamadas “ether”. Esta venta de monedas se hizo a través de una campaña de financiamiento grupal ampliamente comercializada, recabando más de 150 millones de dólares en valor ether.
Sin embargo, el contrato inteligente de The DAO tenía fallas: el dueño de una moneda DAO explotó una falla en el código para llevarse un tercio del valor contenido en la aplicación (alrededor de 50 millones de dólares). Este retiro de fondos no violó las reglas de Ethereum ni las de The DAO, por inocentes que hayan sido. Tampoco parece haber violado ninguna ley.
Los fabulistas de las cadenas de bloques pueden sostener que las aplicaciones de contratos inteligentes como la de The DAO desplazarán a los abogados. Pero los contratos inteligentes en realidad han demostrado que no son ni inteligentes ni ejecutables. Debemos resistir la tentación de dar cualidades humanas a los códigos y mal aplicar la gestión de las máquinas a los sistemas sociales. El código es la ley para las máquinas; la ley es el código para las personas. Cuando mezclamos estos conceptos, terminamos con situaciones como The DAO