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La femenina luz de la literatura

La historia literaria nacional está enriquecida desde las novelas románticas de Lucila Gamero y Argentina Díaz Lozano, la poesía vanguardista de Clementina Suárez y la obra poética feminista de Amanda Castro, hasta llegar a la poesía social de Helen Umaña.

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12.08.2012

Desde el siglo XIX, las escritoras hondureñas han logrado abrirse paso en una sociedad que, pese a los costumbres machistas, no ha podido apagar la luz de sus palabras.

La historia literaria nacional está enriquecida desde las novelas románticas de Lucila Gamero y Argentina Díaz Lozano, la poesía vanguardista de Clementina Suárez y la obra poética feminista de Amanda Castro, hasta llegar a la poesía social de Helen Umaña, quien además es la crítica literaria más importante de Honduras.

Ellas, igual que otras escritoras de generaciones anteriores y actuales, se han enfrentado con una sociedad donde pareciera que la mujer solo debería escribir cuentos infantiles, y pese al marginamiento y los señalamientos, con tinta imborrable han logrado plasmar que la mujer, igual que el hombre, puede hacer una literatura profunda, contestataria, fuerte y alejada de prejuicios superficiales.

Si bien la literatura nacional cuenta con grandes exponentes varones, se necesita de la obra femenina para que tenga ese balance de igualdad, esa riqueza temática y de sentimientos que solo la diversidad puede aportar.

De las literatas que hemos mencionado nos hablaron los escritores Eduardo Bähr, Salvador Madrid y Armando García. además rescatamos lo que el autor guatemalteco Myron Ávila escribió sobre Argentina Díaz Lozano, sin dejar de lado las apreciaciones de Helen Umaña.

Fuera del tintero han quedado muchas otras cuya obra ha venido a ampliar las páginas de la literatura femenina.

Lucila Gamero: la primera mujer que escribió una novela en Centroamérica

La obra de Lucila Gamero, ubicada en un contexto internacional es fragmentada y tardía, según el poeta nacional Salvador Madrid, no obstante, agregó que en el contexto literario nacional es fundacional.

La importancia de la obra de Gamero radica en que sus textos son primarios en la historia de la narrativa hondureña. A finales del siglo XIX era conocida como cuentista en la revista El Pensamiento, donde publicó fragmentada su obra “Amanda Montiel” (1895). Su novela “Blanca Olmedo” (1908) es la primera novela centroamericana escrita por una mujer.

El poeta José Antonio Funes escribió en una ocasión que Gamero tuvo que esperar para publicar esta obra, que ya estaba terminada en 1903, “debido quizá a su contenido ideológico, juzgado como peligroso en su tiempo”.

Su obra tiene la mirada en el Romanticismo, en ella “predomina el tema amoroso, además, los contextos son bastante regionalistas, con cierta crítica a la vida tradicional de las relaciones sociales y de poder de los feudos y con una notable vocación telúrica”, detalló Madrid.

El amor, la imposibilidad de su culminación idealista, la fragilidad de las virtudes humanas en un mundo voraz y ciego donde predomina la ambición y la injusticia caracterizan la obra de esta escritora.

Madrid destacó que los contextos son bastante regionalistas, con cierta crítica a la vida tradicional de las relaciones sociales y de poder de los feudos, y que sus acotaciones a la sociedad, iglesia e hipocresía de la aristocracia en decadencia “debieron ser un golpe frontal en aquella época”.

Gamero destacó con su narrativa en un tiempo donde predominaba la poesía “y donde los espacios estaban reservados a los hombres”, indicó Funes.

Madrid expresó que, según se conoce, la obra de Gamero fue prohibida e incluso era leída clandestinamente por la temática poco conveniente que trataba.

Helen Umaña: poesía colectiva y trabajo incansable en la investigación literaria

Helen Umaña tiene varios ángulos en la literatura nacional. Primero están sus libros de crítica literaria, tan variados como cada género de las letras, entre ellos destacan: “Literatura hondureña contemporánea” (1986), “Narradoras hondureñas” (1990), “Ensayos de literatura hondureña” (1992), “Panorama crítico del cuento hondureño” (1999), “La novela hondureña” (2006) y “La palabra iluminada” (2006). Por sus ojos han pasado libros tras libros de escritores nacionales, y por su pluma una crítica objetiva de cada uno de ellos.

El narrador nacional Eduardo Bähr califica a Umaña como una mujer armada hasta los dientes con un coraje inigualable, “su preparación académica, su sensibilidad de poeta y la seguridad en sus propósitos la hicieron casi única en más de dos decenios”.

El escritor hondureño Armando García califica su trabajo como cerebral, serio y responsable.

“Helen Umaña llega hasta el último hueco del socavón, hasta dar con la pepita de oro del dato. Horas y horas de archivo, de viajes, de desempolvar papeles. S

u vida es una actividad permanente tras las obras que han sido olvidadas por el tiempo, relegadas por la maldad, por la indiferencia de familiares o por la autoridad oficial”. Sus libros son un referente de la literatura hondureña tanto para nacionales como para extranjeros.

