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'Un maestro me descubrió el don de los números...”: Saíd Martínez, tocapitos y matemático

¿Dar clases a 40 alumnos en el Central o dirigir una final?
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12.01.2018

Tegucigalpa, Honduras
Cuesta creer que entre las derivadas trigonométricas y una tarjeta roja exista apenas un tipo de solo 26 años en medio; Saíd Martínez inició a pitar profesionalmente a los 18, casi al mismo tiempo que se quebraba la cabeza en la universidad para encontrar la raíz cuadrada de su otra pasión: las matemáticas...

“Muchos dicen que soy prepotente, pero lo que no entienden es que comencé a pitar saliendo de mi adolescencia y entonces debía mostrar un carácter duro para que los jugadores no se me vinieran encima”.

Aparece en el portón del Vicente Cáceres (en donde da clases a alumnos de ciclo común) vestido de “civil”, sin la cara de ogro con la que la mayoría mira al árbitro y, sobre todo, al maestro de matemáticas; de todos modos él ya eligió: “Podría estar dando clases de matemáticas un día seguido y no lo compararé con dirigir una gran final de la Liga”, admite. ¿Quién es el “matemático” que pita en Primera?

¿Cómo era ese Saíd Martínez del barrio?
Me crié en el barrio El Tamarindo de Tocoa y lo que más recuerdo es que con ocho años ya jugaba federado en la sub 14, con niños más grandes, hasta que un 24 de diciembre mi entrenador mató a una persona, se dio a la fuga del país y quedé sin equipo.

¿Y qué pasó?
Llegaron otros equipos a pedir mi ficha, pero encaré a mi papá y le dije que solo quería una cosa: ser árbitro.

Mi padre -don Antonio Martínez, también árbitro toda su vida- me aclaró que la única condición era que me portara bien en la casa. Me porté bien dos meses... ja, ja... y a los 10 años ya no fui más volante ofensivo.

¡A los 10 años!
Sí. Imaginate que a los 10 pité mi primer juego en una cuadrangular de veteranos, con mi papá atrás de mí gritándome que tenía los ojos pandos... ja, ja, ja.

Arbitrabas y, me imagino, hacías travesuras, ¿no?
¡Uf!, con decirte que el campo de fútbol en El Tamarindo lo teníamos en el patio de mi casa, con la sombra de un palo de mango jugábamos a pie descalzo y varias veces entraba a la casa con las rodillas peladas y llenas de sangre.

Una vez mi madre me mandó a comprar a la pulpería y me quedé jugando en un campo de la esquina. Cuando regreso veo que sale de atrás de la puerta y lo primero que sentí fue un fajazo en la espalda. ¡Mi mamá era tigre!

¿Recordás tu primer sueldo, Saíd?
Lo recibí como árbitro y aún recuerdo el olor de los billetes. Tenía 11 años y me pagaron 116 lempiras en billetes de a uno por dirigir un intercolegial de Colón. Salía del colegio y me iba a pitar a estudiantes de mi edad. Con ese dinero, que me duró mucho por cierto, invité a mis compañeros.

Imperdible imagen de un Saíd que hacía sus pininos en el arbitraje.

Saíd que hacía sus pininos en el arbitraje.

¿Bueno y ahí ya te interesabas por las matemáticas también o fue hasta después?
Primero que todo yo iba a estudiar medicina, porque una vez le escuché a mi papá decir que le gustaría que yo fuera doctor para curarle un dolor que padecía en el estómago. Pero luego estudiando mi diversificado en la Normal Mixta de Trujillo me di cuenta que tenía el don de los números.

¿Cómo lo descubriste?
Un día el profesor de matemáticas me dijo que participara en una olimpiada en el colegio. Gané el primer lugar; luego se vino la olimpiada departamental y gané el tercer lugar y finalmente vine a Tegucigalpa a ganar la plata en la olimpiada nacional. Regresé con mi medalla, el profesor me eximió, me puso 100 en todos los parciales y me dijo que tenía don para los números, que no me desperdiciara estudiando otra cosa.

Y así fue, ¿no?
Un día le dije a mi papá que me apoyara, que ya había decidido mi futuro. Y me vine a Tegucigalpa sin saber tan siquiera dónde iba a dormir, porque no conocía a nadie. Tenía 16 y dos sueños: graduarme de mi licenciatura en cinco años y llegar a Liga Nacional como árbitro. Era mi segunda visita a la ciudad capital.

¿Pero dónde dormiste esa noche si decís que no conocías a nadie?
Al final busqué a una familia en cuarto grado de consanguinidad. Los tíos del esposo de una tía mía. No los conocía, pero me tendieron la mano y me han apoyado hasta hoy.

Y hoy hasta te veo un anillo en el dedo. No me digás que te casaste...
Sí, hace dos meses con Joselyn Reyes. Ella vivía enfrente de mi casa acá en Tegus y a los dos años nos hicimos novios. Ya son siete años juntos y ella es la mujer que ha estado detrás de mi silbato, ha sido un pilar vital de mi vida.

