Sucesos

Hondureño que violó a sus hijas, condenado a 61 años de cárcel

Las tres menores y su madre sufrieron abusos, golpes y amenazas del hombre que, en prisión intentó suicidarse para no ser violado por los demás reos.

21.10.2014

Tegucigalpa, Honduras

Por violar a sus dos hijas y una hijastra, un hombre fue condenado a 61 años de cárcel en un tribunal de la capital de Honduras.

José de la Rosa Hernández (40) marcó con abusos, dolor y miedo la vida de las menores, dos de las cuales salieron embarazadas producto de las violaciones.

Este drama familiar se desarrolló durante varios años en la aldea El Reventón, en el valle de Amarateca, a unos 22 kilómetros al norte de la capital de Honduras.

El sujeto también fue acusado de violencia intrafamiliar contra su compañera de hogar y por actos de lujuria en perjuicio de una de sus hijas.

La madre de familia vivía aterrorizada por las amenazas de su pareja, pero un hecho ocurrido hace dos años le dio el valor para romper el silencio y acusarlo ante las autoridades respectivas.

Según el testimonio de las víctimas, en 2012, después de un episodio de violencia intrafamiliar contra la madre de sus hijas, el hombre en estado de ebriedad sentó sobre sus piernas a una de las menores y comenzó a manosearla.

La madre le reclamó y exigió que se fuera de la casa, pero en reacción el sujeto tomó un machete y a la menor, para abusar de ella cerca de la morada y amparado en la oscuridad.

Fue así como la madre cobró valor para interponer la denuncia, que reveló una serie de horrores vividos por las pequeñas, quienes contaron en su testimonio que las violaciones comenzaron cuando una de ellas tenía ocho años y la otra once.

Las dos menores son madres ahora, de un bebé que es hijo y nieto de la Rosa Hernández, tal como la demostraron las pruebas de ADN practicadas por la Dirección de Medicina Forense.

El hombre fue capturado en julio de 2012, cuando sus hijas tenían 13, 17 y 21 años, y remitido a la Penitenciaría Nacional de Honduras.

Un mes después, trató de suicidarse atándose un cable en el cuello, lo que obligó a las autoridades penitenciarias a ingresarlo en el Hospital Escuela.

El que fuera un violador impune durante casi una década, dijo que 'quería morirme antes de que me violaran', ya que había escuchado que los demás reclusos le aplicarían la ley del talión: ojo por ojo, diente por diente.