Tic Tac

German Leitzelar: 'Tuve amigas, pero novia solo la que es mi esposa”

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07.07.2017

Tegucigalpa, Honduras
Mimado por los retratos de sus seres amados, rodeado de múltiples reconocimientos y con un arsenal de leyes a su alrededor dando fe de su amor por el derecho, a sus 72 años él sigue con la misma energía de aquel niño que desafiaba al río Goascorán y de aquel joven que trazó la línea hasta convertirse en uno de los abogados más reconocidos del país.

“Estamos vivos de puro milagro”, dice con esa elocuente serenidad que, quizá, disimula la vida de ese polifacético santabarbarense de nombre muy familiar y de apellido muy extranjero: German Leitzelar.

“Le he hecho de todo en la vida y he tenido muchas pasiones, ja, ja, ja...”.

Y es que detrás de ese traje de saco y corbata, que evidencia al abogado, diputado, ministro de Trabajo, miembro de la Comisión Interventora del Seguro Social y asesor de la Comisión Especial de Depuración Policial, se esconde un abuelo, padre, hijo, hermano, esposo, multideportista y hasta actor de cine...

“Me voy a poner esta prenda de mi equipo, el club que nació en el barrio Paz Baraona de San Pedro Sula”, afirma mientras cambia su camisa formal por la de su amado Marathón y el dedo de Tictac le da play a una charla locuaz, nutrida y amena.

¿Gracias por recibir a Tictac en su despacho, abogado. Comencemos hablando sobre quién es German Leitzelar...

Soy originario de Santa Bárbara, Santa Bárbara, y le diré que hoy 4 de julio estoy cumpliendo 72 años (Tictac:'Pues muchas felicidades, abogado”); muchas gracias.

Nací el día de la independencia de Estados Unidos, mi hermana nació el día de la Revolución Francesa y mi otra hermana la fecha de la Revolución Cubana. Vea usted lo de mis padres, ja, ja, ja...

Ajá, ¿y quiénes eran sus padres?

Mi padre, Raúl, llegó de Amapala a Santa Bárbara y se casó con mi madre, Ana Margarita Vidaurreta, pero hay una historia sobre ellos.

Mi padre comerciaba y junto a mi madre tomaron un vuelo de Santa Bárbara a Florido, Copán (1932); iban siete pasajeros más el piloto y se accidentaron en las montañas.

Fallecieron todos los demás, incluido mi hermano mayor de seis meses, y solo dos se salvaron: mi padre y mi madre. Si no sobreviven, no estaría contándole esta historia.

¿Y cómo fue su niñez..?

Nos fuimos a vivir a Amapala y a El Amatillo y lo que más nos entusiasmaba con mi hermano Mario era atravesar nadando el río en invierno. Eran de dos a tres kilómetros, desde Goascorán hasta llegar al puente de El Amatillo y estar en el lado de El Salvador, o sea, estamos vivos de milagro.

También nos íbamos para la escuela, pero nunca llegábamos porque nos íbamos nadando por la orilla del río desde El Amatillo hasta Goascorán y eso nos hizo perder un año de estudios. Además, nos encantaba la caza de iguanas.

¿Cómo las cazaban?

Con un pulla, tocábamos las iguanas que estaban en los árboles, caían al río, el perro las agarraba y las amarrábamos vivas.

Las iguanas las poníamos en una carreta que era halada por un cabro y luego se las vendíamos a los salvadoreños. Era por aventura.

¿Pero no había deportes de por medio?

Claro. Desde muy niño me encantó el deporte y sobre todo el fútbol. En Santa Bárbara me iba a jugar a escondidas al Llano del Conejo y era tanta la pasión que olvidaba todo y lo que me despertaba en la cancha era la faja de mi mamá o mi papá.

Cuando nos trasladamos de El Amatillo a San Pedro Sula esa pasión continuó y allá desarrollé el sentimiento por Marathón.

¿Y por qué hincha de Marathón?

Lo que pasa es que cuando llego a estudiar a San Pedro ¿quiénes eran mis compañeros? Mauro Nayo Caballero, Mario Cofra Caballero y Julio César Cucaracha Fonseca, es decir, los mismos que formaban la Trinca Infernal del Marathón (trío de delanteros del Verde que se hicieron famosos en la década de los 60), entonces me hice hincha de Marathón.

