Tegucigalpa

La historia de don Ricardo: De lustrabotas a fotógrafo; de fotógrafo a microempresario

Un consejo que suelen dar los sabios es 'trabaja de lo que te gusta y no tendrás que trabajar nunca en tu vida'...

12.11.2018

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Lustrar un par de zapatos, tomar una fotografía, pitar un partido de fútbol, tomar un fusil y prepararse para la guerra, luchar puño a puño en una pelea de boxeo, correr en una competición de atletismo o dedicarse a la zapatería. Quizá estos sólo sean un montón de oficios y profesiones que desarrollan a diario muchos hondureños, pero no cualquiera tiene la dicha de haberlos realizado todos.

Un consejo que suelen dar los sabios es 'trabaja de lo que te gusta y no tendrás que trabajar nunca en tu vida'. En el caso de don Ricardo Valladarez, de 69 años de edad, se puede ver plasmada esta idea en total claridad. Este hondureño lleva 57 años desempeñando el oficio, que además es su pasión: lustrabotas.

Además de lustrar zapatos, ahora también los elabora. (Fotos: Joselo Trejo / EL HERALDO)

Además de lustrar zapatos, ahora también los elabora. (Fotos: Joselo Trejo / EL HERALDO)


Esta población específica se caracteriza por llevar consigo un cajón de madera, cremas y ceras, cepillos y una que otra franela para relucir el calzado de sus clientes, en un abrir y cerrar de ojos.

Asimismo, en medio de su trabajo, ellos buscan darle un trato de calidad al cliente, pues sirven como consejeros, analistas políticos, críticos del deporte, especialmente si se trata de fútbol e incluso hasta le hacen de psicólogos. Esta es la historia de don Ricardo Valladarez.

'Trabajo desde el año 1961, teniendo 12 años. Con mi madre nos criamos casi en la miseria. Al ver la necesidad de mi mamá, yo tuve que agarrar una caja de lustrar. En aquellos tiempos, valía 10 centavos el lustre, de ahí era el sustento de la casa. A través del tiempo no tuve la oportunidad ni de estudiar, sólo estuve seis meses en primer grado', nos relata este humilde señor.

Siempre que lo vean en el parque central, verán en sus manos sus herramientas de trabajo. (Fotos: Joselo Trejo / EL HERALDO)

Siempre que lo vean en el parque central, verán en sus manos sus herramientas de trabajo. (Fotos: Joselo Trejo / EL HERALDO)


Al igual que don Ricardo, son muchos los hondureños que se ganan la vida con trabajos informales o, como decimos popularmente, trabajando 'de lo que sea'.

'Mi vida ha sido un Valladarez en la calles, y he aprendido a hacer varios oficios, gracias a Dios. Aprendí a trabajar el engrase, trabajé en una gasolinera como engrasador de carros, también estuve trabajando como ayudante de cocina china, preparando chop suey y picando verduras'.

'Presté mi servicio militar para 1968-69, salí de baja en el 72; después practiqué boxeo en el Ejército, hice varias peleas internacionales, peleé contra El Salvador y Nicaragua'.

'Después me metí a la rama del arbitraje, estuve 32 años arbitrando fútbol, nunca jugué, porque jugué basketball. Practiqué el arbitraje, leí, recibí varios cursos en la Escuela Nacional', agregó.

Don Ricardo pasó de ser lustrabotas (empleo que siempre conservó) a ser cocinero y de cocinero a un militar que defendió la patria en la guerra de 1969. Pero don Ricardo tendría un cambio radical en su faceta como lustrabotas, se convirtió en árbitro de fútbol.

'Anduve 32 años como árbitro de fútbol, leyendo el reglamento. En aquellos tiempos se miraba bonito el fútbol, ahora ha bajado la calidad del fútbol'.

- Don Ricardo Valladarez.



'Estuve en la Asociación de Lustrabotas, Asolush, del parque central, ahí se tenía un equipo de fútbol que se llamaba 'El Súper' y a través de ahí yo me fui lanzando. Miré que un árbitro cometió un error de regla, entonces vine yo y me interesó en qué regla había cometido el error y me metí al arbitraje, de ahí fui aprendiendo, a través del fútbol'.

Actualmente, son 33 hombres que integran la Asociación de Lustrabotas de Honduras (Asolush) quienes se han convertido en figuras insignes de la Plaza Central de Tegucigalpa.

