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Karla Yadira Rosales Pavón, la doctora que vendió tortillas y bisutería

La Directora de la Región Metropolitana de Salud nos abrió las puertas de su cálido hogar para conversar sobre sus objetivos cumplidos y los que están por concretarse

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21.04.2017

Tegucigalpa, Honduras
Le declaró la guerra al Aedes aegypti desde que el mosquito comenzó a generar la epidemia de dengue en el país.

Karla Yadira Rosales Pavón es una doctora que tiene como misión garantizar el servicio de salud en 63 establecimientos sanitarios de la capital.

Su carácter disciplinado le permitió cumplir sus ideales paso a paso, entre ellos convertirse en una profesional de la medicina.

Sin embargo, desde pequeña el vital colorido de las plantas la llevó a ser una amante de la jardinería.

Rosales nos abrió las puertas de su cálido hogar para conversar sobre sus objetivos cumplidos y los que están por concretarse.

¿Cómo recuerda su infancia?
No fue fácil, fue dura, porque tuvimos que padecer algunas necesidades por falta de recursos económicos, yo no vivía con mi padre, de modo que eso, en parte, me produjo cierto resentimiento en algún momento hacia él .

¿Ya no lo siente?
No, yo tuve un acercamiento a Dios muy fuerte y eso me permitió superar todos los rencores y malos entendidos que hubo en algún momento.

¿Y ahora cómo es su relación con su padre?
Mi padre es ahora la persona que más admiro, es un hombre muy inteligente, él diseñó mi casa, cada pedacito de mi hogar es un pedacito de cariño de amor que me regaló, al menos así lo siento. Su nombre es Franklin Carías.

¿Cómo es la relación con sus hermanos?
Es excelente, siento que soy la líder de ellos. Tengo 11 hermanos, ocho de parte de mi padre y somos cuatro del lado de mi madre; en total somos doce.

¿Hay más profesionales de la medicina entre ellos?
Soy la única doctora, hay otros que estudiaron ingeniería y licenciaturas.

¿Y es usted la que pone orden entre ellos?
Fíjese que sí, yo soy la líder, ja, ja, ja. Soy la mayor de los hijos de parte de mi papá y la tercera de las cuatro hijas de mi mamá. Siempre que tienen alguna preocupación, un problema o buscan consejo, me buscan a mí .Yo soy la que llevo la batuta.

¿Dónde vivió sus primeros años de vida?
Yo nací en Tegucigalpa, en el Hospital Materno Infantil, recuerdo que viví en una cuartería en la colonia Bendeck, luego ya más adolescente me pasé a la colonia Villa Unión, en este lugar viví uno de los momentos más difíciles que recuerdo de mi niñez.

La doctora fue cautivada por el verde color de las palmeras. Foto Alex Pérez/EL HERALDO.

La doctora fue cautivada por el verde color de las palmeras. Foto Alex Pérez/EL HERALDO.

¿Qué fue lo que le sucedió?
No se me olvida, todo lo recuerdo como si ayer hubiera pasado.

Mi mamá, mis hermanas y yo estábamos en la casa y de pronto vimos dentro de nuestra casa a dos hombres que empezaron a bajar las cortinas, nos amenazaron, pero no decían mucho, con las cortinas nos amarraron, menos a mi hermanita de dos años; gracias a Dios los vecinos nos ayudaron y ellos se fueron, pero nos dejaron amarradas y los vecinos nos ayudaron.

¿Su relación familiar se fortaleció a partir de este episodio?
Sí, pero es en ese momento que comencé a sentir resentimiento contra mi padre, porque yo lo culpaba, porque él nos llevó a esa colonia en vía de desarrollo, sin ningún recurso para vivir.

¿Cómo subsistían entonces?
Todas ayudábamos, lavábamos pozos, vendíamos comida en Támara, frente al Batallón Táctico y hasta nos íbamos al mercado Colón a vender tortillas con quesillo, tamalitos con frijoles y tortillas, porque mi mamá no tenía dinero para poder mantenernos a todas.

