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Milton Mateo: 'He llorado día y noche a mi esposa; esas son heridas que no se curan”

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15.02.2019

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Entre los recuerdos de su curtida labor periodística y las múltiples anécdotas vividas en el mundo de la pesca se construye una elocuente sonrisa que solo es capaz de apagarse con ese dolor que marcó su vida para siempre.

“Mi esposa falleció hace unos años y todavía la extraño mucho”, confiesa con voz quebrantada Milton Mateo, ese periodista de la vieja guardia que ha vivido entre el periodismo, las aguas y la despedida sin retorno de su gran complemento.

Esa pérdida la sufrió hace unos siete años y desde entonces quedó un enorme vacío tanto en su corazón como en la casa de habitación en donde recibe a Tictac. “Eso no se supera”...

A sus casi 75 abriles, este paraiseño “naturalizado” capitalino tiene una historia que va desde su nacimiento en plena Semana Santa hasta una larga carrera de un hombre que no necesitó pasar por la universidad para incursionar en medios como Radio América, diario La Prensa, EL HERALDO y HRN.

Un placer, don Milton Mateo. ¿Podemos decir que es un capitalino adoptado?
Soy de El Paraíso, pero me trajeron a Tegucigalpa a los cuatro meses. Nací un 9 de abril, un Domingo de Resurrección; a las 12:45 del mediodía mi madre estaba dando a luz, se imagina el calor que tenía pariendo esa pobre dama...

Como todos, me imagino que tiene experiencias inolvidables de la infancia...
Sí, como cuando estaba en cuarto grado. Una tarde iba para la escuela, unos cipotes estaban peleando y me pegaron una pedrada en la cabeza y, cuando me estaba tocando la sangre, me pegaron otra en el otro lado. Dos veces me rompieron la cabeza, ja, ja, ja...

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¿Algún un noviazgo que lo haya dejado tocado?
No, porque mi primera novia fue mi esposa. Había una muchacha a la que yo enamoraba y un domingo la invité a una fiesta en una casa particular, pero ella no llegó, si no que llegó la que se convirtió en mi esposa.

Empezamos a bailar, nos hicimos amigos y me olvidé de la otra. Vivíamos en el barrio Morazán y, tras seis meses de noviazgo, nos casamos.

¿Qué hechos han marcado su vida, don Milton?
La muerte de mi esposa (suspenso)... va a cumplir siete años de que se me fue y la siento, creo que esa ausencia la voy a sentir por el resto de mi vida.

6

hijos tiene Milton en dos
relaciones: tres varones
y tres mujeres.

¿La ha llorado?
(Silencio)... la he llorado día y noche. Extraño su compañía, sus caricias, sus consejos, todo. Allá está la foto de ella (señala la imagen de María Concepción Ferrera que está en la sala), son heridas morales que no se curan. Tenía osteoporosis, estuvo tres años postrada, fue doloroso verla. Nuestros hijos y yo le pedíamos a Dios que se la llevara porque sufríamos más viéndola así.

Antes de casarse inició en el periodismo, ¿de dónde viene esa pasión?
En la escuela escribía notas para los actos cívicos. Mi mamá tenía buena relación con la gente de Diario El Día y me llevó, yo tenía como 15 años y comencé como cajista. Cuando los compañeros cumplían años les hacía la nota de cumpleaños y se la daba al encargado de sociales. Él me decía: “¿Dónde aprendiste a redactar?”. Luego, me dijo: “¿Por qué no probás como reportero?”. Empecé en la nota roja.

¿Qué anécdotas recuerda en el campo periodístico?
La de unos guerrilleros que secuestraron tres aviones y que aterrizaron a medianoche en Tegucigalpa. Llegué a cubrir la noticia y un amigo radioaficionado me dijo: “Tengo la frecuencia entre la torre de control y el jefe de los guerrilleros”.

Transmití para HRN la conversación. Me acuerdo que cuando estaba transmitiendo, Nahún Valladares me decía: “Identificá tal radio”. Eran radios EE UU, Venezuela y Colombia, que me estaban retransmitiendo.

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También tiene una anécdota en el caso de Matta...
Ah, sí. Tenía un amigo que me dijo: “Mirá, a Matta lo capturaron los agentes federales de Estados Unidos, lo llevaron a Palmerola, luego a Dominicana y lo secuestran para llevarlo a Nueva York”. Yo escribí la nota, la llevé al periódico y el director (Julio César Marín) me dijo: “Esta es una novela, invéntese otra novela”. Al día siguiente salió lo que él no quiso publicar. Ese día renuncié al periódico.

¿Extraña esos viejos tiempos en la reporteada?
Estoy con Danilo Izaguirre en “Temas del día”, de HRN, y lo disfruto. Yo estoy jubilado, que por cierto es una jubilación que da pena decirla, no es ni la mitad del salario mínimo.

¿Siente que ha sido el periodista que soñó ser?
No, yo quise ser un mejor periodista. Me hubiese gustado ser un periodista de más peso, pero llegué hasta donde pude.

-Antes de partir hacia el valle de Amarateca para poner en práctica su don de pescador en Vía Oriente, se da un tiempo para hablar de esta otra pasión.

¿Cuándo surge el gusto por la pesca?
Ya ejerciendo el periodismo, alguien me invitó y nos fuimos a los esteros de San Lorenzo. Cuando vi que picaba, dije: “Esto es emocionante”. La pesca deportiva ha perdido sentido porque ya no hay ríos donde ir a pescar.

En compañía de dos primos que son como sus hermanos (Norma y Fernando).

¿Pero qué es lo más bonito de la pesca?
Es un momento emocionante, alegre y en el que uno se olvida del mundo, solo está esperando el momento en que pique. Es apasionante, y decepcionante cuando no se saca nada, viene echándole rayos a medio mundo... Participaba en campeonatos y una vez, en Granjas Marinas, saqué un pez robalo de 26 libras. A veces no sacaba nada, pero el que estaba a la par sacaba y nosotros lo queríamos matar, ja, ja, ja.

¿Sigue pescando?
Lo sigo haciendo esporádicamente, en los feriados largos he ido con mi hijo a las represas. Ahora me gusta pescar en agua dulce porque ir al mar sale muy caro y hay riesgos.

¿Qué le apasiona más: la pesca o el periodismo?
El periodismo, porque ha sido mi vida.

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