Siempre

Artículo de Octavio Carvajal: Botín por botiquín

Invest-H y su billete de a tres apesta por doquier. Millones para el tío, para la nuera… en fin, nada que envidiarle al trapecista Mario Zelaya

16.08.2020

TEGUCIGALPA, HONDURAS.-'Simples furgones fueron convertidos en caros “hospitales móviles”. El colorete sacudió la tumba de “mi tío” que juró “Revolución Moral”.

Desde nuestra infancia, ahí por los años 70, una simple pastilla para quitar el dolor de cabeza no faltaba en el botiquín casero. Por razones culturales una gasa era esencial. Sin ser ley ni juramento, tener un botiquín era imprescindible. En pleno adelanto, ese orden lo perdimos y, hoy, molidos por el coronavirus, debemos sin excusas, recuperarlo.

Todo mundo identificaba el botiquín como una simple caja de regular tamaño, hecha de madera, pintada en blanco y con una cruz roja al centro. Adentro debía estar, por lo menos, una famosa pastilla “mejoral” (ya desaparecida), el urgente merthiolate, alcohol clínico, antidiarreicos. Simples remedios, pero efectivos para afrontar cualquier aprieto.

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Aló

Nada costoso tener a mano un dispensario. No obstante, y aunque en estas eras todo es necesario, hemos dado primacía a lo que podemos relegar. Un caro celular no urge con tal que dé aviso. Empero, una medicina sí es salvavidas donde sea y a la hora que sea. Es el coadyuvante para evitarnos, de pronto, hasta la muerte o aplazarla.

Esa diminuta “farmacia” debe ser obligatoria, tenerla y cuidarla no solo en cada casa, por humilde que sea, sino también en las oficinas y comercios. El problema es que por donde sea el botiquín se evaporó. En Tegucigalpa, por ejemplo, casi nadie lo tiene en su hogar y en la mayoría de los negocios tampoco existe porque piden botín por el botiquín.

Claro, esta mortal pandemia no se frena con un pinche cofre de enfermería, pero nadie debe atenerse a un deficiente y escuálido sistema sanitario donde quienes hablan de fortificarlo, lo asaltan, cargando millones a lomos de los enfermos. El coronavirus sigue indetenible, intratable e indescifrable para la ciencia médica. Su ira no se irá, según los científicos.

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Toscos

A nuestro juicio es ahora oportuno tirar lo suntuario, dejar de andar de sobrados en todo, cambiar de rumbo el erróneo paso de nuestras vidas, si el consejo vale. Nadie está obligado a tomar estas letras como una orden, cada quien hace, compra y escupe lo que le place, pero las nuevas generaciones sufrirán cosas peores de no enderezar su camino.

Es cuestión de sensatez personal. Aquí está probado de que las lecciones no valen para las mayorías. Somos cerriles, tontos. Miles terminan muertos apostando hacerse “millonarios” por un papelito lleno de números dejando más ricos a los de arriba. Bien decía el extinto periodista Jonathan Roussel Toledo: “Cuando usted manda un tonto a hacer un mandado, el mandado sale tonto”.

El coronavirus es como una lotería. Quien le apuesta termina contagiado o enterrado. En los hospitales lo que hay son botiquines. Malnacidos de cada gobierno —con picos fétidos— los “suplen” para darse “una vida mejor”.

Jurando rellenarlos, un chorro de maleantes —hijos de papi y mami con carátula de yo no fui— cargan fuertes botines. Políticos, “empresarios” y sus mimados de prensa cacarean que son de izquierda o de derecha —su ensayo ideológico— para en su lógica del robo, cometer magnas vilezas, al fin y al cabo, nadie va al penal con el nuevo Código Penal.