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 En el lugar de trabajo de la NFL, los jugadores llevan la delantera

“No es posible que los presos dirijan la cárcel”, dijo el dueño de los Texanos de Houston, Robert C. McNair, y desató una tormenta de fuego

09.01.2018

NUEVA YORK
El receptor los Texanos, DeAndre Hopkins, uno de los mejores de la liga, no fue a entrenar como protesta, y todo el equipo amenazó con levantarse en huelga, lo cual se evitó tan solo después de una reunión de 90 minutos que tuvo el equipo, en la cual el entrenador en jefe Bill O’Brien logró tranquilizar a sus pupilos. Los jugadores de los Texanos describieron el comentario de McNair como enfermizo y horrible.

Los políticos, los propietarios de los equipos y los aficionados parecen estar sorprendidos y perplejos por lo que están haciendo los jugadores. Yo no.

Durante una buena parte del siglo XX, el capital y la mano de obra combatieron por llevar la delantera en la batalla económica por el botín de su esfuerzo conjunto, y la mano de obra tuvo la delantera entre 1935, año en que se aprobó la Ley Nacional de Relaciones Laborales, y 1960, época del auge de la sindicalización en EE UU. Entre 1960 y 1980, el capital contraatacó mudándose a los estados que adoptaron las leyes en contra de los sindicatos y mediante la mecanización, la computarización y el inicio de la subcontratación a nivel mundial.

El presidente Ronald Reagan clavó la estaca definitiva en el corazón de la fuerza laboral sindicalizada cuando despidió a los controladores del tránsito aéreo en 1981.

Aunque el capital haya ganado de forma decisiva a la mano de obra, no logró percatarse de que había surgido un nuevo retador que ocuparía el lugar de la fuerza laboral como su principal competidor. Esta fuerza son los individuos con talentos excepcionales, sin los cuales los negocios no podrían operar.

La diferencia entre la mano de obra y el talento es que la primera tiene habilidades que se pueden sustituir en gran medida, mientras que el talento tiene una preparación y una experiencia exclusivas, además de que es indispensable. Los organizadores de la fuerza laboral chapados a la antigua podrían encontrar irónico que los jugadores de los Texanos de Houston, quienes tienen un salario anual promedio de tres millones de dólares, amenacen con abandonar su lugar de trabajo. Sin embargo, así es el nuevo mundo de la gestión del talento. Los dueños tendrán que acostumbrarse a que se encumbre el talento, no el capital.