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Kilvet Bertrand: 'Si rompía el velocímetro, esa era mi felicidad...”

Veterano de guerra, olimpista y padre a los 50, el creador del famoso “muñequeo de tobillo” cuenta su salida de TVC y su pasión por los autos. También habla de Nasralla
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05.05.2017

Tegucigalpa, Honduras
En la casa de Kilvet hay tan pocas cosas de Olimpia que ningún desconocido podría creer que “nací olimpista, no me hice”; abundan eso sí los perros, liderados por un bien vitaminado bulldog inglés de nombre Lorenzo que solo es un ejemplar de las pasiones ocultas de este veterano de guerra de 63 años, una de las voces más respetadas de la televisión nacional.

Confeso fanático del “León”, Kilvet Bertrand enciende un cigarro por hábito, no por nerviosismo, antes de empezar a nadar en las aguas que mejor conoce: las de su vida. Atenta escucha su compañera de viaje desde hace 38 años, Mirna Suyapa, y al fondo se puede divisar un lujoso BMW Z4, su otra familia...

Buenos días. Primero que todo aclárenos cómo se escribe su nombre.
Es Kilvet, así con una t, Mariano Bertrand Alvarenga.

Ya explicó que nació olimpista. ¿Pero cómo llegó a la directiva?
A inicios de los ochenta Olimpia tenía una mala estructura organizativa, pasaba problemas económicos y hasta peleó descenso. El club no lo merecía y uno sentía ganas de cambiar eso.

Poco a poco me fui colando en la directiva y en 1986 inicié como relacionador público en la época de Gilberto Goldstein, hasta que llegué a ser coordinador general.

Debutó con título.
Sí. La idea era que el jugador estuviera al día o que ya no se le pagara con camisetas, por ejemplo. Logramos el campeonato, cerramos en números negros y por primera vez evitamos el déficit, algo a lo que le huía el licenciado Rafael Ferrari, a quien convencimos de asumir como presidente en 1987.

¿Había salarios altos?
No era nada extraordinario. Para el caso, un jugador tipo Juan Carlos la Rata Contreras andaba en los mil 500 dólares mensuales y eso que venía de ganar siete mil dólares en el Celta de Vigo de España. En ese momento había plata en el país y en la Liga el máximo contendor era Real España porque toda la turcada de San Pedro Sula estaba con ellos. Se armó una tremenda rivalidad.

¿Cuántas veces se peleó por el Olimpia?
Muchas. Recuerdo que una vez “Toño” Giacomán, entonces presidente de Real España, me quería minimizar en una reunión de Liga diciendo que él tenía dinero y no sé cuántas cosas más. En eso lo encaro y le digo: “Usted podrá ser muy millonario, pero acá yo represento al Olimpia así que me da permiso, porque acá va pasando el equipo más grande de Honduras. Usted haga cola, señor”.

Ahí empezaron los choques con Real España, con Sergio Amaya, con Roberto Reyes Silva (ya fallecidos).

¿Y ya estaba en la tele?
En 1981 inicié en Televicentro con un programa semanal que se llamaba “Enfoque deportivo”, en donde transmitíamos en diferido y a dos cámaras un juego de la Liga.

Ahí me surgió la inquietud de transmitir en vivo y le dije a Manuel Villeda. Finalmente, con el visto bueno de Rafael Ferrari llegamos a tener los derechos de la Liga y allá por 1986 empezamos a transmitir uno o dos juegos por fecha.

En una transmisión de la Copa del Mundo México 86 con esa pinta de “fachero” que no se la podrá quitar nunca.

¿Cuál es el gol de Olimpia que gritó más como fanático que como narrador?
El de Rudy Williams a Real España en 1990. Pasa que habíamos vendido a Juan Flores y Dolmo Flores a México y la gente me miraba como el villano en aquella final que íbamos perdiendo contra España en el Nacional.

Cuando iba de la unidad móvil a la cabina escuchaba a la gente decir: “A este es al que vamos a linchar”. Yo tenía un pick-up y pensaba: “Acá me le van a meter fuego”. Pero se vino ese gol de último minuto que nos da el título. Lo grité como nunca.

¿Se sintió amenazado en alguna cancha?
En el Morazán de San Pedro Sula cuando jugábamos contra Real España. Sus aficionados nunca llegaron a agredirme, pero con la boca hacían fiesta conmigo y realmente eso me motivaba.

Por ejemplo, cuando jugaba el clásico de Tegus me iba a meter con el micrófono de Televicentro a la barra de Motagua y me gritaban “hijo de p... hijo de p...” y de ahí me iba a la barra de Olimpia y coreaban mi nombre. Esa experiencia nadie la ha tenido en Honduras.

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¿De dónde nacen sus famosas frases “somos más”, “fútbol vertical”, “haremos nuestro mejor esfuerzo” y otras más?
Así como Diógenes Cruz decía “por ahí nos encontraremos”, yo también quería ser original y generar algo diferente. Lo de “somos más” nace cuando surgen nuevos canales de televisión y yo recalcaba que en TVC no íbamos a mejorar a nadie, simple y sencillamente los superábamos a todos.