¿Va al estadio?
No. Decidimos por salud mental que no fuera al estadio. Ya vivimos una experiencia en un Platense-Motagua: fueron mi esposa y mi mamá a las graderías y yo le dije a mi madre (Mirian Sorto): “Mirá, si me gritan algo no les vayás a contestar”. No había pasado ni el primer grito cuando se metió a discutir con unos aficionados... ja, ja, ja.

Ja, ja. ja... ¿sos un tipo romántico o normalón?
No soy el más romántico de todos, pero sí soy de dar muchos detalles. ¿El detalle más cursi? Ja, ja, ja... subirme a un rapidito con globos y flores, eso sí que fue heavy. Todo el mundo me quedaba viendo así como diciendo “qué le pasa a este”. No se lo recomiendo a nadie... je, je...

¿Van al cine?
Casi todas las semanas tenemos una cita con el cine, nos gustan mucho las películas de acción y mi favorita es Casino Royale de la saga de James Bond 007. Juego póquer con amigos y es una película que te hace pensar mucho.

¿A ver, a ver: pasar una noche perfecta con tu esposa en una isla exótica o dirigir la final del Mundial de Qatar 2022?
¡Uf!, difícil... creo que me llevaría a mi esposa al Mundial y nos vamos a cenar después de la gran final. Sin duda que sí.

En las aulas del Central Vicente Cáceres imparte matemáticas a ciclo común; en la UNAH estudia la maestría en ingeniería matemática. Foto: David Romero/EL HERALDO

En las aulas del Central Vicente Cáceres imparte matemáticas a ciclo común. Foto: David Romero/EL HERALDO

¿Muchos hijos?
Todavía no hemos iniciado la fábrica, pero sí nos vemos con dos o tres hijos. ¿Que uno fuera árbitro? Pues dependería qué grado de locura tenga... ja, ja, ja... para ser árbitro hay que ser loco, no es una carrera fácil, no todos la eligen. Pero sí me sentiría muy contento que un hijo siguiera mis pasos, así como un buen día yo seguí los de mi padre árbitro.

¿Cómo te llevás con la música, qué escuchás?
Desde muy pequeño voy a la iglesia evangélica y si bien me gustan todos los ritmos, siempre elijo la música cristiana. Cuando voy a un partido llevo una bocina y la coloco en el camerino. Donde esté Saíd Martínez en un camerino, ahí se escuchará música cristiana.

Hablando de camerinos y estadios, ¿de dónde te salió esa buena charla previa al primer clásico de semifinales del Apertura?
Uno debe buscar llaves para dirigir un partido, hay estrategias para cada encuentro. Cuando me nombran empiezo a analizar cómo adapto un discurso que llegara a las personas que estaban viendo por TV y a los 22 jugadores en plena crisis política. Era como para demostrarle a la gente que no somos políticos, que nosotros no estamos arruinando al país.

¿Y qué jugador te ha sorprendido o con quién has tenido algún cruce duro?
Con Mario Berríos, a quien le dirigí su último partido como profesional, tuvimos un impasse en un juego. Nos dijimos un par de cosas no muy agradables, pero al siguiente partido los dos entendimos nuestro error, hablamos y nos comenzamos a llevar muy bien, somos extraordinarios amigos y en el clásico contra Real España estuvimos hablando varios minutos después de su juego final.

¿Alguno te ha hecho reír alguna vez?
En cada partido... ja, ja, ja... por ejemplo, una vez me dice Claudio Nicolás Cardozo: “Si meto un gol me das 100 dólares y si no lo meto yo te los doy”. Y pasó la final y no lo metió, así que me los debe... ja, ja, ja... realmente me hizo reír. O en esta final que Kevin Hernández se hacía el lesionado, me le acerco y le digo: “Se te dañó el pedicuro”... y se comenzó a reír. Esas son cosas que la gente no sabe, pero con los jugadores me llevo bien.

¿Mirás la repetición de tus juegos?
Siempre, pero en mudo. Porque la retroalimentación es mía, no de lo que diga el periodista. Desde la perspectiva arbitral veo lo que hice bien y lo que hice mal. Si corrí bien, si corrí mal, dónde debía estar, dónde no. Todo eso.

¿Y el de la final Motagua-Real España cuántas veces lo viste?
Aún no porque he querido alejarme de todo lo que rodeó estos últimos juegos, incluyendo las dos semifinales (Olimpia-Motagua y Marathón-Real España). Lo veré a su tiempo, ya totalmente frío. Por ahora prefiero no tocar ese tema de los supuestos penales porque todo está muy fresco.

¿Quién es tu principal crítico?
Con el que siempre nos decimos la verdad es con Walter López, con quien varias veces hemos trabajado en equipo. No nos negamos los errores, nos decimos las cosas en la cara porque deseamos mejorar. A mí me gusta la crítica que venga de alguien que sepa en dónde estamos metidos.

Pedro Rebollar dice que sos la apuesta de Honduras para Qatar 2022. ¿A dónde te ves vos en cinco años?
Me miro trabajando más fuerte. Claro que sueño con Qatar, pero no lo ambiciono porque cuando uno ambiciona demasiado las cosas, fracasa. Me quedo con aquella famosa frase del arbitraje mundial: “Sos tan bueno o tan malo como tu último juego”.