¿Cuál es el recuerdo más grato de Marathón?

Cuando Chelato Uclés lo dirigía y en la final le ganamos 4-1 a Olimpia en San Pedro Sula, para después coronarse campeón en Tegucigalpa (2002). Ese es el mejor partido de Marathón que yo he visto. Fue de los momentos que más disfruté. Mi hermano Raúl (presidente de la UNAH) también era Marathón.

¿Y su hermano gastó bastante dinero en la U?

Mi hermano llegó a hipotecar su propiedad y por la U perdió hasta su casa. Era un vicio.

¿O sea que usted ha estado vinculado al deporte?

Aparte del fútbol, también jugué básquetbol con mis hermanos y tuve otra pasión: el tenis de mesa. Con un japonés lo aprendí tanto que gané el campeonato universitario los cinco años que estudié y gané dos veces el campeonato nacional.

A propósito de pasiones y familia, ¿tuvo muchas novias en su juventud?

Tuve muchas amigas, pero novia oficial solo la que hoy es mi esposa, ella es otra pasión para mí. Le llevaba serenatas. Le dedicaba canciones y tenemos una que se llama 'Jamás te olvidaré' de Ray charles en inglés, y 'Lo sé” de Enrique Guzmán en español.

¿Qué es lo más loco que hizo por su esposa?

Tomar un autobús los sábados a la 1:00 de la mañana, viajar ocho o más horas en asientos de madera, mirarla el domingo a medias escondidas y a la 1:00 de la mañana del lunes regresar a Tegus a la universidad.

Pero eso sí, ya venía feliz a clases ja, ja, ja. Eso fue hasta que nos casamos, cuando juntos emprendimos otra pasión: el arte. Y hasta hicimos cine.

¿Película?

Correcto. Como en 1974, un famoso director chileno de cortometrajes, que se llamaba Raúl, vino a filmar una película a Honduras. Nos conocimos, tomamos unos tragos en mi casa y me dijo que yo tenía que ser el actor principal. La película se llama 'Utopía' y mi papel era el del político tradicional hondureño, el que habla y es mañoso.

Hablando de mañosos, ¿alguna vez lo han intentado comprar como abogado?

Una vez el dueño de una empresa demandada me llamó y le dijo al contador: “Hacele un cheque de 300 lempiras al abogado para que deje de fregare'.

Respiré profundo y le dije: Hágame el cheque, pero no de ese valor... “¿y cuánto querés?', me dijo, y lo contesté: Hágalo por 100 mil lempiras y esto está resuelto. El juicio costaba 15 mil, entonces era una forma de decirle “no juego a eso'.

¿Y ha tenido amenazas de muerte?

Muchas. Una vez veníamos al cine con mi esposa y un paramilitar nos detuvo en el puente cerca de Plaza Miraflores, se metió al carro y nos amenazó, pero nos dejó ir por mi imagen o porque no estaba en la raya.
Con Ramón Custodio me tocó andar con los derechos humanos buscando cadáveres y buscando casas en donde torturaban gente y todo eso nos granjearon enemistades.

En una reunión de Navidad se me acercó un oficial y me dijo: “A mí me asignaron la seguridad contra usted y le pido perdón porque estaría muy arrepentido de haberlo ajusticiado”.

Como diputado que fue y abogado que es, ¿se considera honesto?

Me considero honesto, pero no por lo que yo pienso, si no por mis actuaciones.

¿Cree que hay gente que lo odia por sus posturas políticas?

En nuestro país hay una posición de mucho rencor cuando usted triunfa; si triunfa nadie se lo quiere reconocer sino que siempre quieren demeritar los esfuerzos de lucha que ha tenido usted para salir adelante y lo quieren desvalorizar si cobra por sus servicios.

¿Acaso es un abogado caro?

Mucha gente dice: “Es que el abogado Leitzelar es caro', eso no es cierto. Yo tengo calidad profesional, pero jamás he usado la calidad para excederme o cobrar en forma abusiva.

Es más, no le cobro a nadie que sea trabajador, si el resultado en el juicio no es positivo.