¿A cuánto vendía los platos?
Ah....(con una sonrisa picaresca), pues mire, las tortillas con quesillo a 20 centavos y me vendía cien tamalitos a diez centavos cada uno, entonces en total me hacía diez lempiras. Me iba a los talleres y les decía: ¿hoy va a querer?, y si me decían que sí, les decía “pero hoy ando las tortillas a 25 centavos...”, es que me quedaba con cinco centavos para poder llevar a la escuela y poder comprar mis útiles.

Yo estudié mi primaria en la Escuela Monseñor Ernesto Fiallos, la secundaria en el Instituto Técnico Honduras y luego ingresé a la carrera de Medicina, ahora estoy con una maestría en epidemiología.

¿Qué la inspiró a convertirse en doctora?
Un día me corté con un machete mientras cortaba leña para preparar el fogón donde le iba a calentar la cena a mi hermana menor, y me fui al hospital a pie porque no me alcanzaba para pagar transporte, y me atendió un doctor que me regañó porque en mi casa me pusieron caf?? para curar la herida, entonces yo me prometí que estudiaría medicina para atender con respeto a las personas.

¿Fue difícil el camino para convertirse en doctora?
Me costó, porque no tenía dinero para comprar libros y a veces ni para la matrícula.

Recuerdo que una vez me sentí tan triste porque me faltaba dinero para el pago de la matrícula, me fui a la salida de El Durazno, allí me puse a pedir aventón, un señor se detuvo y me preguntó que por qué lloraba, yo solo le dije que no iba a poder estudiar y entonces él me llevó a la universidad y me matriculó en la carrera, no lo he vuelto a ver, pero no se me olvida que hasta una hamburguesa me invitó, fue un ángel que Dios me puso en ese momento.

¿Y cómo hizo para graduarse?
Me las ingenié, porque dije “no me puedo dejar vencer”; en mi tiempo de estudiante aprendí a realizar trabajos de bisutería, todos me conocían como la estudiante que vendía collares y anillos.

En toda mi carrera de estudiante solo tuve una gabacha y me la prestó el doctor Freddy Sagastume.

¿Se la devolvió?
Fíjese que no, estaba toda costurada ya, pero luego me pude comprar mi segunda gabacha en un lugar en el que todos los doctores compraban en ese momento, en Perlas; me sentí tan feliz con mi primera gabacha comprada con el esfuerzo de mi familia.

¿En dónde aprendió el arte de la bisutería?
Lo aprendí de manera autodidacta, es sencillo y relaja mucho, yo hago mis propios aretes, pulseras y collares, no es difícil y ahora con Internet uno mira técnicas y diseños.

¿Por qué le apasiona la jardinería?
Es una pasión que comparto con mi esposo, somos amantes de la naturaleza. Es mi sueño convertir mi jardín en un espacio lleno de color verde. Este amor a la vegetación lo aprendí de una abuela que le encantaban los arbustos, entonces cuando nos llevaba a su casa nos enseñó a regar las plantitas y a darles mantenimiento.

Mi papá también lo hizo, él me decía que esas plantitas son pulmones para un país.

¿Cuál es su planta favorita?
Me cautivan las palmeras, son hermosas y coloridas, por eso me dedico a elaborar maceteras a base de llantas, las decoro y las pinto muy bonitas.

En cada una de ellas intento sembrar palmeras y aspiro a que crezcan muy altas y refresquen mi casa. Tengo decenas de palmeras que sueño con ver muy altas.

¿Y de las flores?
Me gustan las rosas, pero no se me pegan, ja, ja, ja.

Me acuerdo que cuando estaba pequeña viví en una cuartería, en casas que no tenían espacios para el área verde. Por eso es mi sueño tener en mi hogar un jardín hermoso en el que mi hijo pueda jugar y disfrutar de la naturaleza.

¿Le relaja realizar esta actividad?
Me fascina, me levanto todos los días a las cuatro de la mañana y trato de dar todo lo mejor de mí en mi trabajo, combatir el dengue, zika y chikungunya es una tarea de todos los días, entonces cuando puedo dedicarme a este pasatiempo lo disfruto, se me pasan las horas volando.

¿Las plantas también se convierten en pacientes?
Claro que sí, ellas se enferman si no se les da atención y cariño. Tienen etapas de desarrollo como nosotros.