Siempre

Arte abstracto: burda decoración o visión del mundo

Ser artista abstracto es una convicción, no simple adorno, es asumir una filosofía de la vida que está más allá de lo visible, es una energía que fluye en el alma

FOTOGALERÍA
08.11.2020

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- A Samaí Torres, por siempre, “Siempre”.

Hace algún tiempo me encontré con estas líneas del pintor ruso Kazimir Malévich, fundador del “suprematismo”, quien describió su nuevo arte en términos reveladores: “Por suprematismo entiendo la supremacía del sentimiento o la sensación pura en las artes pictóricas. (…) En 1913, en mi lucha desesperada por liberar el arte del lastre del mundo objetivo, huí a la forma del cuadrado y exhibí una pintura que no era nada más ni nada menos que un cuadrado negro sobre un fondo blanco… No era un cuadrado vacío lo que había exhibido, sino más bien la experiencia del mundo sin objetos”.

Lo dicho por el artista me hizo comprender que su búsqueda de lo abstracto estaba fundamentada en una visión del mundo, podemos compartirla o no, pero esa visión del mundo era coherente con lo que Malévich artísticamente hacía.

Su obra no es el resultado de una búsqueda antojadiza ni el producto de un gesto arbitrario, Malévich buscaba la pureza plástica en un mundo saturado de objetos alienados y, por lo mismo, dotados de una sustancia irreal o, por lo menos, sin un contenido vital que no fuera su uso práctico y utilitario. La abstracción no es una negación del mundo exterior. Es, sobre todo, otra forma de concebir ese mundo desde la percepción interior, hay en él una energía que nace de lo espiritual y no de la objetividad material que resulta insuficiente para dar testimonio de la existencia humana.

Muchos artistas abstractos han cimentado su trabajo escribiendo extraordinarios textos o articulando valiosas ideas, desafortunadamente en nuestro medio, generalmente, no se asocia el ejercicio artístico a la actividad intelectual, pero los artistas serios siempre fundamentan su trabajo en una filosofía de la realidad o en una teoría del conocimiento.

Con esto quiero dejar sentado que la abstracción, así como otros géneros artísticos, viene dada por profundas reflexiones y no por enganches emocionales ligeros o por simples coqueteos con el mercado.

Abstracción o decoración

El arte abstracto hondureño carece de una tradición. Hay artistas abstractos, pero no hay una tradición de lo abstracto. Nuestro arte es esencialmente figurativo. Como ya señalé en otro texto, el peso del arte figurativo desde el Renacimiento hasta nuestros días ha modelizado la representación como el recurso más “idóneo” para mostrar la imagen problematizadora del mundo; aquello que no se reconoce, no existe. El arte abstracto ha emprendido otra forma de conocimiento, pero en nuestro medio aún nada contra la corriente a pesar que desde el siglo XIX la cultura visual le ha otorgado un lugar en la historia del arte.

El problema se torna más complejo cuando algunos artistas hondureños, que se dicen abstractos, confunden este género con la simple y burda manipulación del color apurados por fines esencialmente comerciales. El gran maestro del arte abstracto Vasili Kandinsky, además de rechazar el arte por el arte, también renegó del arte decorativo, “ya que no necesitamos ni un arte gratuito, ni adornos”.

El arte abstracto hondureño carece de una tradición. Hay artistas abstractos, pero no hay una tradición de lo abstracto.

Kandinsky consideraba que “los artistas dan una importancia exclusiva al éxito externo, se preocupan solo de los bienes materiales y de obtener riquezas, mientras que las fuerzas puramente espirituales son subestimadas o simplemente pasadas por alto. Sin embargo, el artista está obligado a un trabajo pesado, sabe de sobra que cualquiera de sus actos, sentimientos y pensamientos constituyen el material de sus creaciones y forman la atmósfera espiritual que se plasma en las obras.

Los visionarios aislados que se dan cuenta de ello son ridiculizados por los aduladores del materialismo, es por ello que el arte vive humillado al ser utilizado para fines puramente materiales. Debido a esto, el qué del arte desaparece, en consecuencia, pierde el alma, el contenido”.

En estas valoraciones de Kandinsky está reflejada la práctica de algunos artistas que dicen dedicarse al arte abstracto. Sus obras carecen de alma, no hay energía ni esencia ni búsqueda, solo son malabarismos visuales para sorprender a una élite criolla ignorante y de mal gusto.

Lanzar la pintura arbitrariamente sobre el lienzo es fácil, pero ese ejercicio ni siquiera se acerca a la gestualidad de Jackson Pollock, quien en un tono irónico, pero certero, contó lo siguiente: “La pintura abstracta es abstracta. Se enfrenta a ti. Hace tiempo hubo un articulista que escribió que mi pintura no tenía principio ni fin. No pretendía que fuera un elogio, pero lo fue. Fue un elogio muy amable”. Pollock es una conciencia que pinta, no un tirador de pintura.

La lucha por forjar una tradición

En Honduras hay dos pintores que vienen luchando por forjar una tradición de lo abstracto, me refiero a Santos Arzú y Luis Landa; el primero con una fuerza impresionante en su gestualidad pictórica, el segundo con una racionalidad y precisión casi matemática. En ambos dialogan el espacio deslimitado y las coordenadas geométricas. Estos dos artistas son abstractos por convicción y no por decoración. Por impulso común y potente abandonaron la imitación de la apariencia del mundo natural.

Existen otros artistas que siendo figurativos han incursionado en lo abstracto, entre ellos puedo mencionar a Blas Aguilar; el mismo Armando Lara se ha visto tentado por la abstracción, su obra “Hora pico” es una muestra de ello; Joel Castillo practicó una abstracción dubitativa porque algunas obras aún expresan su afán por representar escenas del mundo exterior.

Son muchos los artistas hondureños que se han acercado a lo abstracto, pero en sus prácticas se ha terminado imponiendo la figuración. Es probable que algunos hayan visto este género como simple moda y por ello ha sido imposible construir una tradición de lo abstracto.

La muestra “Simbiosis” de Lara y Arzú, a la que me referí en el artículo anterior, es la confirmación de que el arte pictórico hondureño se mueve entre lo figurativo y lo abstracto, y es por ello que no debemos verlos como géneros opuestos, ya que tanto el realismo como la abstracción afirman la soberanía de la mente del artista. Las formas de la naturaleza y las abstractas son materia para el arte.

Si reconocemos que por tradición la figuración tiene más créditos que lo abstracto, los artistas seudoabstractos son los gestores de su propia negación histórica. Reivindicamos el trabajo consciente de aquellos artistas que han hecho de la abstracción una nueva sensibilidad para sentir y valorar el mundo de los sentimientos y la imaginación.