Tic Tac

Miguel Ángel Zúñiga, del estudio de lo invisible al espectáculo del rock

Microbiólogo, catedrático universitario y director del grupo musical Spectrum

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16.09.2016

Tegucigalpa, Honduras
A pesar de ser pariente de José Ángel Zúñiga Huete -el león del liberalismo, fiero opositor a la dictadura de Tiburcio Carías Andino (1932-1949)-, este investigador de los microorganismos dice no tener partido político y que su vida la construye sobre la base del conocimiento y no de la política.

El académico estudioso de aquellos seres vivos no visibles al ojo humano, catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) y heredero de la música, Miguel Ángel Zúñiga, así le responde a EL HERALDO.

¿Usted es familia de Zúñiga Huete?
Sí, él era hermano de mi abuelo, o sea que para mí es como mi tío abuelo. Fíjese que en tiempos de (Tiburcio) Carías a mi abuelo solo por ser hermano de Zúñiga Huete lo tuvieron preso.

¿De Zúñiga Huete qué puede contarnos?
Que fue una persona prominente en la política. A pesar del parentesco, quiero contarle que yo no he militado en ningún partido político; si fuera por tradición familiar sería liberal, pero yo voto por los mejores candidatos.

¿Cómo vivió la niñez?
Crecí en La Guadalupe, tuve una niñez divertida, tranquila, porque jugaba mucho con mis hermanos. En la casa había una terraza y ahí jugábamos y a cada rato el balón se nos iba a la calle, por eso pasábamos pidiendo el favor de que nos la devolvieran.

¿Cuál fue el momento más alegre de su niñez?
Decir un momento sería difícil. Un hecho que recuerdo es que en ese tiempo estaban de moda las pistolas de balines, entonces había un vecino que tenía un perro que no paraba de ladrar y en algunos momentos eso me cansó, a tal grado que yo lo tiroteaba. Una vez el señor me dijo que me iba a responder con balas de plomo, no con balines, si le seguía tiroteando el chucho.

Foto: El Heraldo

Me gustaba analizar cosas, insectos, verme los poros, quemar hormigas con una lupa.

¿Y sus padres?
Mi papá Miguel Ángel Zúñiga Soto es periodista de profesión, pero ha tenido la faceta de músico. En ese aspecto se llevó algunas decepciones porque se había tomado muy en serio la parte musical y no le iba bien, porque usted sabrá que en el país la cultura no está en primer lugar de prioridades. Mis papás no querían que ninguno de nosotros se dedicara a la música, pero da la casualidad que a todos mis hermanos nos gustó.

¿Y cómo surge la vocación para la microbiología?
Desde pequeño, con un microscopio de juguete, me gustaba analizar cosas, insectos, verme los poros, quemar hormigas con una lupa. Por equis motivo de la vida por ahí hubo un amigo que me regaló un libro de microbiología y uno de parasitología y el área me pareció interesante. Me llamó la atención la microbiología y entonces decidí tomar este campo, hasta que al final saqué una maestría.

¿A qué escuela fue?
Yo soy orgullosamente salesiano. En el San Miguel estuve desde primaria, secundaria, hasta que saque mi bachillerato.

¿A qué sacerdote recuerda?
Recuerdo con aprecio al padre Carlos Paniagua, creo que sigue vivo fuera del país. Desde primaria tuve buena relación con él porque dentro de mis hobbies estaba el interés por las computadoras. Él tenía una que no podía usar mucho y siempre me pedía que le ayudara, así creamos una gran amistad. Yo lo admiraba también porque era un gran negociante. Si él no hubiera sido padre, habría sido empresario, a todo le encontraba negocio.

¿Qué negocio del padre Paniagua no olvida?
Él manejaba la librería del colegio y vendía de todo. Nunca tenía cambio en monedas y daba un confite, ahí le quedaba la ganancia. Él vendía algunos insumos que las personas le donaban... bueno, yo no sé qué hacía él con el dinero, si lo daba para obras o no. Yo le compraba porque había cosas que no se vendían en ningún supermercado.

