Tic Tac

Miguel Cálix: 'Los hombres muy blancos no pegan con las cipotas”

Es amante del café y empezó a flechar a su esposa con un editorial

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16.08.2019

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- El sol del mediodía se disimula entre la conquistadora frescura de Valle de Ángeles y el aroma de ese café catracho se apodera de la atmósfera y seduce hasta al más resistente de los olfatos.

“Las mejores pláticas y reuniones tienen que ser alrededor de un café; es la razón de ser de nuestras conversaciones”, cuenta con su carisma por delante Miguel Cálix, justo después de recibir ese café de Intibucá, que ha sido preparado por Edgar con método V60. Claro, los tres miembros de Tictac también reciben su taza y disfrutan del confort de Varietal Coffee.

“Creo que cada vez que en el Congreso Nacional no se pudieron poner de acuerdo es porque estaban hablando de pie y sin una taza de café en la mano”, reafirma su gusto el hombre de tez clara y ojos verdes. Nació pesando 10 libras y siendo codiciado.

“Dice mi mamá que todo mundo quería ir a conocer al niño bonito... obviamente uno se hace feo después, ja, ja, ja”, confiesa el abogado, catedrático y analista político.

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Con él se puede platicar de todo: desde leyes hasta música. “¿Mi canción preferida?”, dice antes de pedir un tiempo y saltarse esa pregunta para encontrar la respuesta idónea más adelante... “Hay una de Spinetta: ‘Canción para los días de la vida’. Cada vez que la escucho, me toca; me recuerda a una época bonita de mi vida”, cuenta con elocuente nostalgia antes de someterse al “examen” del interrogatorio.

Capitalino, ¿verdad, abogado Cálix?
De Comayagüela. Mi papá era tegucigalpense y mi mamá de Comayagüela, entonces siempre había ese debate. Mi madre les decía encopetados a los de Tegucigalpa y los de Tegus les decían descalzos a los de Comayagüela. Mi madre se cayó embarazada y casi me pierde en dos ocasiones. Era un niño muy bonito cuando nací: chele, ojos azules, rubio, ja, ja, ja.

¿O sea que era apetecido?
La gente aquí, y siempre he criticado eso, tiene una obsesión con los niños blancos, todo mundo quiere que el niño le salga blanquito. Es producto de la discriminación que hay en Honduras. Pero la gente no sabe que a los blancos también nos discriminan.

Uno creería que a los blancos no los discriminan...
Mis tíos y mis primos me decían Chele y uno crece creyendo que se llama así. Vivimos en una país en donde la gente blanca está asociada a la conquista o a los Yankees. A mí me decían Gringo de agua juca, Chele Camote, Chele Macarróne, entonces el nombre de Cheleno solo se dice de cariño, también se dice despectivo. Se reían de mí y me decían Patas de yuca y para un niño es duro que lo distingan por su color de la piel.

Pero imagino que ya grande la pegó con las muchachas...
No, nada que ver, los hombres muy blancos no pegan con las cipotas. Yo estudié en el San Miguel y agradezco mucho que nadie se haya interesado en mí porque allí solo éramos varones, ja, ja, ja. No era muy noviero. A los 14 años tuve acné y eso hace que la gente se vuelva insegura. No me acomplejó, pero las cipotas no se fijan en alguien con acné pues, ja, ja, ja. Nunca he sido una persona que ha tenido seguidoras y tampoco me dio envidia.

¿Cómo conoció a Karla, su esposa?
Fui a San Pedro a trabajar y al día siguiente conocí a Karla. La invité a tomar un café y le comenté que una de mis pasiones era escribir y que escribía en El Heraldo (desde 1997). Fíjese en ese detalle, para mí el café está en el centro de un montón de cosas. Si mi historia tendría que titularse tendría que decir entre libros y café...

Bueno, ¿qué paso con la conquista de su esposa?
Hice un editorial que se llamó Sin motivos para celebrar, que trataba sobre el décimo aniversario de la Convención de los Derechos del Niño. Abrió la cartera, sacó un periódico que andaba doblado y me dijo: ¿Por casualidad no habrás escrito este editorial? Esa es una señal del cielo: que la persona que venís tratando, que te gusta y la que estás enamorando, te salga con eso... Un amigo le pasó el periódico y ella dijo: Me gustaría conocer a la persona que escribió esto. Por eso no hay que andar diciendo sus deseos en voz alta. Tenemos 20 años juntos y dos hijos.

