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Impresionismo: la memoria de una pincelada

Sospecho que algunas revoluciones artísticas son más profundas que algunas revoluciones sociales

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19.07.2020

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- ¿Por qué escribir sobre el impresionismo ahora que el arte contemporáneo domina los grandes circuitos del arte internacional?, ¿por qué hacerlo ahora que la pintura ha ampliado su territorio hacia zonas que hace un siglo eran insospechadas? Me motiva una razón de orden pedagógico y otra de orden estético.

La primera está relacionada con el aprendizaje de los jóvenes estudiantes de la Escuela Nacional de Bellas Artes, quienes requieren ubicar en su justa dimensión estos movimientos artísticos para comprender que nada surge por generación espontánea, que las prácticas pictóricas de hoy están respaldadas por una larga y sostenida tradición; en cuanto a lo segundo, siempre me ha inquietado el gran aporte del impresionismo al arte universal, creo que su herencia no solo es pictórica o artística, hay también una moral, una actitud de cambiarlo todo, y esa voluntad de experimentación incesante, derivada en múltiples prácticas y poéticas visuales, persiste en la actualidad.

El impresionismo, más que una técnica fue un nuevo modo de entender y hacer arte, fue una ruptura con el clasicismo, el barroco y el romanticismo para abrazar un nuevo realismo, un realismo sustentado en las ciencias de la óptica, cambió el rumbo de la pintura.

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La estética impresionista

Los artistas impresionistas nos enseñaron que lo que palpita sobre el espacio bidimensional es pintura; reconocieron que desde la perspectiva artística lo que importaba era la luz y el color, de esta manera, disolvieron el espacio convirtiendo la pintura en una superficie de relaciones internas cuyos componentes básicos son las minúsculas zonas de color en sus diferentes gradaciones tonales, afirmando así la autonomía estructural del lenguaje plástico.

Los impresionistas concibieron un arte que ya no se inspiraba en los referentes del mundo real sino en los descubrimientos de la óptica científica, es por ello que su práctica artística ya no se orientó a favorecer las cualidades de las cosas, ya no interesó centrarse en la representación de los objetos, los temas impresionistas como el paisaje y la vida urbana solo fueron una excusa para comprobar la solidez visual de su teoría plástica.

Cuando aparecen los artistas conceptuales y surgen las grandes teorías artísticas, no olvidemos que los primeros en crear bajo un sistema teórico fueron los impresionistas. Al convertir el lienzo en un experimento óptico y no en un espacio representacional (imitación plástica de la realidad), los impresionistas convirtieron la pintura en concepto; por tal razón, cuando un artista sostiene que su obra es conceptual, debe recordar que el impresionismo ya había marcado el rumbo.

Edgar Degas, “La clase de danza”, 1874. Resuelve el espacio cerrado concentrando la luz en el color blanco, permitiendo que la composición distribuya con solvencia los grupos de bailarinas.

Edgar Degas, “La clase de danza”, 1874.
Resuelve el espacio cerrado concentrando la luz en el color blanco, permitiendo que la composición distribuya con solvencia los grupos de bailarinas.

¿En qué consistió este experimento óptico-artístico? “El verdadero personaje de mis cuadros es la luz”, proclamó Monet con libertad para luego explicar su técnica: “la división de las tonalidades por medio de toques de colores yuxtapuestos que reconstruyen a distancia, en el ojo del espectador, la verdadera coloración de las cosas pintadas”. Estábamos en los albores de la sociedad capitalista, quizá esa libertad individual dentro de la nueva sociedad se correspondiera inconscientemente con un hecho cultural: la libertad del color en la pintura.

Los impresionistas postularon que ningún color existe por sí mismo, que el color es relativo a la luz, una manzana no se puede concebir como una fruta roja porque su coloración variará de acuerdo a la atmósfera, a la iluminación existente en el momento en que se pinta, cada momento, cada paso de la luz va dejando una impresión en la pintura (de allí su nombre de impresionistas); por ese afán imitativo, nuestras academias siguen enseñando que los objetos tienen un color a priori y que la tarea del pintor es imitar ese color en el lienzo.

El impresionismo luchó contra la academia que desde el renacimiento había monopolizado el concepto de belleza y había convertido las reglas de la pintura en una fórmula infranqueable. La academia los acusó de artistas pinta manchas, promovió la burla contra ellos. Si un joven artista sostiene que su arte no es académico tendrá que reconocer que en la historia del arte hubo un movimiento que se forjó contra la rigidez e intolerancia de la academia, ese movimiento fue el impresionismo.

Cuando los impresionistas llevaron la disolución de la forma tradicional hasta la creación de un velo atmosférico y brillante tras el cual los objetos se esfumaban, anunciando un arte no objetivo, estaban insinuando el futuro surgimiento del arte abstracto. “Los nenúfares”, una serie pintada por Monet, definen con claridad los perfiles de la pintura moderna que más tarde cuestionaría los postulados del realismo, me refiero a la abstracción. Quien decide pintar abstracto, esperamos tenga conciencia que fue en la obra de los impresionistas donde se empezaron a formular los principios de este movimiento.

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La herencia moral del impresionismo

Hoy escucho a muchos artistas que hacen arte contemporáneo quejarse porque su trabajo es rechazado por los jurados, bienales, salones y por el mismo público, deben entender que no han sido los únicos, la historia del arte muestra varios episodios de rechazo, pero ninguno como el repudio del que fueron víctima los impresionistas.

Berthe Morisot, “Un día de verano”, 1879. Las vibraciones de luz, la mancha y colores yuxtapuestos se hacen ver en esta pintura, una obra clásica del impresionismo.

Berthe Morisot, “Un día de verano”, 1879.
Las vibraciones de luz, la mancha y colores yuxtapuestos se hacen ver en esta pintura, una obra clásica del impresionismo.

Cuando Manet exhibió la “Olimpia” en el Salón de París del año 1865, suscitó los furores del público y gran parte del jurado, la obra fue cambiada de sitio y colocada en lo más alto para evitar las agresiones; Manet fue el artista impresionista que más vejámenes sufrió por la crítica, los jurados y el público, pero fue fiel a su trabajo, no pintaba por complacer, pintaba convencido de que estaba construyendo un nuevo porvenir para la pintura; en gran medida, Manet, no sólo allanó el camino a su generación sino a las generaciones posteriores de artistas que incursionaron en otras prácticas y fueron más tolerados cuando el sistema del arte abrigó en su seno los nuevos paradigmas estéticos.

El impresionismo fue un movimiento revolucionario en el plano estético, pero preocupados por desterrar lo anecdótico y psicológico de la pintura, cometieron el error de abstraerse de la condición humana y su eterna herida. Sin embargo, mostraron el camino de un arte nuevo que el expresionismo, el cubismo y otros movimientos supieron aprovechar en beneficio de una nueva estética. La idea contemporánea de que el arte es ruptura, cambio o trasgresión, en gran parte se la debemos a los maestros del impresionismo.

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