¿Quién ha sido su mejor amigo en su vida?
Mi mejor amigo... En este caso yo considero que es en la familia, cuando uno tiene hermanos, esos son los mejores amigos, pero fuera del núcleo familiar creo que hablaría de una mejor amiga con quien hemos compartido por bastante tiempo la vida universitaria. Como se dicen, los amigos se cuentan con los dedos de la mano.

¿Qué lo atrajo de la microbiología?
Es un campo muy apasionante. Las ciencias, aparte de las ciencias exactas, que son números, son muy cambiantes; no se puede decir ni siempre ni nunca porque todos los días sale un nuevo descubrimiento o algo que viene a decir esto no es así.

Como microbiólogo, ¿qué es lo más curioso que ha descubierto?
Varias cosas. Durante mi maestría trabajé con el doctor Gustavo Fontecha en algo que se conoce como deficiencia enzimática, que tiene una correlación con áreas donde hay malaria. En ese sentido, el parásito de la malaria ha presionado el genoma humano, es decir ha generado mutaciones y algunas de ellas se consideran como una ventaja selectiva para no padecer malaria. Esas mutaciones también están asociadas con efectos adversos por tener alguna deficiencia de esa enzima.

¿Cuál ha sido su mayor temor en su vida?
Perder la esperanza, porque cuando esta se pierde no se tiene nada.

Foto: El Heraldo

Ha tocado en el teatro Manuel Bonilla, para la Teletón,
para Relevo por la Vida, en el Centro de Lucha contra el Cáncer

¿Cuándo entró como docente a la universidad?
Desde estudiante, fui instructor...

¿Y la música cómo surge?
Como le decía, mi papá es una persona que, más allá de lo profesional, ha sido músico, pero de conservatorio; yo desde cuarto grado hasta que me gradué toqué la trompeta. Cuando pequeño también me gustó el piano, luego me llamó la atención la guitarra.

Como salesiano, ¿debe ser muy religioso?
Pues siempre asisto a la iglesia, lo hacía desde pequeño y continúo con esa costumbre todavía.

¿Qué error no le gustaría volver a cometer?
¡Uh!, pues mire, como dicen, los humanos somos seres imperfectos y en ese sentido me la complica...

¿Se arrepiente de algo en la vida?
Yo trato de no arrepentirme. Dicen que no hay que arrepentirse de lo que se hace.

¿Si pudiera cambiar algo de usted, qué sería?
Soy feliz como me ha hecho Dios, pero siento que a veces uno puede llegar a ser un poco excesivo o compulsivo con algunas cosas. Creo que debo ser más tolerante, las cosas muchas veces no se realizan como uno quiere.

¿Cómo se define usted?
Como una persona que trata de hacer las cosas bien, con calidad. Eso es algo que ocupamos en el país. Independientemente del trabajo que uno haga, debe realizarlo lo mejor que pueda. Es que hay que tratar de dejar un legado en esta vida. Uno se vuelve inmortal al dejar algo que sirve a los demás.

Para un microbiólogo, ¿cuál es la herramienta más importante de su carrera?
Es uno como individuo, el talento humano. Usted puede tener todas las herramientas habidas y por haber, pero de nada sirve tener todo cuando lo más importante en una institución es el talento humano.

¿Recuerda cuando compró su primer instrumento?
En unas vacaciones, en diciembre y enero, trabajé en una tienda de vendedor y ahí me esmeraba en ganar comisiones. No sé qué pasaba que solo en bodega me querían tener, por eso me tocó reclamarle al gerente diciéndole que no podía estar solo en la bodega porque ocupaba ganar comisión porque tenía una meta clara, la de comprarme una guitarra.

¿Cuál ha sido su trayectoria como músico?
He tocado en el teatro Manuel Bonilla, para la Teletón, para Relevo por la Vida, en el Centro de Lucha contra el Cáncer, he estado en concierto. Tengo un grupo que se llama Spectrum, somos cuatro, tres hermanos y un amigo. Tocamos canciones propias, ¿qué genero?, tocamos rock. Es una faceta diferente de mí, me quito lo formal y nos ponemos medio locos, ja, ja, ja...