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Obras clave de la narrativa en Honduras

Prisión Verde, El Arca y Blanca Olmedo, figuran en la lista de los 10 libros de autores hondureños de este género literario seleccionados por el instituto Cervantes a través del escritor José Funes

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16.04.2012

La literatura del siglo XX y principios del XXI ha dejado un buen sabor de boca para la historia de las letras hondureñas.

De esta época salen grandes obras, excelentes escritores y un viaje por distintos movimientos literarios. Y fue con el deseo de resaltar las obras más importantes de la narrativa hondureña que el poeta José Antonio Funes realizó para el Instituto Cervantes, un trabajo en el que presenta lo que él llama las diez obras clave de la narrativa hondureña.

Vida recopiló el trabajo de Funes, quien lejos de subestimar las obras de otros autores presenta esta lista como un referente y como apenas una muestra de la calidad de los escritores hondureños.

Una visión crítica de la realidad hondureña

“La heredad” (1934), de Marco Carías Reyes, es una novela-ensayo que se centra en la preocupación por el progreso de Honduras. “En esta obra, la civilización y la barbarie aparecen con nombres propios”.

En un escenario donde el caudillismo y sus consecuencias todavía rondaban el ya entrado siglo XX.

Funes resalta que esta obra plantea la vocación agrícola de un país donde el progreso debe comenzar en el campo, sin embargo, ningún proyecto civilizador se desarrollará mientras predomine el imperio de la barbarie, “por lo tanto, hay que derrotar la barbarie aun haciendo uso de sus mismas armas”.


Y agregó que “de la narración, lo que más cuenta para el autor es la anécdota, pues echa mano de esta para exponer sus ideales”.

Nueva etapa en la novela histórica hondureña

Roberto Castillo mueve entre dos mundos su novela “La guerra de los sentidos” (2002). “El primero, las representaciones del realismo mágico a través de situaciones y personajes de raigambre popular.

El segundo, referente a los dardos que lanza el narrador contra la impostura en actos y celebraciones de carácter oficial, haciendo uso de la parodia y la carnavalización”, detalló Funes.

El problema de la identidad, o de las identidades, surge como un elemento dinámico en la memoria del pueblo, donde conviven el pasado, el presente y hasta la proyección al futuro. “Una novela para construir, deconstruir y dialogar con la memoria”.

El planteamiento de problemas universales

Basada en el argumento de la novela “Los brujos de Ilamatepeque” de Amaya Amador, “El árbol de los pañuelos” (1972) de Julio Escoto está ubicada 23 años después de que los hermanos Cipriano y Doroteo Cano (personajes del libro de Amaya) fueron fusilados.

El autor “se vale de la anécdota sobre la muerte de los hermanos Cano como un motivo para construir un discurso rico en símbolos y haciendo uso de las técnicas narrativas modernas (ruptura del discurso lineal, monólogo interior, intertextualidad, ambigüedad entre el mundo onírico y el mundo real), apuntó Funes.

Signo de modernidad literaria hondureña

“Sendas en el abismo” (1959), de Mimí Díaz Lozano, establece un signo de modernidad literaria en las letras nacionales, a consideración de Funes.

Los cuentos ambientados en la urbe pueden ser ubicados en cualquier país latinoamericano, y en su contenido la autora aborda diferentes situaciones que reinan en las sociedades.

Y enfatizó que dentro de todos los puntos abordados “las narraciones de Díaz superan la representación mimética de la realidad, pues lo subjetivo cobra fuerzas, desde la visión del narrador y la interioridad y complejidad de los personajes”.

La novela más ambiciosa escrita en Honduras

“Una función con móbiles y tentetiesos” (1980) “rompe con todos los esquemas de la escritura (y de la lectura) en la narrativa del país”, resaltó Funes.

