Siempre

Soy un loco de mierda o la furia de una pasión

La palabra, exorcismo y comunión, reveladora de la gloria y del infierno, dejemos que la palabra sea el fuego de los rebeldes

01.06.2021

TEGUCIGALPA, HONDURAS. - La novela de Gabriel García Márquez, “El coronel no tiene quien le escriba”, tiene un final hasta cierto punto insólito.

Después de hacer un recuento de la miseria y la mala vida que han tenido como pareja, la mujer pregunta al coronel: -“Dime qué comemos. El coronel necesitó setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible en el momento de responder: - mierda”.

Dice Jenn Díaz que “cualquier otro diálogo, incluso el silencio, podrían haber estropeado el libro entero, pero en esa palabra por fin sin eufemismos, elegida con mucho mimo, quedan encerrados toda la desidia, la desesperanza y también el alivio del protagonista”.

La novela fue escrita en 1957, once años atrás, Mauro de Vasconcelos había escrito “Mi planta de naranja lima”, donde también aparece la palabra mierda, causando en ese momento un tremendo escozor social.

Esta palabra cada vez más se ha popularizado y ha pasado a formar parte de nuestra matriz cultural, pero aún enerva la moral de ciertos círculos sociales.

Cuando Pedro Troglio la mencionó en la conferencia de prensa que dio después de perder contra el Motagua el primer partido de la final de la liguilla del fútbol hondureño, generó diversas reacciones, unas adversas pero la mayoría de aprobación porque se conjugaron con un acto de rebeldía por parte del técnico que ante la insistencia de un periodista que procuraba entender por qué él como jefe del equipo no había controlado la conducta de sus jugadores y evitar así tres expulsiones, Troglio respondió: “Yo no soy modelo de nadie, yo vengo de la calle, soy un loco de mierda”.

La frase fue un estallido sensorial y mediático; sensorial porque a lo “caliente” de esa conferencia de prensa habría que agregar la fuerza sonora de esa palabra y los vestigios morales que aún la recubren.

La palabra mierda, allí donde la mencionemos, tendrá una contundencia absoluta, recordemos que dicha palabra adquiere esa potencia fonética porque está compuesta por la cercanía de una vocal abierta (e) y una vibrante (r): mierda.

Mediáticamente la frase tuvo un impacto brutal, inimaginable si se quiere, hoy está hasta en camisetas; también en público y en privado la gente la repite con fulgor, para el caso, dos taxistas alegaban por un choque de sus autos y uno de ellos le dijo al otro: “Si vos sos loco, yo soy peor, yo soy un loco de mierda”, la alusión a la frase troglodiana (nada que ver con troglodita) era total.

Troglio la dice en un perfecto contexto: “Yo soy de la calle”, es decir, soy un desarraigado, no me pidan compostura, soy un forajido, un ninguneado (uno que no es ninguno), soy una moral que rueda al ritmo de una pelota, que va de un lado a otro, una moral que no conoce los salones de las conductas limpias y prefabricadas; la moral que estalla en la pasión del fútbol tiene la intrepidez de la calle y tiene la textura de la costra de un balón que se embarra de mierda o de lodo.

No solo el aficionado del Olimpia se pegó de esa frase, siento que el pueblo, los de abajo, “los desheredados de la tierra”, como diría Frantz Fanon, se sintieron invitados por esa frase de don Pedro.

Nuestro pueblos han sido históricamente pueblos sin voz, somos seres heridos por el silencio, por eso esta frase llegó a lo más profundo de nuestra soledad; lo que hizo Troglio con esta expresión escatológica fue sacudir las ramas de nuestra tristeza histórica y revelar nuestra necesidad de rugir, de euforia, de locura, de irreverencia: el grito frente al silencio.

Y mandamos todo a la mierda, los prejuicios de los buenos modales rebotaron en los parales de lo prohibido.

Rely Maradiaga hizo su “Toque” al ritmo de la palabra “locos”, le faltó decir que esos locos son de mierda, no le alcanzó su rebeldía verbal, aun así, la poesía de su toque es exquisita.

Esa frase nos enseña que en este país “los locos de mierda” pueden ser más auténticos que los políticos de mierda.