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Mario Noé Villafranca: Es más fácil quedar bien como médico que como diputado

La vida entre el bisturí, el deporte y la creación de leyes de uno de los vicepresientes del Congreso Nacional
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27.04.2018

Tegucigalpa, Honduras
Cuando el doctor Mario Noé Villafranca te da la mano y te mira con esos ojos negros que intimidan, pocos podrían creer que allá adentro de ese cuerpo que levanta pesas y se cruza nadando el Lago de Yojoa haya un corazón capaz de dar consultas gratis para la gente pobre, la gente que lo llevó al Congreso...

“El día que me lo piden, ahí estoy”, dice uno de los oncólogos más famosos del país que a sus 51 años ha encontrado la plenitud en su vida; “voy a morir siendo médico, no puedo hacer a un lado a mis pacientes... pero tampoco descuido mis funciones como diputado”, aclara.

¿Qué tal, doctor? Gracias por apartar un tiempo de su agenda para TicTac. Yo le miro cara de niño travieso, ¿así era?
¡No! Para nada, ja, ja, ja... Lo que más recuerdo de mi niñez era que nos reuníamos todos los primos, unos 20, en una casa que tenía mi abuelo en El Piligüín. Era de todos los fines de semana. Ahí jugábamos todo el día.

¿Jugaban fútbol?
Jugábamos de todo, pero mi pasión siempre fue el béisbol. Ya adolescente nos íbamos a pelotear al “Campo Blanco”, donde ahora es el bulevar Kuwait; estuve en Sahsa, Pilluelos, Orioles de Larach y a los 16 años debuto en Liga Mayor con Nacionales de Larach. Luego participé en Olimpia y Fuerza Aérea.

¿En qué puesto?
Inicié como catcher y terminé siendo jardinero derecho. En la Juvenil fui dos años al hilo líder de bateo del equipo.

¡Uf! Por poco y estamos entrevistando al Derek Jeter de Honduras en lugar del vicepresidente del Congreso.
Je, je, je... y le cuento que estudiando en el Instituto Nacional de Cancerología en México me daba chance de ir a jugar solo por amor al deporte los sábados a la Liga Tlalpan del Distrito Federal (hoy Ciudad de México). Llegué a batear 600 de average y uno de los clubes grandes de México, Diablos Rojos, ya me tenía un contrato equivalente a 50 mil lempiras al mes.

Era mi sueño hecho realidad, pero para entonces ya tenía 28 años y le dije al contratista que no era para mí, que estaba estudiando mi segunda especialidad más bien.

Ese día no dormí y hasta se me salieron un par de lágrimas.

Dualidad de funciones
Fanático de los New York Yankees y padre de dos chiquitas que le roban las mejores sonrisas (Camila y Valentina, de cinco y seis años), Mario Noé Villafranca es un tipo que se ríe poco, aunque no deja de ser carismático.

En medio de una de esas mañanas que en la capital huelen a infierno, el hombre que tiene a Dios por delante de todo recibe a TicTac en su buró de trabajo en el Congreso, del que es uno de los cuatro vicepresidentes y al que llegó gracias a más de 40 mil personas que votaron por sus promesas de campaña como miembro de la Unificación Democrática.

¿Es más fácil operar o ser vicepresidente del Congreso Nacional?
Las dos son difíciles y requieren de voluntad. Eso sí, es más fácil quedar bien como médico que como diputado; la sociedad ve a la medicina como una profesión noble y al diputado como a un corrupto, ladrón y sinvergüenza.

Mario Noé Villafranca operando.

Villafranca en el quirófano, cumpliendo su labor como médico.

¿Por qué se pasa del Partido Liberal a la Unificación Democrática?
Había decidido ya no participar en política (fue ministro de Salud en los años 2009 y 2010), pero cuando fundamos el posgrado en cirugía oncológica teníamos el proyecto de construir un centro de cáncer. Comencé a moverme en los círculos políticos para conseguir apoyo y no lo obtuve.

¿Qué ocurrió entonces?
Me contactó la directiva de la UD y miré que teníamos muchos puntos en común. Me ofrecieron la candidatura a la presidencia y dije que no, pero entonces sí acepté la candidatura a diputado al Congreso con la promesa de hacer realidad este proyecto para gente pobre con cáncer.

¿Cómo va ese tema?
Fue aprobado en tercer debate, apenas con dos abstenciones, y ya recibí una carta de Europa que está aceptado el crédito hasta por 96 millones de dólares y el hospital no creo que pase de 45 millones. Ya está aprobado el decreto legislativo para el estudio de factibilidad y ahora todo depende del Poder Ejecutivo.