¿Cómo entró al mundo de la docencia?
Fui a hacerle unas preguntas de un trabajo a José Manuel Ramos Cheves, que era catedrático, y me dijo: Oígame, hombrón... ¿no querrá dar unas clasesitas? Le dije que con gusto y me contestó: Hay un pequeño problema, que es ad honorem, no hay paga. Estuve un año trabajando sin pago. Jamás renegué, siempre nos reíamos en la casa porque mi esposa me decía: “Gastás más en gasolina que lo que ganás en la universidad”.

¿Alguna anécdota con estudiantes?
Yo siempre les preguntaba a cuántos habían asaltado y notaba que en cada período eran más los que levantaban la mano. Llegó un momento que les dije: Estadísticamente no tarda en ocurrirme porque cada vez miro más. A los dos meses me asaltaron y se los llegué comentando a los alumnos. Lo que me llama la atención es que alumnos y alumnas llegan mejor vestidos el día del examen.

¿Y en el ejercicio de su profesión de abogado, puso en peligro su vida?
Hubo dos episodios en los que uno se da cuenta cómo arriesga la vida de manera torpe. En el 93 me llegó el caso de un asesinato de un comerciante nicaragüense y estaban involucrados policías.

Localizamos un testigo, lo tuvimos hospedado en la sede del Codeh, necesitábamos sacarlo y se nos ocurrió que lo más sensato era cambiarnos la ropa y me puse la del testigo. Al salir, me siguieron los policías... me pudieron haber matado.

¿Y el otro episodio?
Cuando estaba en el Comisionado de los Derechos Humanos en San Pedro. Hubo un motín en la cárcel y me pidieron que fuera a hablar con los pandilleros. Pusieron a los internos en el patio y mientras yo andaba caminando en medio de ellos uno de los guardias disparó y mató a uno de los reclusos. Con el disparo, la cosa se puso tensa: algunos se quisieron parar, los policías cerrajearon las armas y yo en el centro les decía:Calmados, calmados.

Lo escuchamos analizar la política, pero ¿usted es de izquierda o de derecha?
Mi pensamiento se ubica en la Social Democracia, eso me haría centro-izquierda. Para la gente de derecha yo nunca dejé de ser ñángara, para los de izquierda soy conservador porque mi esposa es nacionalista. Quienes me conocen saben que cuando yo digo que no tengo partido es real. A mucha gente le agrada mi imparcialidad, pero otros me odian por eso.

Entre Mel y JOH, ¿por quién votaría?

Por ninguno de los dos; si me pone esa disyuntiva entre Juan Orlando y Mel”, ejerzo mi derecho a votar en blanco. Independientemente de que les tengo mucho aprecio a los dos y de que con Juan Orlando fuimos compañeros en la Autónoma. Me cuesta decirle Presidente porque siempre lo conocí como Juan y él me dice Miguel. Somos el mismo número de cuenta.

¿Eran adversarios políticos en la universidad?

Él participaba en el Frente Unido Universitario Democrático (FUUD) y yo era del Frente de Reforma Universitario (FRU) y eso me hacía adversario político de él. Toda la gente que me conoció en la universidad se acuerda que yo era ñángara.

Como la mayoría de hondureños, supongo que le gusta el deporte...
Jugaba béisbol, un deporte conocido y poco practicado en el país. A mí me encanta el béisbol y me acuerdo que amanecía con mi padre en el Lempira Reina. Tengo la camisa con la jugué mi primer partido y ahora nos juntamos con los amigos y jugamos sóftbol.

¿Por qué golpes ha llorado en la vida?
Los momentos en que más he llorado han sido en la muerte de mis seres amados. Y lloro cada vez que veo películas que me emocionan y he llorado leyendo libros. Soy muy emotivo y dejo que las emociones fluyan; si es enojo, la dejo salir o si es tristeza, igual.

¿Hay sueños pendientes?
Creo que sigo en la búsqueda de mi meta en la vida... yo le encuentro emoción a una taza de café y le encuentro mucha emoción a esta entrevista...

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