Sucesos

La muchedumbre buscaba a su 'adivino” de la lotería

Los sábados en la segunda calle de La Haya no volverán a ser los mismos, el bullicio de los seguidores de Noel no se volverá a escuchar. La Unidad Investigativa de EL HERALDO
hizo fila, pagó y recibió las predicciones para la lotería. Todo era un invento

FOTOGALERÍA
25.04.2012

La vida de Noel Alexander Valladares, alias “El Tecolote” se apagó este martes por la mano criminal de cuatro malhechores que lo asesinaron a mansalva.

Pero en la memoria de los vecinos de la colonia La Haya y de los televidentes de su programa, se queda la imagen de un hombre al que le acreditaban poderes para conocer los números que caerían en las diferentes loterías.

A menos que fuera un vidente o superdotado en las leyes de las probabilidades, todo lo que hacía “El Tecolote” era una farsa en la que muchos incautos cayeron.

La Unidad Investigativa de EL HERALDO
conoció el caso y descubrió todo el modus operandi.

Como una cliente desesperada por amasar fortuna, la periodista hizo fila y pagó extra a los ansiosos ciudadanos para poder ingresar más rápido al refugio de “El Tecolote”.

Afuera de la casa siempre estaba su viejo Corolla amarillo, inconfundible en las calles de la ciudad. Literalmente fue su compañero hasta la muerte. Dentro del mismo dio su último suspiro, tras ser acribillado por varios criminales.

La Haya

Los sábados en la segunda calle de La Haya no volverán a ser los mismos, el bullicio de los seguidores de Noel no se volverá a escuchar.

Cada sábado atendía un promedio de 500 personas que formaban largas filas, tan solo por hacerse acreedoras a los “números de la suerte”.

No importaban las inclemencias del clima, si el abrazador sol quemaba sus rostros o la lluvia los bañaba, todo sacrificio era válido si al final del día se obtenía la preciada hoja de jugadas que entregaba “El Tecolote”.

Por 150 lempiras, los aficionados de la lotería obtenían los números que horas más tarde multiplicarían la inversión.

La fórmula de la fortuna

Para poder ingresar al hogar de Noel se debía esperar un largo turno, solo los que madrugaban lograban estar entre las primeras 100 personas atendidas.

Al llegar al portal del hogar del “adivino”, dos guardias revisaban cuidadosamente a cada persona que entraba, se prohibía el ingreso de celulares o cualquier artículo para hacer fotografías o grabaciones.

Y en el estacionamiento otra fila esperaba a las personas que ingresaban al lugar, la espera era más larga que la sesión, ya que en menos de dos minutos, él entregaba las preciadas cifras.

Lejos de vestirse como un excéntrico, su vestuario era moderno y de porte elegante, un sombrero negro era su sello de misterio.

En el listado de la fortuna que entregó a la periodista (sin saber que lo era) incluia 30 números, de los cuales seleccionaba 20, para diferentes sorteos de la semana.

Y si sus clientes se querían embarcar en otro juego fuera de las loterías oficiales ofrecía tres números como “abonos”.

Las páginas de sus sorteos se cotizaban en las pulperías hasta por 15 lempiras.

Pero sus mayores seguidores los captó desde la pantalla chica, sus presagios se convirtieron en el oficio con el que se ganaba la vida.

Su programa tenía una audiencia fiel que de 9:00 a 10:00 de la mañana, la gente paralizaba sus actividades para no perder detalle de cada uno de los números que él sugería como ganadores.