El multifacético hondureño asegura que toda su vida fue un amante del deporte y que en su juventud practicó atletismo, lanzamiento de bala, jabalina y disco, asimismo, incursionó en el boxeo y el basketball.

Pero, don Ricardo es de esos hondureños que no se conforman con lo mucho o lo poco que saben. Siempre le ha gustado aprender algo nuevo y, entre una de sus tantas facetas, hay una muy peculiar: la vida de fotógrafo.

Esta es una de las ocupaciones que desarrolla este hondureño. Y es, además, una de las que más disfruta. (Fotos: Eduard Rodríguez / EL HERALDO)

Esta es una de las ocupaciones que desarrolla este hondureño. Y es, además, una de las que más disfruta. (Fotos: Eduard Rodríguez / EL HERALDO)


'Me gustó desde pequeño, me gustaba la fotografía. En aquel tiempo yo usaba unas camaritas que se llamaban 110 y traía unos foquitos, yo comencé con esa y luego conseguí una cámara semi-profesional. Anduve tomando fotos y miré que me las compraban, me pagaban lo que a mí me gustaba, entonces me metí en el rollo de las fotografías'.

Actualmente, don Ricardo vende sus trabajos fotográficos a un módico precio de 50 lempiras, pero sorpresivamente nos reveló a cuánto vendía sus fotografías en el pasado y quién era uno de sus clientes favoritos.

'En ese tiempo cobraba tres lempiras y eran en blanco y negro. Ahora se dan a 50 lempiras. Trabajo con foto instantánea, tengo mi propia impresora y doy por 80 lempiras cada toma'.

'Llevaba primicias a Diario EL HERALDO cuando estaba frente al hospital San Felipe, cuando conseguía primicias se las llevaba a don Mario. Me reconocían 50 o 100 lempiras, que era bastante dinero', narró.

Hoy en día, Ricardo Valladarez sigue desempeñando esa pasión por la fotografía y, aunque ya no tiene esa misma agilidad de la juventud, sigue cubriendo eventos donde pueda poner en práctica sus habilidades como fotógrafo.

'Siempre trabajo la fotografía, voy a eventos, graduaciones de la universidad, graduaciones de colegio, desfiles y la feria de Suyapa'.

Con el paso del tiempo, la cotidianidad de las personas que laboran como lustrabotas se vuelve un mar de dificultades, pues la población ahora compra sus propios productos para darle un buen aspecto a su calzado y, por cuestiones de moda, ya que los tenis en la actualidad se usan con frecuencia. A pesar de ello, don Ricardo asegura que su primer empleo lo conservará hasta sus últimos días.

'Mi primer empleo lo conservo de por vida. Yo creo que, cuando me muera, en una mano me van a enterrar con un cepillo y en la otra una lata de chinola'.

Su cabello pintado de un blanco puro refleja toda una vida llena de aprendizaje y experiencia. (Fotos: Joselo Trejo / EL HERALDO)

Su cabello pintado de un blanco puro refleja toda una vida llena de aprendizaje y experiencia. Fotos: (Joselo Trejo / EL HERALDO)


La perseverancia de este emprendedor ha llevado a que actualmente produzca su propio calzado, convirtiéndolo en un pequeño microempresario.

'Una vez estaba haciendo un cambio de suela a un zapato mío, uno de los compañeros de la zapatería me preguntó: ¿Usted los arreglaron, don Ricardo?, yo le dije que sí y después me preguntó; ¿Por qué no se mete aprender a hacer zapatos?, eso fue hace tres años, vine yo y me metí, me puse a aprender a alistar y ahora yo lo hago completo el calzado'.

'Hago siete pares en dos días. Los doy cómodos a 120 lempiras, como se regula se va bajando el precio hasta 100 lempiras, a veces vendo tres pares o un par diario', nos dijo, mientras una gota de sudor corría por su frente.

Don Ricardo Valladarez seguirá esperando a sus clientes día a día, de lunes a domingo en el parque central de Tegucigalpa, con la misma disposición como cuando empezó con este oficio, no sólo para dejar pulido el calzado de sus clientes, sino para seguir siendo esa persona anónima que escucha y da consejos frente a los problemas que nos agobian en la cotidianidad de la vida.