En Honduras no se podría hablar de crítica literaria si no se menciona a Umaña, una profesional que “pone los puntos sobre las íes. Señala rutas.

Pondera lo superlativo. Bota ídolos con pies de barro. Coloca a cada uno en su lugar. Hurga: dice quién es quién en la literatura hondureña”, apuntó García.

Si hablamos de Helen Umaña como poeta, la misma autora escribe sobre ella en su libro “La palabra iluminada”, donde califica su trabajo, específicamente el de su poemario “Península del viento”, como una obra que refleja una situación colectiva, cuyas referencias son Guatemala y Honduras.


En ella escribe sobre la represión guatemalteca, los estragos en su propia vida y los efectos emocionales provocados por el exilio.

Esta obra también alude al sentimiento amoroso y “recoge los hitos de una resurrección espiritual”, escribió. Al poemario se suman libros como “La garra catracha. Literatura y fútbol”.

Argentina Díaz Lozano: novela aparentemente rosa

El escritor e investigador guatemalteco Myron Ávila define la obra de Argentina Díaz Lozano, en su libro “De aparente color rosa”, como literatura rosa, y enfatiza el carácter popular de este subgénero a la vez que analiza la ideología alternativa de su discurso, “que no cuadra con el de una novela rosa prototípica, en constante diálogo con la historia y la política local.

Díaz Lozano aborda en sus obras la experiencia femenina en su momento cronológico”, por lo que establece una diferencia textual de género importante que está conectada “no con contenidos, sino con enunciados, y con la forma en que las narradoras privilegian la construcción de sujetos mujeres en o a partir de la modernidad”.

Helen Umaña concluye que la autora escribió “novelas de modalidad tradicional y de planteamiento predominantemente romántico”.

Ávila enfatiza que, si bien escribió narrativa sentimental, “en su obra ocurre una asunción radical del discurso ‘asignado’ como femenino para producir imaginarios culturales alternativos de la historia, la sociedad y la política locales”, brindando protagonismo a las mujeres.

Amanda Castro: poesía con carga vivencial

El amor, la memoria y la injusticia están presentes en la poesía de Amanda Castro, no obstante, el poeta Salvador Madrid menciona un elemento vital en la obra de la poetisa: el discurso lésbico, “manejado con libertad, con sutileza y con profunda pasión”.


Helen Umaña escribe sobre ella en su libro “La palabra iluminada”, donde señala que Castro “utiliza un habla que, sin cómodos eufemismos, a contrapelo de criterios conservadores y defensores del stablishment, devela la situación de género”.

Madrid señaló que aunque la poesía de Castro tiene registros de la literatura norteamericana e hispanoamericana, la influencia de Clementina Suárez fue importante en su obra. Umaña apunta en su libro que la poetisa “canaliza mucho el dolor de la mujer a lo largo de su historia.

No hay ficción en su poesía y sí mucha carga vivencial”, sus versos son un llamado a la rebeldía y a no aceptar dominación alguna.

Clementina Suárez: un reto al machismo

La poesía gallarda, de matices sensoriales y sensuales de Clementina Suárez “le dio vuelta a la tortilla del caciquismo y del machismo, quedó como epítome de la equidad… por lo menos en la literatura”, expresó el narrador Eduardo Bähr.

El escritor define a la poetisa como una mujer que vivió plenamente su vida personal dentro de la literatura y el arte porque fue siempre congruente con su pensamiento y su poesía.

En una época donde la poesía escrita por mujeres no tenía un amplio panorama, desde la década de 1950 y hasta 1990, Suárez “‘retó’ de manera más que valiente y sin altanería al consuetudinario machismo cultural y al regional”. Ella escribió sus primeras obras en su natal Olancho.

La obra de Clementina fue vanguardista en el plano conceptual, “aunque con apego al modernismo vigente”. Fue pionera en el abordaje de la igualdad sexual “y su derecho de reclamar al amante varón como suyo, igual a la manera en que los poetas de la época trataban a las mujeres”, destacó el escritor, aunque fue marginada por algunos de sus colegas.

Entre sus obras están: “Corazón sangrante” (1930), “Los templos de fuego” (1931), “De mis sábados el último” (1931), “Iniciales” (1931) (en coautoría con los mexicanos Lamberto Alarcón y Emilio Cisneros Canto, y el hondureño Martín Paz), “Veleros” (1937), “Creciendo con la hierba” (1957), “El poeta y sus señales” (1969) y “De la desilusión a la esperanza” (1994).

En cuanto a las influencias en la poesía de Suárez, Bähr expresó que primero tuvo la influencia del Romanticismo tardío, después de los poetas modernistas y de la primera Vanguardia, y “tal vez su más fuerte influencia, como todo poeta en esa época, fue de Pablo Neruda”.

El escritor lamentó que el influjo de Clementina “no se concretó en la poesía femenina hondureña, puesto que la cultura de la sumisión ha podido, de manera porcentual, marcar a las autoras hondureñas”.

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