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Clementina, la poeta que cambió una época

En 1930 la literatura sumaría a su historia el primer libro publicado por una mujer en Honduras: “Corazón sangrante” de la poetisa olanchana.

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30.05.2013

Su primer poemario, “Corazón sangrante” (1930), lo hizo pensando en su madre, este sería el primer libro de poesía publicado por una mujer.

Y fue así que la joven Clementina Suárez, con 28 años se abría espacio en una época difícil, en la que la mujer vivía, bajo la supremacía del hombre, y donde el espacio literario estaba reservado para las letras masculinas.

No obstante, Clementina no se dejó apabullar por ese dominio e inició así una prolífica producción poética que ha sido reconocida por propios y extraños, dentro y fuera de las fronteras hondureñas.

La poeta, “no solo irrumpe, sino que se instala con valor, con dignidad y, lo que es también admirable, con calidad. Y es con esa entereza y esa calidad que se gana el reconocimiento de hombres y mujeres”, dijo el poeta hondureño, José Antonio Funes.

Es por ello que Vida dedica su portada de hoy a la poeta, en conmemoración de su 111 aniversario de nacimiento.

Su obra

“Estos versos son a manera de gritos del alma, lanzados de las hondas soledades de mis noches...”, escribió Suárez sobre su primer libro “Corazón Sangrante” (Cita tomada de “Clementina Suárez, poesía completa”, de la Editorial Universitaria de la UNAH).

Este poemario “es esencialmente de corte romántico”, señaló Funes, y agregó que aunque el romanticismo haya imperado, ya manifestaba en su obra el erotismo y el compromiso social “que va a caracterizar el grueso de su obra”, la cual está compuesta por los poemarios “Iniciales” (1931), “De mis sábados el último” (1931), “Los templos de fuego” (1931), “Engranajes” (1935), “Veleros” (1937), “De la desilución a la esperanza” (1944), “Creciendo con la hierba” (1957), “Canto a la encontrada patria y su héroe” (1958) y “El poeta y sus señales” .

Funes dijo que hasta Suárez ninguna mujer había escrito poesía que tocara temas como los que ella abordó “y mucho menos con el nivel estético de Clementina. ‘El estilo es el hombre, dicen’.


Pero en Clementina el estilo era la mujer, esa mujer que ella fue construyendo desde que abandona el ámbito patriarcal y provinciano de Olancho; se abre paso a puño cerrado en el salón masculinista de la poesía de Tegucigalpa; sale a comerse el mundo a México donde entra en contacto con la poesía vanguardista y regresa a Honduras para ocupar un espacio de respeto en la poesía hondureña y con deseos de publicar más y mejores libros”.

Clementina fue una mujer que tuvo desafíos tanto en el plano personal al llevar una vida que no se acomodaba al canon de su época, como en el cultural al incursionar en un espacio “reservado entonces al género masculino, con una poesía donde habla libremente del amor y del sexo, y donde el hombre y la mujer comparten el mismo plano, sin subordinaciones, ante todos los elementos que los reúnen en el universo”.

Su personalidad sin poses ni tradicionalismos, le valió un sin fin de calificativos de gente que la llamaba desde loca, hasta atrevida, rebelde, perversa y cínica, tal y como cita la escritora María Eugenia Ramos, editora de “Clementina Suárez, poesía completa”.

La riqueza de la obra de la poeta olanchana, va desde un poema tierno a su madre “Poema de ternura cancioncita de amor, gotita de agua pura, rosal perenne en flor”.


Las tribulaciones del alma “Sé que llego tarde a implorar tu clemencia, pero el dolor es maestro, maestro de esa ciencia que nos muestra el camino de la dicha y la luz”.


La mujer amante “Yo soy la pobre loca que en la cuna de mis amores fúlgidos me duermo, muñequita bajada de la luna a la que canta un ruiseñor enfermo”, hasta la poesía a sus hijas “Muñequitas de cristal que suavizan mi dolencia con su risa de inocencia de frescor primaveral”.

“La mayor parte de sus poemas son intimistas, pero un intimismo que busca también lo colectivo, en lo amoroso y en lo social”, expresó Funes, quien además dijo que la visión de Clementina estaba dirigida a un cambio de la sociedad “que consideraba construida sobre las bases de la injusticia.

Sin embargo, en el fondo, ella se sentía parte de una colectividad que iba más allá del territorio nacional, su pueblo eran todos los pueblos del mundo, su destinatario la humanidad”.

Y aunque la poeta colocaba a la mujer sin subordinaciones al hombre “ella nunca se definió como feminista y no creo que lo fuera de acuerdo a la significación del término.

Su poesía no es exclusiva del interés feminista pues siempre incluye al hombre como co-sujeto de la relación amorosa en el poema, sin ningún menosprecio a lo masculino sino en un plano de solidaridad y complicidad amorosa y social”, apuntó Funes.

Clementina en la pintura

Clementina no fue un personaje que quedó solo en la literatura, la poeta inspiró el pincel de muchos reconocidos pintores, que hicieron de su rostro una obra perdurable y digna de admirar.


Entre los artistas que llenaron sus lienzos con el carisma de la hondureña, están: Diego Rivera, Jorge González Camarera y Fernando Leal, de México; Francisco Amighetti y Francisco Zúñiga, de Costa Rica; Camila Mineros y Luis Salinas, de El Salvador; y de Honduras Carlos Garay, Benigno Gómez, Miguel Ángel Ruiz Matute, Álvaro Canales, Luis Padilla, Aníbal Cruz, Mario Castillo y Gelasio Giménez, entre otros.

Algunas de las obras pueden ser apreciadas en el Centro Cultural Clementina Suárez, recinto homenaje a la literata, que fue una iniciativa del Club Rotario Tegucigalpa Sur.

Otro homenaje a la escritora lo hizo la Fundación Clementina Suárez, que instauró el Certamen de Poesía Clementina Suárez, en el cual participan escritores hondureños con obras cuya temática central es la poeta.

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