Todo tiene una explicación
Para entender que Mario Noé Villafranca no tiene un corazón de piedra, habría que irse a los orígenes. Leyendo de su vida hubo un evento que seguramente lo marcó: la muerte de su padre.

“Sí. Cuando estaba en primero de bachillerato a mi padre le diagnosticaron cáncer de colon. Murió cuando yo estaba en mi primer año de medicina en 1984. Fue un impacto terrible y mi mamá quedó con cuatro hijos: de 17 -yo-, 15, 13 y siete años”.

¿Tuvo que trabajar usted como hijo mayor?
Le planteé eso a mi mamá, le dije que iba a dejar la carrera de medicina e iba a trabajar medio tiempo, pero me dijo que no, tomó la batuta, empezó a trabajar. Nos ayudó también los seguros de vida que había dejado mi papá.

¿Por qué medicina?
Desde bachillerato mi sueño era la ingeniería, pero el contacto con los doctores y los hospitales a raíz de la enfermedad de mi papá hizo que me inclinara por la medicina.

¿Se acuerda de su primera operación?
La hice en el internado. Un colega cirujano me permitió hacer una amputación. Estaba emocionado y ahí me di cuenta que lo mío era la cirugía; ya en la clase de anatomía de mi segundo año de cirugía había servido de voluntario para sacarle los pulmones a un cadáver.

¿A un estudiante de medicina le queda tiempo para hacer otras cosas?
Es complicado. Por ejemplo, cuando estaba en la especialidad me levantaba a las 4:00 de la mañana y tenía que tener listo todos los cuadros clínicos para cuando llegara el doctor; luego me iba al quirófano y por la tarde a otra clase. De 8:00 PM a la medianoche estudiaba religiosamente todos los días.

¿Y los fines de semana?
Era cuando más leía, de 10 a 14 horas por día. Sí tenía amigas con las que salía, pero nada de noviazgos serios.

¿Y cómo conoce a su esposa, entonces?
Fue en Honduras, ya graduado. Nos conocimos en el gimnasio. Estamos hablando que yo tenía 41 años. Ahí nos flechamos... sin lugar a dudas es el amor de mi vida. Paso enamorado y ni de pensamiento le he sido infiel.

¿Qué fue lo más cursi que hizo por ella?
Bueno, sin ser novios le regalé un peluche. Ya no tan cipote yo regalando esas cosas, solo pensaba en su reacción.

Le llevé un osito que le compré en Estados Unidos y en mis adentros pensaba que me iba a ver todo cursi, pero igual se lo llevé. Y el osito hizo lo correcto... ja, ja, ja.

¿Y en la cama se mantiene pleno al día de hoy?
Gracias a Dios, sí. Completamente pleno. ¡Hey! Es la primera vez que me preguntan eso. Pero mire, como practico deportes no tengo ninguna dificultad en la cama; he llegado a correr 42 kilómetros en una maratón, lo más que he pedaleado son 60 kilómetros y lo más que he nadado es dos kilómetros y medio.

Un día me crucé nadando el Lago de Yojoa y este año espero cruzar de Coyolito a Amapala, es mi meta.

Mario Noé Villafranca, conversando con Alexeiev Morales para TicTac. Foto: Emilio Flores / El Heraldo.

Mario Noé Villafranca, conversando con Alexeiev Morales para TicTac. Foto: Emilio Flores / El Heraldo.

Debe tener un entrenamiento de locos, ¿no?
Por ejemplo los fines de semana me levanto a las 4:15 de la madrugada. Hago pesas, corro, nado o pedaleo, según lo que me toque. Son las rutas largas. Y a las 7:00 de la mañana voy a ver pacientes postoperados o a una operación si me llaman.

Con esta me despido: ¿qué es lo más bonito que le ha pasado en su profesión, doctor Villafranca?
Haciendo mi servicio social en La Paz nunca se me va a olvidar el caso de una niña diabética a la que le habían decretado muerte cerebral.

La familia hasta había comprado el ataúd y el especialista hasta me dio la hoja de defunción. Se había descartado todo, menos un edema cerebral. Yo había leído sobre eso, le di unos medicamentos y a las dos horas la niña se estaba sentando. Yo le di gracias a Dios y recuerdo que cuando la niña se graduó me tenían una mesa de invitado especial.