Y agregó que “si existe una novela compleja en Honduras, es esta, la que podríamos considerar la primera novela urbana del país, pero también formalmente la más arriesgada”. Hecha de retazos de realidad (es), Funes explicó que tiene una pluralidad de voces dispersas en el ámbito capitalino. “Pero por su complejidad formal, por su arriesgada experimentación narrativa, esta obra carece de elementos referenciales”.

Obra que rompe con la tradición de la narrativa

“El arca” (1956), de Óscar Acosta, “significó la definitiva ruptura de la narrativa hondureña, saturada para entonces de una literatura donde predominaba el criollismo y el realismo provincianos”.

Este libro de 18 relatos está dentro del género del micro-relato
o minificción. Funes apuntó que su título evoca el carácter universal de los relatos, “pues si en el arca de Noé cabían animales de todas las especies del mundo, en “El arca” de Acosta caben los mitos y sucesos fantásticos de diferentes escenarios culturales.

En ella están las huelgas, los conflictos sentimentales y la burguesía decadente, entre otros temas.

Prisión verde: la primera novela bananera de Honduras

En “Prisión verde” (1950), Ramón Amaya Amador tiene como tema principal “la bárbara explotación a que son sometidos los trabajadores por parte de las compañías transnacionales del banano”, apuntó Funes.

En el libro se opera un cierto traslape entre realismo social, costumbrismo y regionalismo. “Sin embargo, a pesar de las escenas de crudo realismo, de los diálogos espontáneos y frescos y de la marcada intención ideológica del autor, esta novela no se detiene en el discurso panfletario; se vale de una prosa elocuente, de gran fluidez y precisión, en la que no falta la ironía, el humor y el colorido poético”.

“Blanca Olmedo” y su contenido ideológico

Publicada en 1908, esta novela romántica, según Funes, está desfasada del contexto literario hispanoamericano, pero su mérito es el de haber sido la primera novela escrita por una mujer en Centroamérica.


El género narrativo fue el instrumento de expresión de esta autora en un medio cultural en el que predominaba la poesía y donde los espacios estaban reservados a los hombres.

Además de plantear una historia de amor, la escritora “asume una posición crítica con respecto a los valores sociales y morales de la época y, sobre todo, contra la corrupción eclesiástica”. “Esta es la gran novela del siglo XX”.

La visión descarnada de la realidad

En los doce cuentos que conforman “Sombra” (1940), Arturo Martínez Galindo cuenta esas vidas que sufren “la complejidad de un mundo de valores trastocados en el cual impera la violencia, la injusticia, la muerte, el desamor y, sobre todo, una sexualidad degradada”, detalló Funes.

En una década en que la narrativa nacional estaba apegada al posmodernismo, Martínez Galindo “renueva el relato hondureño con dos importantes incorporaciones: el cosmopolitismo realista y la primera incorporación del relato psicológico en Honduras”.

El autor trata temas atrevidos para la moral de la época. “La sensualidad, expresada en su sentido más morboso, es uno de los rasgos comunes en ‘Sombra’”.

Una de las mejores piezas de la narrativa modernista

“Hojas de otoño” (1904), de Froylán Turcios, es el tercer libro del autor, en el que deja ver un grado de madurez y consistencia sin precedentes en el país.

Antes de la publicación de este libro de cuentos, “no había aparecido en el contexto nacional ningún libro de relatos en el que se reflejaran claramente las características del modernismo”.

En “Hojas de otoño” se advierten varios tópicos del decadentismo, como el incesto y el fetichismo.

“Como buen modernista, Turcios sitúa a todos sus personajes en ambientes cosmopolitas, con caracteres y gustos decididamente europeos”.

El escritor expresó que esta es “una de las mejores piezas de la narrativa modernista hispanoamericana”, donde el autor centra algunos cuentos en la preocupación de una existencia “más allá de la muerte y, principalmente, en la trascendencia del amor”.

La falta de ilustración en este comentario, es porque el libro no está en las principales bibliotecas, por lo que seguramente forma parte de alguna colección privada.

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