¿Y las de los partidos, “A ras de pasto” o “fútbol vertical”, por ejemplo?
Eran propias del ingenio, porque a mí no me gustaba parecerme a nadie. Nace el muñequeo de tobillo y empezamos a implementar términos desconocidos en los medios de Honduras: fútbol vertical, laterales, volantes mixtos, mediapuntas. Nadie narraba de esa manera.

¿Entonces por qué sale de Televicentro?
Empezaron a implementar algunas cosas con las que nunca estuve de acuerdo y ya no me sentía cómodo.

Pero la gota que rebalsó el vaso fue el memorando que me mandó Lito Barrientos, el primero en toda mi vida, por unas promociones que les daba a mis patrocinadores. Eso me indignó y empezamos un proceso que representó el debut de mi hija Krist Michelle como abogada para salir con todas mis prestaciones.

¿Quién cree que gane en una tertulia entre su exjefe Salvador Nasralla y Kilvet Bertrand?
A Salvador lo respeto, pero en el campo deportivo no creo que pueda competir conmigo, sobre todo cuando hablamos de temas técnicos.

Yo era de los que amaba una transmisión deportiva e iba a cualquier juego, mientras que Salvador a veces escogía el partido. Mi pasión y mis ganas en la televisión creo que no se las he visto a nadie todavía. Lo mío era satisfacción, era gusto.

¿Pero sigue viendo las transmisiones de Televicentro o es de los que les baja el volumen?
Siempre las veo y no les bajo el volumen, porque respeto ese trabajo. Pero las veo más secas, con menos vida, como que no se motivan al narrar.

En mi tiempo hasta los partidos malos los hacíamos ver atractivos, éramos más creativos y, sobre todo, más críticos, ahora como que hay temor, miedo de criticar.

De la boca de Kilvet Bertrand acaba de salir una nueva bocanada de humo. No pierde su personalidad, esa que muchos equivocan con soberbia y que él trata de esclarecer: “No soy un ogro, los que me conocen saben que soy un tipo empático”.

Faltan minutos apenas para que llegue la hora de irse al programa que dirige en la Súper 100 junto a su hijo Kilvett (con dos t) Zabdiel y Enrique Merino, pero antes cuenta que en la tele hizo “debutar a Yanuario Paz, Juan Carlos Pineda Chacón y Mauricio Kawas”.

¿Qué no sabemos de Kilvet Betrand?
Que mi otra pasión siempre fue la velocidad. Con mi esposa nos íbamos a San Pedro Sula en una moto RD 350 enfriada por agua y hacíamos dos horas 15 y rompíamos los jeans de la rodilla al pegar en el pavimento. Pura adrenalina y algún grado de locura también. Tuve unas cuatro motos en mi vida.

Una mirada, una pose y un fondo que revelan el estilo de Kilvet, foto: Alejandro Amador / EL HERALDO.

Una mirada, una pose y un fondo que revelan el estilo de Kilvet, foto: Alejandro Amador / EL HERALDO.

¿Y los carros?
También. Siempre me gustó ver el velocímetro pegar hasta el tope y si lo podía romper esa era mi felicidad.

Tuve un Costome Six de seis cilindros y yo traje al país el primer Tiburón de Hyundai en los tiempos del Mundial Corea y Japón 2002. No es que me sobraba el dinero, pero mi hobby era comprar carros veloces.

¿Y se accidentó feo en alguna carretera?
Una vez la pierna me quedó a la par de la oreja y resucité al tercer día en la Policlínica. Estuve ocho meses enyesado todo el cuerpo aparte de más de 10 quebraduras.

Ahora que recuerdo usted se lanzó para diputado al Congreso por el Partido Nacional. ¿Qué pasó con ese proyecto?
Lo de costumbre: saqué muchos votos, pero me bajaron y no soy de andar peleando. Ya no estoy para esas cosas y finalmente no estuve en este actual Congreso Nacional.

¿Criticará a su hijo si hace mal las cosas?
Sí, claro. Ahí me va a tener estorbando para que haga las cosas bien, porque él ya tiene un hijo de seis meses y sabe que ese niño quiere tener un padre honesto.

Ya estamos por terminar la plática, Kilvet. Gracias por habernos recibido en su casa y a propósito, ¿usted es de los que barre, trapea y lava platos?
No soy muy dado a eso, pero si me toca, lo hago. Le cuento que siendo un cipote estuve en la guerra del 69 con un fusil M1 de 80 proyectiles, a veces sintiéndome amenazado cuando mirabas pasar los aviones. Ahí aprendí a barrer una barraca, a hacer comida. Soy conocedor de las cosas elementales de la vida.

Finalmente, Kilvet, su último hijo lo tuvo hace 13 años. O sea que usted todavía está pollón, ¿no?
Tenía 50 años cuando nació Kilvett Mariano y sin necesidad de viagra ni nada. Aún no uso esas cosas (asegura y voltea a ver a su señora).

¿O sea que su delantera es como la del tridente del Barcelona o ataca con uno solo en punta?
Pero por qué me pregunta del Barcelona, pues...

¡Ah! Como la BBC del Madrid, ¿entonces?
Ja, ja... por ahí va la cosa